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El secreto de Estado llega a juicio

*Por Gerardo Young. Todo el mundo habla de las elecciones, mientras la democracia también se debate en Tribunales. Es un juicio para no perderse, iniciado por Jaime Stiuso, el archiespía de la SIDE, contra Gustavo Beliz, el ex ministro de Justicia de Néstor Kirchner que acabó errando por el mundo.

La cosa es compleja porque las democracias nunca pudieron explicar -salvo como una falla del sistema - la existencia del espionaje y los secretos de Estado. No cuenta, por supuesto, la famosa frase de Felipe González, quien sostuvo que "a la democracia también se la defiende desde las cloacas".

Volvamos al caso. Jaime es el temible dueño de todos los secretos, cuya mención es capaz de modificar el curso de cualquier tertulia del poder. Y acusó a Beliz por haber mostrado su cara cuando nadie la conocía. Fue en 2004. Para los olvidadizos: a Beliz lo estaban echando del gobierno y acusó a la SIDE de ser una caja negra del Estado capaz de los peores pecados. Hizo la denuncia en la tele y mostró en un cartelito la foto de Stiuso. Ahí supimos que Jaime no era Sean Connery, sino un siciliano de cara redonda, frente amplia y cejas superpobladas.

El Código Penal dice que "será reprimido con reclusión o prisión de uno a seis años, el que revelare secretos políticos o militares concernientes a la seguridad, a los medios de defensa o a las relaciones exteriores de la Nación". Según la Ley de Inteligencia, la identidad de los espías es uno de esos secretos tan peligrosos. Pero, ¿lo es siempre? Algunos espías, lógico, deben tener protegida su identidad, no sea cosa que salgan en los programas de chimentos mientras están de incógnito en una banda de narcotraficantes. ¿Pero era Jaime un posible infiltrado en 2004?

Entonces ya era Director General de Operaciones, como lo sigue siendo hoy , algo así como el número 3 de la SIDE. Jaime, en fin, era ya un hombre de escritorio. ¿Mostrar su cara atentaba contra la seguridad? ¿No debería demostrarse ese peligro? ¿No debería probarse el daño que provocó verle las pestañas? De otro modo, se corre el riesgo de convertir a la falla en una regla del sistema y no en la excepción. A propósito: después de la foto, Beliz se tuvo que ir del país. Jaime, en cambio, espera la sentencia desde un poder intacto.