El salvataje quedó atrás, ahora hay que evitar el efecto contagio
Los gobiernos de Austria y Holanda ya formularon sombríos pronósticos y abrieron sus paraguas. Sólo Angela Merkel en Alemania ratifica su esperanza en el mega ajuste, como una forma de ganar tiempo y evitar salpicaduras.
Ya no se habla sólo de crisis de confianza, sino del temido contagio, tras la hipotética formalización del default en Grecia: a España, a Portugal, a Irlanda, a Italia, a los países del Este europeo... ¿A quién más contagiará? Desde el vértice del poder financiero de la eurozona (Francfort, Londres), se advierte en tanto que sin euro no hay Europa. Pero cada minuto que pasa aumentan las chances de una quiebra ordenada de la economía griega, con componentes calcados de la crisis Argentina de 2001-2002.
Los economistas del banco francés Natixis, calculan que la eventual reintroducción del dracma, la anterior moneda nacional, supondría una devaluación de 55% frente al euro. Desde luego, eso implicaría un caos económico y social hasta que pueda avizorarse una recuperación.
A casi dos meses del plan de emergencia acordado para salvar la economía helena, el 21 de julio, y pese a la intensa movilización de los principales bancos centrales del mundo, de la tormenta sólo parecen haber empezado a caer las primeras gotas.
Los gobiernos de Austria y Holanda ya formularon sombríos pronósticos y abrieron sus paraguas. Sólo Angela Merkel en Alemania ratifica su esperanza en el mega ajuste, como una forma de ganar tiempo y evitar salpicaduras.
Todo indica, sin embargo, que no cesarán las tensiones que la deuda soberana traslada al mercado de préstamos interbancarios y a las acciones de las instituciones financieras.
Por eso ya no se habla tanto de Grecia, como de limitar los efectos sobre otros Estados frágiles en la zona euro. Esto es, parar la bola de nieve y evitar una explosión sistémica que conduzca a la depresión, con efectos globales.
Desde luego, ese escenario no es el único, y existe aún cierto margen de acción, particularmente del Banco Central Europeo.
Su intervención en la compra de títulos soberanos y en el (también hipotético) lanzamiento de Eurobonos, así como su tarea de supervisión, serán claves en una probable reestructuración de la deuda griega y reducción del riesgo soberano en otros países.
Claro que esta situación conducirá, inevitablemente, a la necesidad de recapitalizar a los bancos prestamistas. Y si bien el impacto parece estar descontado por los inversores franceses y alemanes, no es la misma la exposición de los bancos estadounidenses.
El BCE también podría bajar el costo del dinero, ya que en julio pasado elevó la tasa de interés a 1,5% en julio, cuando se aproxima a cero en los Estados Unidos, Japón, Inglaterra, Suiza.
Más allá de la debacle coyuntural, quedará el problema de fondo: el diferencial competitivo entre Alemania, Francia y el resto de naciones europeas. Como éste no se resolverá a corto plazo, dicen economistas como el francés Jacques Sapir, habrá otros candidatos a devaluar, después de Grecia.
Lo contrario hoy no es sostenible: que se mantengan las enormes transferencias financieras de los países con alta competitividad a los países en que la competitividad es baja.