Policiales
El resucitado: habló el séptimo ladrón del robo del siglo que había sido dado por muerto
Tiene 70 años, nunca fue detenido, no se sabe su nombre ni se le conoce su cara. Habla de su experiencia, de sus compañeros y reclama joyas que nunca la dieron.
En un lugar que no puede nombrarse, un muerto se sienta a tomar mate y a mirar un pino de diez metros de altura que mira a lo lejos desde el patio de su casa. Se pregunta cómo llegó esa cruz ahí: si alguien trepó como un mártir hasta colocarla o si la pusieron cuando era un pino recién plantado.
Este hombre al que creían muerto, que tiene 70 años, le reza a esa cruz. Reza por sus tres hijas y por su mujer muerta. La extraña. En ese lugar, su lugar en el mundo, rodeado del canto de los pájaros y de una paz que nunca había alcanzado, colocó al lado de una foto de su esposa un ramo de flores amarillas que renueva cada vez que se marchitan.
Ese muerto dice que no está muerto y que no entiende por qué lo dieron por muerto. Su nombre tampoco puede decirse. Es como un muerto con la lápida perdida. Un muerto sin flores ni llantos.
Ese muerto, que sale a la luz ahora aunque tampoco pueda publicarse una foto, fue dado por muerto hasta por sus propios compañeros, acaso como una forma de protegerlo. Casi ni aparece en ninguna de las versiones y para todos es alguien que no existe.
Ese hombre es el séptimo miembro del banda que el 13 de enero de 2006 robó, junto a sus compañeros, el banco Río de Acassuso y huyó en dos gomones con 19 millones de dólares.
Ese muerto, que en esta nota exclusiva “resucita”, le dice a Infobae:
-Como podrá oír, no estoy muerto. ¿Sabía usted que yo estaba? ¿Sabía que había estado en ese robo histórico?
-Si, usted aparecía mencionado como Bebe o Nene o Luis. El séptimo de la banda.
-Bueno, está informado. Sé que mis compañeros quisieron protegerme porque podía caer por cualquier mención. Tuvieron códigos. Se los agradezco. Pero ahora que todo pasó puedo aparecer como el hombre que volvió de la falsa muerte. Yo estuve en el robo del siglo, pero para todos no estuve. Soy un misterio.
Los delincuentes que asaltaron el banco Río de Acassuso lograron lo que parecía imposible: escapar de una manzana blindada por la Policía con más de 300 uniformados. Ese día fue la zona más custodiada del país. Cuando los policías entraron en el banco, los ladrones no estaban. Sólo los rehenes.
En la bóveda, los efectivos hallaron un aparato que podría ser un explosivo. Pero los expertos lo analizaron y es era un simple objeto de plástico tan inofensivo como una cáscara de nuez.
¿Estos hombres son invisibles como los átomos? ¿Conocen un pasaje a la cuarta dimensión? ¿El banco tiene una puerta trampa como algunos escenarios de teatro?
La mayoría de las cajas de seguridad estaban vacías.
Los policías encontraron una frase escrita por Fernando Araujo, el ideólogo del asalto y uno de los líderes, en un cartel: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores”.
Al día siguiente, los investigadores resolvieron el misterio que los obsesionada: la banda se había ido por un boquete que luego de huir taparon con un mueble. Cargaron el botín en dos gomones y navegaron por el túnel de un desagüe fluvial y salieron por una alcantarilla, donde los esperaba una camioneta que tenía un agujero en el piso. Tardaron varias horas en repartir los 19 millones de dólares y los 80 kilos de joyas que robaron sin disparar un tiro. En rigor, no lo hubiesen podido hacer: tenían armas de juguete.
De los siete miembros de la nada, cinco fueron detenidos y cumplieron condena. Fernando Araujo, Sebastián García Bolster, Rubén de la Torre (pasó ocho años preso, el que más a la sombra pasó), Julián Zalloechevarría y Luis Mario Vitette Sellanes, la cara, el talento, uno de los líderes y la voz del robo del siglo.
Los que nunca cayeron fueron dos: el llamado ladrón fantasma (que una vez habló en exclusiva con Infobae) y el Séptimo, el que nadie conoce, que ahora decidió hablar por única vez con un medio. Ninguno de los dos estuvo imputado.
El séptimo se ríe cuando en la exitosa película El robo del siglo, vista por más de dos millones de personas, dicen que falleció en un accidente de tránsito. Otros dijeron que tuvo una muerte natural. Algunos apostaron a un enfrentamiento a tiros con la Policía.
-¿Por qué cree que nunca cayó?
-Algo de suerte y gracias a mis compañeros. A mí no me delató nadie.
-¿Nunca sospecharon de usted?
-Nunca. Mire lo que le digo: ni sé si la Justicia sabía de un séptimo hombre. Quizá porque vieron los videos y lo que dijeron los testigos.
-¿Cómo entró en la banda?
-Gracias a Marito (Vitette Sellanes) Un hombre con códigos. Generoso. Que confió en mí y me cuidó. Me alegra que pudiera recomponer su vida y haya apostado al amor familiar.
-¿Usted no pudo?
-Quedé viudo. Y extraño mucho a mi esposa. Pero tengo a mis tres hijas. Son mi vida.
-¿Qué rol tuvo en el robo?
-Simular que apretaba rehenes, pero era un arma de juguete. Y después las bóvedas. Yo vi joyas increíbles. Que usó gente de la realeza. Invalorables, pero no sé qué pasó con las joyas. Algo dice Marito que tiene razón.
-A qué se refiere...
-Acá se hizo mal la repartija. No fui el único perjudicado. Lo dijo Marito, lo dijo Beto. Lo dijo El Paisa y otro muchacho que no puedo nombrar. Pero alguien se quedó con gran parte de lo mío. Que es lo mismo que decir que se quedó con el futuro de mis hijas.
-¿Y sabe quién es?
-No. Pero sé quiénes no fueron.
-¿A quiénes les tiene afecto de la banda?
-A Marito, al Beto (de la Torre), al Doc (El ladrón fantasma), El Paisa. Buena gente.
El séptimo habla como un hombre tranquilo, “que ya está de vuelta”, como dice él. No le interesa la fama, la prensa, el acoso de los periodistas: “Me gusta el anonimato”.
Se hizo ladrón por la desgracia. No lo eligió, a diferencia de Araujo, el cerebro de la banda, que venía de formar parte de una clase acomodada y quiso experimentar con el delito. A los 12 cometió sus primeros robos. Le dolía ser niño. Lo criaron unos tíos porque su padre y su madre lo abandonaron. “Ahí hay un problema psicológico en mi cabeza, también, ¿no?”, se pregunta.
Este hombre, que jura que está retirado del delito, tuvo una carrera delictiva en Italia. Robó joyerías y fábricas. Y a los 17 años le pasó un hecho que él define como milagroso.
-Me metieron un balazo durante un robo. Estuve internado y ya me daban por muerto, sin esperanzas de sobrevivir. Pero en ese momento vi a lo lejos una luz pequeña que se fue haciendo grande y me envolvió. Y despertó y me vi todo cableado. El médico no entendía nada.
-¿Cree en Dios?
-Amigo, alguien tiene que haber. Algo superior. La Biblia fue escrita por el hombre. Pero no sé si tiene que ver, pero algún ser superior al que le habrán puesto el nombre de Dios tiene que existir. Pero vio cómo es: hay una Biblia y muchas religiones que lo explican de distinta manera. Pero yo creo que tiene que haber un Dios pero no sé qué es.
-¿Cree en los ladrones?
-En algunos. Como en los muchachos del robo del siglo con los que sigo hablando. Con los que no fueron leales y me traicionaron y se quedaron con lo mío, a esos ni perdón. Podrás ser inteligente, pero sino sos leal, sos un mal tipo.
-¿Va a reclamar lo suyo?
-Vivo en paz. Quien lo tenga debería devolverlo.
-Pero es plata del banco.
-El banco recuperó todo. Pero le aclaro. Yo no quiero acumular. Te pueden enterrar en un cajón de oro y o en un cajón de manzana. Y es lo mismo. A mí me va a tocar. A todos nos va a tocar. Por eso quiero que mis hijas no tomen nada de mi mal ejemplo. Quiero que hagan lo que les de libertad, sea estudio, su vocación y que ningún hombre las maltrate.
-¿Volvería a robar?
-No. Soy un jubilado que extraña a su esposa y quiere ver crecer a sus hijas. Ya no estoy muerto. Por ahora.
Extraído de Infobae.
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