El relato de la mujer que se salvó de ser asesinada por su ex en una misa en Lanús: “Me tiró el cuchillazo y la gente me corrió"
Dolores Rolón cuenta que su ex pareja la atacó cuando estaba comulgando. "A mí me salvó la gente. También salvaron al cura", contó.
"Desde que nos separamos nunca me dejó de hostigar. Y aunque vive en una zona donde hay un montón de parroquias venía a la misma que yo para molestar". La que habla es Dolores, la mujer a la que salvaron de un femicidio durante una misa en Lanús.
Dolores Rolón (60) le cuenta a Clarín que hace cinco años se separó de Oscar Eduardo Casagrande (63), el hombre que la atacó en la iglesia Nuestra Señora de los Trabajadores, en Villa Caraza: "Él no se quería separar, pero yo dije: 'Hasta acá llegué’, me cansé de la violencia psicológica que quería ejercer sobre mí pero no lo logró. No le tengo miedo".
La pareja vivió 32 años en una casa ubicada en Ucrania al 4500, en Lanús. En el lugar el hombre también había puesto una pizzería. Cuando cansada del maltrato ella le pidió el divorcio, se separaron de hecho porque no pudieron contratar abogados. Al ser la vivienda de la familia de Dolores, él se tuvo que ir y comenzó a amenazarla de muerte.
La mujer solo piensa en el bienestar de sus hijos. Ese es el único motivo por el que no quería volver a denunciar a su ex pareja. "Si lo denunciaba por tercera vez lo iban a llevar preso, por eso no quería denunciarlo, porque mi hija y nieto lo apoyan. No quiero hacerles daño", confiesa. Dolores vive con su hijo.
Casagrande está detenido desde el domingo al mediodía cuando intentó matar a Dolores en medio de la misa en honor a la Virgen Candelaria de Copacabana, patrona de Bolivia. Fue en el patio de la parroquia.
"Yo estaba sentada en el primer banco porque debía recibir la banda como todos los años. Me hice cargo de la Virgen. Entonces aparece él gritando que me iba a matar y también al cura. Nadie pensó que tenía un arma blanca", cuenta Dolores sobre los segundos previos al ataque.
Y aclara: "No llegué a levantar la vista, él me tira el cuchillazo, pero la gente me corrió. Lo pudieron agarrar, así evitaron que me ataque a mí y al párroco, que no se había dado cuenta de lo que pasaba. Después él se quiso matar, entonces la gente le sacó el cuchillo". Una de las personas que le quitó el arma blanca terminó con una herida en la mano.
"Había mucha gente de la comunidad boliviana, además estaban los ministros que dan la comunión", dice el sacerdote Adrián Marzilli (55), quien oficiaba la misa.
El párroco recuerda que Casagrande ya había tomado la hostia, y tras ello se abalanzó contra su ex pareja. Desde hace cuatro años trabaja en esa iglesia y dice que nunca pasó algo así. "La señora viene habitualmente a la misa, a él lo vi pocas veces", sostiene.
La víctima pulsó tres veces el botón antipánico y la policía llegó a los minutos. "A mí me salvó la gente, esa es la verdad. También lo salvaron al cura", dice Dolores que trabaja como pedicura. Confía en que el atacante termine preso por el intento de femicidio: "Si la Justicia argentina hace las cosas como debe, él no apareceré de nuevo".
Será tarea de la Unidad Funcional de Instrucción N° 8, especializada en violencia familiar y de género, del Departamento Judicial Avellaneda-Lanús, a cargo de María Soledad Garibaldi, darle respuesta a la víctima.
Un historial de violencia que dejó secuelas
Este intento de femicidio, como tantos otros, deja a la vista que la violencia no apareció de un segundo para el otro. En el caso de Dolores desde hace años las denuncias terminan en la nada porque el agresor, pese a que tenía una orden de restricción perimetral, merodeaba la casa de Dolores.
Cuando estaban en pareja, Casagrande "no quería que Dolores fuera a la iglesia, ni a ningún lado". Para ella, ese lugar se volvió su segundo hogar. "En la parroquia conseguí una familia, es mi contención. Toda la vida fui", dice la mujer.
Tras la separación, la violencia fue en aumento. "Siempre me muteaba por la calle. Era algo normal. Me decía que era una puta, que me acostaba con el cura y con todo el mundo. Me separé por los malos tratos", relata.
Y agrega: "Él me trató como una sirvienta toda la vida. Me terminé enfermando de la columna y del estómago por los nervios. Ahora voy por la segunda biopsia y tengo el carnet de discapacitada".
Para Dolores fue muy difícil que Casagrande se vaya de su casa. "Él construyó arriba y se quería quedar. Yo le dije que no haga eso, que en vez de construir le compre terrenos a nuestros hijos", explica Dolores. Pero no la escuchó.
En la esquina de la casa de Dolores vive su cuñada Sara. "Él me dijo una vez que la iba a matar, ya hace más de un año de eso", dice a Clarín desde el living de su casa mientras cuida a su bisnieta.
Sara está preocupada por Dolores a quien considera una hija: "Desde los 14 años estoy con su hermano, que falleció. Vivimos todos en la misma casa. Ella trabajó desde muy joven en La Salada y salió adelante, pese a todo". Y "le pide a Dios que Casagrande siga detenido porque si no la va a terminar matando".
(Fuente: Clarín)
Dejá tu comentario