El regalo de ser argentinos
*Por Carlos M. Reymundo Roberts. Ya va siendo un clásico que, cada tanto, yo dé rienda suelta a mi ilusión, a mi esperanza, y que por eso se me acuse de ser un optimista a sueldo del kirchnerismo.
Ya lo sé, y no me importa. Cuando miro las cosas que estamos viviendo reverbera en mi interior la convicción profunda de que el mundo debe abrirnos paso porque allá vamos, para nunca más volver atrás.
Repasemos, por ejemplo, las dos grandes jornadas electorales que el país acaba de tener. En Catamarca, la democracia se puso de pie con el enfrentamiento de Brizuela del Moral, un radical que fue kirchnerista y que ahora volvió a las fuentes, y Corpacci, una kirchnerista que se alió con los Saadi (sus primos hermanos), es decir, que para juntar votos se olvidó del progresismo y también volvió a las fuentes. Admirable versatilidad de todos, porque no hay nada menos funcional que un político dogmático.
El resultado de esa brega es que salió ganando el pueblo: Brizuela repartía empleo público y aumentos de sueldo, y Corpacci (la Casa Rosada), desde caminos y viviendas hasta libros. Si en Catamarca se votara todos los años, en una década sería más rica e ilustrada que Alemania.
Otro aspecto interesante es que la gente votó contra la perpetuación de Brizuela, que iba por un tercer mandato, y entonces ganó la alianza con los Saadi, que se perpetuaron allí más que nadie. Y Corpacci ya está pidiendo que se perpetúe Cristina, la eterna.
Julio Cobos, el sacrificado, estuvo todo el tiempo al lado de Brizuela haciéndole el aguante, y terminó comiéndose el garrón de la derrota. O a Cobos le conseguimos un nuevo empate en el Senado o terminará también él volviendo a las fuentes: "Cristina, ¿para octubre no necesitás un vice?"
En Chubut acabamos de ver otra justa republicana que hará agregar un capítulo a los libros de historia. Contabilizar menos de 300.000 votos llevó más que los 100 millones de Brasil, pero la causa es que fueron sobre seguro y los contaron uno a uno. Me parece muy bien: era tal la ansiedad por saber quién era el ganador, que algunos proponían poner las boletas en una balanza para ver cuáles pesaban más.
Ya sé que las tres horas que pasaron entre el cierre de las urnas y los primeros resultados hicieron echar a rodar las más oscuras sospechas. Todas son infundadas: el verdadero motivo es que Buzzi, delfín del gobernador Das Neves, que se sabía ganador, dedicó esas horas a preparar a su rival, Eliceche, para la derrota. Magnánimo, temió que un rápido traspié sumiera a éste en un pozo depresivo.
Es cierto que después Eliceche y toda la Casa Rosada denunciaron trampa y fraude. Que se presentaron a la Justicia y pidieron un nuevo escrutinio. En realidad fue una puesta en escena, pactada entre ambos bandos, para quitarle rating a Gran Hermano, que los domingos a la noche llega a medir 25 puntos. Lo consiguieron: hasta la gente que está más atenta a un paro de estibadores en Turkmenistán que a las elecciones en Chubut se pegó a los televisores para seguir minuto a minuto un conteo infartante, en el que la diferencia entre los dos candidatos peronistas por momentos era de apenas 300 votos.
Otra cosa que llamó la atención es que, en pleno siglo XXI, las cifras no fueran subidas a Internet, como ocurre hoy en todas las elecciones del mundo. También eso hizo pensar en manipulaciones, en irregularidades, en urnas volcadas. Nada más equivocado. Das Neves, que quiere ser presidente de los argentinos y que está en todos los detalles, tomó esa decisión para evitar el famoso "se cayó el sistema", detrás del cual, lo sabemos, se esconde el más perverso trasiego de votos. ¿Cómo evitar el tan temido "fraude informático"? Das Neves lo resolvió: sin informática.
El último hecho que alimenta mi optimismo es que Obama pasó por la región sin poner un pie en la Argentina. Eso habla de nuestra independencia de los grandes centros de poder, eso demuestra que tenemos nuestra propia agenda, eso significa que no nos arrodillamos ante nadie. A Brasil y a Chile, a Dilma y a Piñera -vaya a saber la cantidad de concesiones que tuvieron que hacer para ser incluidos en la gira-, desde aquí tenemos algo para decirles.
Mientras ustedes se entretenían con esa visita, nosotros seguíamos atentamente el cruento conflicto en Libia. Mientras ustedes estrechaban las manos del hombre que manda a sus aviones a dejar un reguero de sangre en ese país, nosotros, a través de nuestro canciller, nos solidarizábamos con Khadafy.
Y una última cosa, señora Dilma y señor Piñera. ¿Ustedes tuvieron a Obama? Pues entérense: la semana que viene, ya lo confirmó la Cancillería, ¡nosotros tendremos a Chávez!