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El que mata... tiene que ser condenado

Pasaron cuatro años, y la sentencia llegó. Fue el caso que puso a Susana Giménez en la mirada de todos.

Por Mauro Szeta

@MauroSzeta

El 27 de febrero de 2009, el florista de Susana Giménez, Gustavo Lanzavecchia, aparecía asesinado en su casa de Lomas del Mirador. Lo habían matado de un modo cruel y perverso. Lo habían atado de pies y manos, le habían tapado la boca, y lo habían tirado a la pileta de su casa para que muriera ahogado. Dos de los asesinos eran conocidos de la víctima. Por eso, el plan delictivo consistía en robar y matar para no dejar ninguna evidencia.

Shokeada, sacada, Susana Giménez, enterada del crimen, gritó la frase más polémica: "El que mata, tiene que morir". Así instaló una vez más una eterna discusión por la aplicación de la pena de muerte en Argentina. Algunos la amaron, otros la odiaron. Un tiempo después, la diva intentó bajarle el tono a sus palabras y las enmarcó en su estado de angustia por el crimen de su amigo.

De arranque se supo que los asesinos eran tres. Habían llegado a la casa con el pretexto de comprar un auto que era propiedad de un policía amigo de Lanzavecchia. Adentro de la casa todo fue locura. Hubo golpes, cortes, y un final homicida. Por el ataque, el amigo de Lanzavecchia, el policía Alejandro Álvarez Auer, terminó herido a puñaladas. Algunos lo tildaron de entregador, pero para la justicia fue sólo un importante testigo. Las detenciones no tardaron en llegar. Roberto Leiva, Fredy Chena Paredes y Juan Ibáñez Navarro, fueron acusados por el crimen.

En el juicio oral, a Leiva lo condenaron como coautor del homicidio, y le dieron la pena de perpetua. En cambio, a Chena Paredes le dieron diez años de prisión porque entendieron que sólo había participado del robo y era ajeno al crimen. Para la fecha del juicio, Juan Ibáñez estaba prófugo. Lo detuvieron a fines del 2012 en Córdoba. La familia de la víctima no se quedó conforme con el fallo, y pidieron la misma pena de perpetua para todos.

Ahora, la Cámara de Casación le dio la razón a los Lanzavecchia. A Chena Paredes lo consideraron coautor del homicidio, y le subieron la pena a perpetua. Los jueces fueron claros. Hubo un plan para entrar a robar a esa casa, hubo un plan para matar y hubo un plan para escapar. Todos fueron coautores del mismo delito. Entre todos ataron a la víctima. Ninguno quiso salvarla o parar el crimen.

En el fallo se descartó que el móvil del crimen haya tenido que ver con una fiesta sexual gay. En la sentencia quedó en claro que a Lanzavecchia lo mataron para tapar el robo, para ser impunes. Por suerte se aplicó el mayor rigor de la ley, y no hizo falta una decisión divina para decir como decía Susana que "el que mata tiene que morir".