El Pub latino - Deportes de alto riesgo
El entorno de la situación no podía ser peor: Por un lado el Abasto, siempre amenazante, hora: cinco de la mañana.
Por Cristina Wargon
@CWargon
El entorno de la situación no podía ser peor: Por un lado el Abasto, siempre amenazante, hora: cinco de la mañana, (momento en que los habitúes se desmayan de vino en las esquinas y los que todavía pueden caminar les roban las zapatillas) Presente en la situación y empeorando todo: marido enfurecido, A su lado la que suscribe que quería entrar a una bailanta recién inaugurada de nombre La Mary ( he allí la furia del marido).
La música llegaba a cuatro cuadras a la redonda, perforando las orejas de los muertos. Tan fuerte que casi tapaba las puteadas de mi esposo quien había decido seguirme.
Con paso firme entré al lugar, La orquesta, en estado de alcoholismo avanzado, se estaba tomando un descanso y algunos tragos de refuerzo. La luz negra hacia brillar los blanquísimos dientes de la concurrencia. El animador oficial y también cantante ponderaba las bondades del cebiche e invitaba para la próxima bailanta ya que ésta llegaba a su fin.
Los bailenteros morenos y aindiados estaban medios derrumbados por la cerveza que a esta altura corría en hilitos por el piso, Bah, espero que haya sido cerveza , mientras algo similar al humito de discoteca (pero que a mi juicio era talco) cubría la minima pista. La banda consiguió reponerse y se largó con otro tema. Los pies se me iban solos cuando de atrás escuché la represiva voz de mi acompañante: sos demasiado alta y demasiado rubia para este lugar. No agregó demasiado vieja porque conoce mi límite entre desear matarlo y clavarle un destornillador en el esternón .De cualquier modo con la ternura de una cobra repliqué: y vos sos demasiado petizo en cualquier lado. El hecho de que ambos tuviésemos razón confirma mi teoría sobre los matrimonios que duran demasiado: a la larga comienzan a decirse la verdad.
Mientras tratábamos de ponernos de acuerdo sobre el abogado y cómo nos repartiríamos los libros! Llegó la cana!
Era apenas un patrullero que estacionó en la puerta, pero bastó para desatar mi paranoia, los "hermanos latinoamericanos" pasaron a tener todos un locutorio trucho y un anexo de venta de heroína y, por supuesto, yo iba presa en el montón como encubridora. Desesperadamente trataba de ver si había llegado Crónica y más desesperadamente aun vislumbrar alguna salida de escape.
Con artero sentido de la venganza, pero sin ninguna finura, mi acompañante acotó: jodete!. Ahí decidí que los libros de arte me los iba a quedar yo auque fueran de él, Finalmente, luego de idas y venidas, y arreglos que prefiero desconocer, la cana se fue y regresamos a casa. El próximo sábado vuelvo a bailantear....! Sola!