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El proteccionismo genera daños

A través de inversiones ineficientes, pérdidas de oportunidades y focos de corrupción, cada vez que el proteccionismo se hizo grosero en la Argentina, la economía se retrasó.

Derechos de exportación (retenciones ad valorem ) masivos; obligatoriedad de liquidar las divisas provenientes de la exportación; restricciones cuantitativas a la exportación de energía, carnes y granos; licencias no automáticas para la importación de listas de productos cada vez más amplias; creciente intervención aleatoria, arbitraria e informal (vía llamadas telefónicas) del secretario de Comercio en los mercados financieros, de cambios y en el despacho a plaza de mercaderías importadas ; presión (también arbitraria y sin normas escritas) sobre los importadores para "machear" el valor de sus compras externas con exportaciones; restricción y autorización previa para las compras de divisas para atesorar, pagar servicios, gastos de turismo y giros de utilidades.

Y ahora se anuncia a partir del 1/2/2012 un control generalizado y autorización previa de todas las operaciones de importación.

Esto es tan sólo una descripción somera de la secuencia de medidas que desde comienzos de 2002 vienen aislando la Argentina del resto del mundo . Es muy difícil convencer a la opinión pública de que estas medidas no protegen a todos los argentinos, castigando a los extranjeros, sino que – más allá de cualquier impacto que puedan tener en el exterior – ellas benefician a algunos argentinos al costo de perjudicar a otros . Basta sólo con pensar en el aumento general de los precios de celulares y computadoras para beneficio de un puñado de ensambladores y sus empleados en Tierra del Fuego.

Estas redistribuciones no son "sociales" (en el sentido de que gravan a los ricos para beneficiar a los pobres o excluidos). Se trata de redistribuciones típicamente sectoriales, que benefician a algunos capitalistas y asalariados "productores" a costa de otros capitalistas y asalariados "consumidores" .

Las aduanas nacieron en tiempos lejanos y durante siglos cumplieron mayormente el rol de proveer de recursos al erario público. Hay que decir – en honor a la verdad – que gravando el comercio de forma moderada, no prohibitiva, las aduanas cumplieron razonablemente con ese rol.

Con el transcurso del tiempo y a medida que se fueron adoptando impuestos más eficaces (como a los réditos o al valor agregado), los tributos aduaneros fueron perdiendo significación. Pero lejos de contribuir a su desaparición, las aduanas echaron raíces profundas en las fronteras y fueron "colonizadas" por intereses particulares que, escudándose en el "interés nacional", las convirtieron en instrumento de discriminación, reasignación de recursos y redistribución del ingreso.

Únicamente su existencia justifica el obsesivo empeño que se pone en discriminar las transacciones "internas" de las "externas" y dentro de éstas, entre importaciones y exportaciones.

Estas categorías – artificiales desde cualquier lógica – se han enquistado en el imaginario popular provocando notables distorsiones . A muchos porteños – por ejemplo – no les molesta comprar caramelos jujeños ni se excitan con la venta de sus manufacturas a los mendocinos; en cambio a las importaciones de Asia les dicen "chucherías" y están convencidos de que en cada exportación va la soberanía nacional.

En esto algo de razón tienen: tanto daña el proteccionismo a la competitividad de la industria local, que lograr vender algo manufacturado al exterior sin algún tipo de subsidio puede ser una "misión imposible" . Como además se enquistó la idea de que exportar bienes con valor agregado en las ciudades es mejor que vender aquellos cuyo valor se agrega en el campo o en la minería, se llegó al engendro por el que las exportaciones agrícolas son discriminadas en favor de las urbanas.

Estos pocos ejemplos muestran cuan eficaces fueron las ideas proteccionistas para introducir confusión y ocultar costos y beneficios privados detrás de la falsa fachada del interés nacional.

Así, no sorprende ver a personas de los más variados niveles económicos y sociales tomar partido por tales ideas pese a ser perjudicadas por ellas.

En el caso particular de la Argentina de hoy, estas medidas se toman en un marco de una demanda agregada que, impulsada por políticas fiscales y monetarias desaprensivas, viene resultando en tasas de inflación del orden del 25% anual . Es obvio que no se adoptan para paliar el desempleo – como ocurrió en muchos países en los años 30 – sino para asegurarle al Tesoro (vía un Banco Central sumiso) un flujo de divisas a precios artificialmente bajos.

Sea cual fuera la excusa, el resultado es conocido: a través de inversiones ineficientes, pérdidas de oportunidades y la creación de focos de corrupción, cada vez que el proteccionismo se hizo grosero en la Argentina en los últimos ochenta años, la economía se retrasó respecto del mundo desarrollado.