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El profundo dolor de Miguel Romano: murió su esposa Mercedes

Según había contado el estilista, la mamá de Paola estaba luchando contra una dura enfermedad. Se conocieron de adolescentes, se casaron en 1958 y no se separaron más.


Miguel Romano transita un momento de profundo dolor por la muerte de Mercedes López Paredes, su compañera de toda la vida y madre de su única hija, Paola. De acuerdo a lo que había informado el reconocido estilista, Meme, como todos llamaban a su esposa, tenía 85 años y venía luchando contra una dura enfermedad. Su fallecimiento golpeó al entorno familiar tanto como al del espectáculo, que expresó las condolencias para el coiffeur y a su círculo íntimo.

Si bien su cuadro era delicado, la noticia trascendió a partir de una publicación de Graciela Borges. La gran actriz argentina, amiga de Romano y de su familia, subió a sus historias de Instagram una foto de Mercedes con un mensaje de despedida: “Vas a estar en mi corazón para siempre, te amo”, escribió Graciela, mencionando en la publicación al estilista y a su hija.

En una entrevista reciente, y mientras hablaba de su polémica con Susana Giménez, su histórica musa, Romano se había referido al delicado cuadro de Mercedes. “Mi mujer está muy, muy enferma. Las dos cosas se me suman. Seguí trabajando porque tengo una familia que mantener, tengo una hija, una nieta. Y voy a seguir trabajando hasta el día que me muera”, enfatizó semanas atrás en declaraciones a Mañanísima (El Trece).

En LAM (América), compartieron la información con un breve repaso por la historia de amor que lleva más de 65 años y que nació de casualidad. Ella trabajaba de niñera cerca de una peluquería en Villa Urquiza. Sin saberlo, estaba por entrar a una nueva vida, en la que permaneció hasta su final. “Vino una chica y le dije ‘quedate en la peluquería que te van a hacer manos’. Le corté una, dos, tres veces el pelo y empecé a salir con ella”, le contó el coiffeur a Myriam Bunin en su programa Con estilo.

Mercedes empezó a trabajar como manicura pero su belleza hizo que el salón le quedara chico. El camino al modelaje modelaje o la actuación parecía inevitable. “Fuimos a un concurso que escuchábamos poruna radio enorme”, continuó Romano. Las revistas de la época buscaban a Miss Fotogenia y Meme quedó preseleccionada entre 1800 chicas. Pasaron seis meses, siguió sorteando instancias y estuvo entre las diez que llegaron a la final. Y cuando Miguelito había perdido las esperanzas, escuchó el nombre de su novia entre trompetas de júbilo.

Miguel y Mercedes no se separaron más, y su trabajo le abrió las puertas de la fama, un camino que empezó con Tita Merello y luego estuvo a la vista de todos. Meme vio como pasaban por las manos de su marido las figuras más impactantes del espectáculo nacional. Susana y Graciela, claro. Pero también Nélida Roca, Isabel Sarli, Moria Casán y siguen las firmas. “Mercedes nunca fue celosa de mi trabajo, siempre fue muy humilde”, sentenció Miguelito para resumir a su compañera eterna.

Mercedes nació en España y llegó al país de muy chica, huyendo de guerra civil, como tantos compatriotas de aquella época y con la familia desperdigada. Ella se afincó primero en Belgrano para hacer tiempo, hasta que lograron unirse todos en Villa Urquiza. Y en una entrevista con La Nación, dio su versión del encuentro que le cambió la vida.

“Yo trabajaba como niñera en la casa de un médico y en forma paralela, empecé a estudiar flamenco en una escuela de danzas. Amaba esa danza, bailaba la jota desde muy niña y era mi sueño seguir aprendiendo. Una tarde, en ese mismo lugar, me lo crucé a Miguel, que solía hacer gimnasia. Éramos dos adolescentes, él tenía 18 años y yo 14. Me preguntó qué hacía, le conté que cuidaba niños, que amaba el flamenco. ‘Venite a trabajar a mi peluquería’”, me dijo”.

Ella aceptó y entró a un mundo en el que todo estaba por escribirse. Mientras hacía manicura, Mercedes admiraba el profesionalismo y la pasión con la que trabajaba Miguel. Al poco tiempo se pusieron de novios y no se separaron más. Se casaron en 1958, ella fue testigo como aquel atelier improvisado de Urquiza mutó en el salón por el que desfilaron los más grandes del espectáculo. Y ella fue parte clave de ese engranaje, que sostuvo hasta que ya no pudo más.

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