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El "Principito" y el interés argentino

*Por Alejandro Mareco. Inglaterra viene a decirnos que no importa el apoyo suda­mericano ni las resoluciones de la ONU. Que lo único que importa es la fuerza.

Guillermo está en Malvinas: otro "Principito" voló al desolado final del sur, casi 30 años después de aquellos días de la guerra. Con él, llegó también un gigantesco y moderno barco destructor. Dicen, ellos, que son sólo maniobras, entrenamientos. Pero, ya sabemos, en política mundial, y sobre todo los poderosos, nunca dicen la verdad.

Por eso, el arte de la historia mucho tiene que ver con sortear la trampa que ponen las palabras de la mentira. La peor versión de la historia es la que se acomoda a esas mentiras. Y acaso, mal que nos pese, es la que más abunda. Por eso es necesario revisarla siempre. La historia nunca está definitivamente escrita.

Lo cierto es que los ingleses apelan hoy a su viejo recurso de demostración de fuerza, de su capacidad de matar, para ningunear el poder de la palabra en funciones diplomáticas.

La diplomacia es eso: hablar y hablar tratando de alcanzar un entendimiento. Pero a los que tienen el poder de las armas, no les importa la razón: un cañón vale más que mil palabras.
Inglaterra, con su "Principito" y su barco, viene a decirnos que no importa el apoyo sudamericano expresado en la decisión de no permitir en los puertos de varios países de la región el arribo de barcos con bandera de Malvinas en versión inglesa; que tampoco importan las resoluciones de las Naciones Unidas para que ellos y nosotros nos sentemos a dialogar sobre la soberanía en las islas. Que lo único que importa es la fuerza, justamente nuestro punto débil.

No sólo sentimientos. Hay quienes en este país sostienen que perdemos tiempo y ocupación en la cuestión Malvinas, en nuestro persistente reclamo de soberanía. Lo primero que hay que señalar es que no se trata sólo de una cuestión sentimental (acaso poética, como cuando Atahualpa Yupanqui dice: "Ay, hermanita perdida, hermanita vuelve a casa") o de puro nacionalismo elemental.

También se trata de interés estratégico y económico. Las islas nos pertenecen, sin ninguna duda, por más argumento pueril que pongan los ingleses ("autodeterminación de los habitantes" no sólo suena como una burla; lo es porque lo dicen quienes no han respetado la voluntad de millones y millones, pero sí les interesa la voluntad de 2.500 isleños) y que nos tilden de "colonialistas" justamente quienes en las islas sostienen uno de los últimos enclaves coloniales del mundo.

Si los ingleses hacen esta demostración de Principito y destructor es porque las islas son una fuente de riqueza (pesca y, posiblemente petróleo), además de puesto de control del mar austral.

Ese usufructo debería estar en manos argentinas y hasta le daría al país otra dimensión en su posición estratégica en el mundo.

En cuanto al nacionalismo, mientras este mundo esté dividido en países (que no siempre son una nación, como que la nuestra es América latina) no hay manera de manejarse de otro modo, pues significa la defensa de la sociedad a la que se pertenece. Aunque una cosa es el nacionalismo agresivo de las potencias dominantes (en esto, todas se parecen al nazismo) y otra el nacionalismo defensivo, es decir, el que intenta frenar la vieja costumbre de ser objeto de saqueo.

"Lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española: una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer...", decía José de San Martín.