El presupuesto, una emboscada para la oposición
*Por Carlos Pagni. La discusión del presupuesto nacional será una celada de Cristina Kirchner a sus rivales en plena campaña proselitista.
La oposición ya no formará aquel frente de ocho bloques que el año pasado rechazó el proyecto del Poder Ejecutivo para proponer un dictamen propio. Cada bloque seguirá su propia estrategia. Sería un giro aceptable si no fuera porque la Presidenta, con astucia, envió un articulado casi idéntico al del año pasado. Sobre todo en lo referido a falsedades. La inflación, por ejemplo, sigue siendo del 9%. ¿Por qué, entonces, para muchos se ha vuelto admisible lo que antes no lo era? Simple: la autora de la ficción acaba de obtener el 50% de los votos. En la política argentina la victoria es capaz de transformar invenciones en verdades.
El jueves pasado el Gobierno entregó su propuesta en la mesa de entradas de la Cámara de Diputados, sólo para cumplir con el calendario. La consigna fue que el texto no podría distribuirse. Es probable que a partir de hoy los legisladores lean un mamotreto distinto del que les enviaron.
Se entiende: Carlos Zannini y la señora de Kirchner regresaron a la Casa Rosada el viernes, y todavía quedaban peleas de dinero por saldar.
El kirchnerismo se mostrará urgido por la ley. No hay que creerle. Podría aprobar el presupuesto por decreto, como el año pasado. O esperar a diciembre y, con una composición parlamentaria mejorada por el resultado de las urnas, sancionar la iniciativa en sesiones extraordinarias. Pero la estrategia de la Casa Rosada será presionar a sus adversarios por razones electorales, no administrativas.
El bloque de la UCR ya insinuó que acompañará al Gobierno. "En 2010 pagamos un costo importante por dejarlo sin esta ley", descubrieron allí. Otro problema para Alfonsín, que deberá aprobar lo esencial de la acción oficialista.
El invariable pacifismo de Hermes Binner -nunca hay que olvidar que es anestesista- tiene motivos más prosaicos que la recomendación de sus asesores de campaña. Debe velar por la gobernabilidad santafecina, que en los próximos cuatro años dependerá como nunca de la buena voluntad del PJ.
La encrucijada de Mauricio Macri es más compleja. Sus consultores lo han convencido de que para retomar la carrera presidencial debería legar a la ciudad un par de creaciones icónicas: la construcción de un centro cívico o la extensión del metrobús, por ejemplo. Son proyectos inviables sin la colaboración financiera de la Casa Rosada. Macri está dispuesto a negociarla, pero tropezó con una piedra antes de empezar. Cristina Kirchner ordenó a sus centuriones que lo destrozaran por haber reclamado que, de una vez por todas, se concrete el soterramiento del Sarmiento. Macri sabe bien de esa demora: la obra le fue adjudicada a su primo Angelo Calcaterra.
¿Qué mejor que volver al idilio apoyando el presupuesto? La negociación en Diputados está a cargo de Jorge Triaca, quien pone como condición que el Ejecutivo deba pedir autorización al Congreso para utilizar los excedentes de recaudación, que este año fueron de 35.000 millones de pesos.
La Coalición Cívica presentará, como el año pasado, una propuesta de Alfonso Prat-Gay basada en hipótesis propias de crecimiento e inflación. En la bancada de Elisa Carrió se ufanan de haber acertado con las previsiones: aquellos $ 35.000 millones de más, que el Tesoro no reconoció en el cálculo original para poder gastarlos sin control parlamentario. Los diputados de Carrió aducen que su proyecto hubiera implicado una política social más progresista.
El desequilibrio de poder que impera en la Argentina vuelve irrelevante la tensión entre el kirchnerismo y sus rivales. Para conocer los límites del oficialismo no hay que mirar los movimientos parlamentarios, sino los números del presupuesto. La última versión conocida, a la que accedió La Nacion, revela otra vez que la principal oposición a este gobierno es su propia política energética.
En varios artículos aparecen los recursos que Julio De Vido demandó a los funcionarios de Hacienda. El ministro necesita que el Tesoro tome deuda hasta $ 10.000 millones -40% más de lo que pidió para este año- y US$ 3000 millones para importar el gas y el gasoil "necesarios para sostener el mercado eléctrico", según figura en una nota aclaratoria destinada a la Presidenta.
De Vido solicitó una exención impositiva para importar la friolera de 6 millones de metros cúbicos de gasoil, que podrían llegar a 7,2 millones. El doble de lo que se había autorizado en 2010. Esta vez el requerimiento se extiende a la importación de 800.000 metros cúbicos de nafta.
Para el desarrollo de infraestructura energética De Vido pidió también una autorización a tomar deuda por US$ 8935 millones -1400 más que el año pasado-. Más la posibilidad de avalar pasivos por US$ 27.795 millones y un permiso de endeudamiento plurianual por US$ 22.216 millones. De Vido propuso también que se asuma la deuda por las importaciones de gasoil desde Venezuela por 1.128.689.904 dólares.
A partir de hoy se sabrá qué recortes introdujo la Presidenta en esas cuentas. Al parecer, ella está dispuesta a salir al mercado internacional cuando se trate de financiar obras específicas. Con la Anses ya no le alcanza. También fantasea con la creación de un Ministerio de Energía, puesto bajo la órbita de De Vido. ¿El ministro iría a la Jefatura de Gabinete? Florencio Randazzo se pondría al borde del infarto. ¿O a Economía? ¿Quién encabezaría la nueva cartera? ¿Daniel Cameron o Roberto Baratta?
La estrategia de cubrir el déficit energético con importaciones de gas y combustibles ha puesto en jaque el "modelo". Esas compras son el principal factor de que el superávit comercial esté disminuyendo. La oferta de dólares se ha reducido y, por lo tanto, financiar la acelerada salida de capitales se vuelve día a día más difícil. Dada esta dinámica, los US$ 7000 millones que el presupuesto propone sacar de nuevo de las reservas del Banco Central para pagar a los acreedores son más caros que los del año pasado.
Boudou pretende salir de la encrucijada con un acuerdo con el Club de París, un acercamiento con el Fondo y la emisión de bonos en el mercado internacional. Para esa jugada promueve a su secretario de Finanzas, Hernán Lorenzino, como nuevo ministro. A Boudou lo inquieta menos que a Lorenzino -o a Diego Bossio, otro aspirante a sucederlo- que la Presidenta hable seguido con Mercedes Marcó del Pont. Boudou informó a sus amigos: "Ella me pidió que me prepare porque a partir de diciembre va a viajar mucho". El quiere ser más que un vice. Instalado en un despacho de la Casa Rosada, se imagina gobernando. Casi un Néstor Kirchner. Esa expansión irrita a Daniel Scioli: "Amado no debería quemar etapas; mejor que aprenda a presidir el Senado en vez de intentar presidir la Nación", dijo ante algunos íntimos. Cree que le están armando un competidor para 2015.
Las gigantescas ambiciones de Boudou exceden su influencia operativa. Hasta ahora no pudo realizar su programa. La estrategia del endeudamiento cuenta con el aval de los banqueros, sobre todo los de Adeba. Es obvio que Jorge Brito -el empresario que más influye sobre el ministro y más accede a la Presidenta- apoyará esa línea: si se descarta el mercado internacional, el Tesoro querrá quedarse con la liquidez de los bancos. Brito viene conjurando esa amenaza sembrando en la Casa Rosada el terror a una corrida.
Si se leen los artículos 45 y 87 de la última versión conocida del presupuesto, se verá que Boudou dejó preparada la reestructuración con el Club de París y la salida al mercado. Pero su estrategia tiene dos dificultades. Una es externa: desde la embajada en Washington le informaron al Gobierno que si la operación depende del respaldo norteamericano hay poco que esperar de ella. Las relaciones del kirchnerismo con la administración Obama se arruinaron con el incidente del avión de la Fuerza Aérea norteamericana. Héctor Timerman debería prestar atención a este ajedrez. Está en juego su cabeza.
La otra dificultad es interna: se llama Cristina Kirchner. Ella está abordando una nueva agenda de problemas económicos con las categorías heredadas de su esposo. Habla de un dólar competitivo que ya no existe porque se lo tragó la inflación. Reniega de la "energía barata", pero se niega al aumento de tarifas -aunque De Vido lo promete a las distribuidoras para noviembre-. Atada al viejo catecismo, la Presidenta insiste en predicar las virtudes del desendeudamiento. Parece no advertir que la salida que le propone su ministro es endeudarse.