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El preso y su formación académica

La educación de los encausados como también el aprendizaje de oficios son instrumentos de reinserción y dignificación de personas castigadas por cualquier motivo.

Hay noticias auspiciosas, como que de los casi seis mil internos alojados en los establecimientos penitenciarios de la Provincia, alrededor de la mitad cursa estudios en los distintos niveles de la enseñanza y la otra mitad concurre a talleres de diferentes oficios.

Entre los tres mil reclusos que estudian, el 47 por ciento lo hace para iniciar o completar el ciclo primario; el 27 por ciento, el de nivel medio, y 2,5 por ciento cursa estudios universitarios. A éstos hay que agregar los que concurren a los distintos talleres, que es otra forma de aprender y capacitarse para el mercado laboral.

El Gobierno provincial y la Universidad Nacional de Córdoba acaban de firmar un convenio para colaborar con personal docente, bibliografía y material didáctico para hacer posible esta tarea –que, por cierto, merece el reconocimiento de la ciudadanía–, como así también de otras instituciones públicas y privadas, incluso de organismos internacionales, para mejorar el servicio educativo en las cárceles.

En una sociedad civilizada, democrática y tolerante, las cárceles no son sólo lugares de castigo sino de contención y reeducación. El preso, cualquiera sea el delito que haya cometido y la condena recibida, es un ciudadano más, que tiene los mismos derechos y atribuciones que el resto de la población.

Es verdad que no se puede idealizar o edulcorar la situación de las cárceles, en muchas de las cuales los presos se hacinan, viven en malas condiciones y pueden llegar a amotinarse y producir hechos de violencia en gran escala, como ha ocurrido varias veces en Córdoba.

De ahí que la construcción de edificios carcelarios que reúnan las mínimas condiciones de habitabilidad constituye un deber del Estado. Por ello, fue absurda la consigna levantada en una reciente campaña electoral, que decía "menos cárceles y más escuelas", cuando lo que debería decirse es "mejores cárceles, para que sean mejores escuelas".

Cáritas Arquidiocesana, que es la institución de ayuda social más importante del país y que recibe donaciones de todo tipo destinadas a la gente necesitada, consignó un dato muy interesante: la mayoría de los libros donados es destinada a las bibliotecas populares, las escuelas más necesitadas y, sobre todo, a los distintos establecimientos del Servicio Penitenciario, es decir a las cárceles e institutos correccionales de menores.

Quiere decir, entonces, que este servicio educativo debe ser apoyado por toda la comunidad, ya que en una sociedad libre el preso es un ciudadano que debe ser recuperado y reintegrado y no hay mejor camino que la educación en todos los niveles, o el aprendizaje de oficios, para lograr ese objetivo. Es la mejor forma de construir una sociedad más segura e integrada por todos sus miembros.