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El pos alperovichismo

Por Fernando Stanich* Da la sensación de que todos esperan que pase el 28. Es como si los principales actores políticos de la provincia fuesen conscientes de que la suerte está echada y de que el resultado de las urnas será meramente anecdótico.

Con excepción de los acoples, que ponen en juego su pellejo, todos piensan en el lunes 29 de agosto y no precisamente para recordar al tucumano Juan Bautista Alberdi.

¿Qué escenario se plantea a la vuelta de la elección que tuvo la campaña más monótona que se recuerde? Según la mesa de café de que se trate, algunos hablan del pos alperovichismo y, otros, de la perpetuidad del modelo. Al menos, en intenciones.

No hay malpensado que no arroje con convicción que el gobernador, José Alperovich, impulsará una nueva reforma constitucional -la segunda de su gestión- para garantizarse la reelección indefinida. La movida, incluso, ya tiene fecha: el tórrido verano de 2012. Claro que para que ese engranaje funcione hace falta una pieza elemental: unos 550.000 votos el próximo domingo. Y ahí los mismos "malpensados" ensamblan otra cuestión que, por más explicaciones oficiales que se brinden, nunca quedará clara: ¿por qué el escrutinio en manos de una empresa privada y no en las del Correo Argentino? Atando cabos, estos mismos desconfiados son capaces de probar científicamente que ese toqueteo a la Carta Magna vendrá con elección por departamentos y vía libre al gobierno eterno.

En la mesa de enfrente esbozan otra teoría. Alperovich está más cerca del 50% de los votos que del 70%. En consecuencia, ya hay que pensar en lo que vendrá: Alperovich no se atreverá a forzar otra reforma constitucional y deberá abrir la sucesión. Y aquí empieza la parte del cuento en la que varios se sienten "los elegidos de José" o, en todo caso, los "herederos".

Basado en la teoría de la evolución, de Darwin, el intendente Domingo Amaya siente que es la garantía de continuidad del modelo de gestión que signó Alperovich, pero con un plus: el diálogo, la institucionalidad y la construcción a largo plazo. Y al que lo quiera escuchar le saca la chapa de su "banca" cristinista.

El protocolar Osvaldo Jaldo se mira al espejo. Se anima recordando que arrancó 2003 exiliado en Trancas, que hizo banco mirando la Casa de Gobierno por las ventanas de la Caja Popular y que hoy es el hombre fuerte del alperovichismo: maneja una caja de más de $ 1.300 millones anuales en municipios y comunas y las riendas políticas del interior.

La senadora Beatriz Rojkés dice que no, pero sueña con que sí. Y abroquela un ala importante del gabinete a sus espaldas. El rojkesismo es un movimiento que aspira a posicionarse por sí sólo en el poder.

El ministro de Salud de la Nación, Juan Manzur, siempre estuvo convencido de que sería el sucesor. Pero al pegajoso vicegobernador lo carcome la intriga y la incertidumbre que le genera la distancia.

Y la diputada Stella Maris Córdoba quiere subirse a los aires cristinistas con buen sentido de la oportunidad, pero con poco sustento territorial y político: algunos sostienen que la mimada del matrimonio K no aprovechó los años para armar su estructura de poder.

Cara o ceca

Aunque suene a mal gusto, en esas mesas de café no se habla de mañana ni del aumento diario del costo de vida. Se habla de 2015, se pasa por alto la elección del 28 y se proyectan figuras. Al final, todo hace concluir en que en la política tucumana hay cosas dichas de antemano. Y la principal tiene que ver con que la ciudadanía seguirá ajena a la discusión pública: porque la moneda ya está en el aire, y da la sensación de que nunca cae de su lado. Con o sin Alperovich.