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El pesimismo de los EE.UU. es ya crónico

*Por Joseph Nye. Cuando un Estado es preponderante en cuanto a recursos de poder, los observadores hablan con frecuencia de que se encuentra en una situación hegemónica.

En la actualidad, muchos expertos sostienen que el poder en ascenso de otros países y la pérdida de influencia norteamericana en un Oriente Medio revolucionario indican una decadencia de la hegemonía norteamericana, pero este término es confuso. Para empezar, la posesión de recursos de poder no siempre entraña que se consigan los resultados deseados. Ni siquiera la reciente muerte de Osama bin Laden a manos de fuerzas especiales de los Estados Unidos indica nada sobre el poder norteamericano en un sentido o en otro.

Para entender por qué, piénsese en la situación posterior a la Segunda Guerra mundial, en la que correspondía a los EE.UU. una tercera parte del producto mundial y este país tenía una preponderancia abrumadora en cuanto a armas nucleares. Muchos lo consideraban un hegemón mundial. No obstante, los EE.UU. no pudieron impedir la "pérdida" de China, "hacer retroceder" el comunismo en la Europa oriental, evitar el punto muerto en la guerra de Corea, derrotar al Frente de Liberación Nacional de Vietnam ni desalojar al régimen de Castro de Cuba.

Incluso en la época de la supuesta hegemonía norteamericana, los estudios muestran que sólo una quinta parte de las medidas adoptadas por los Estados Unidos para imponer cambios en otros países mediante amenazas militares dieron resultado, mientras que las sanciones económicas sólo lo hicieron en la mitad de los casos.

Aun así, muchos creen que la preponderancia actual de los Estados Unidos en cuanto a recursos de poder es hegemónica y que decaerá, como ocurrió antes con la de Gran Bretaña . Algunos norteamericanos tienen una reacción emocional ante esa perspectiva, pese a que sería ahistórico creer que los EE.UU. tendrán eternamente una participación preponderante en los recursos de poder.

Si bien los EE.UU. tienen problemas, no encajan en la descripción de decadencia absoluta de la antigua Roma y, por popular que sea, la analogía con la decadencia británica es igualmente engañosa.

Pese a lo mucho que se habla a la ligera del imperio norteamericano, los EE.UU. están menos atados y tienen más grados de libertad que la que disfrutó Gran Bretaña jamás. De hecho, la posición geopolítica de los Estados Unidos difiere profundamente de la de la Gran Bretaña imperial: mientras que esta última tenía que afrontar a vecinos en ascenso en Alemania y en Rusia, los Estados Unidos se benefician de los dos océanos y de vecinos más débiles.

Pese a esas diferencias, los norteamericanos son propensos a creer cíclicamente en la decadencia . Los Padres Fundadores se preocupaban por las comparaciones con la decadencia de la República romana. Además, el pesimismo cultural es muy norteamericano y se remonta a las raíces puritanas del país.

Como observó Charles Dickens hace un siglo y medio, "de creer a sus ciudadanos como un solo hombre, (los EE.UU.) están siempre deprimidos, siempre estancados y siempre son presa de una crisis alarmante y nunca dejaron de ser así".