El peronismo es la ideología del poder
A 70 años de la construcción cotidiana del 17 de Octubre.
"Para ser peronista sólo basta con decir que sos peronista", sostiene el lúcido reducidor.
"¿Nadie puede decirte que no lo sos?".
70 años después, agotado, sin jefe y sin ideas, el peronismo se dispone a ganar otra elección. En "estado vegetal".
Significa que desmitificar al peronismo es una tarea bastante fácil. Como encontrarle contradicciones. O agraviarlo. Burlarse. Culparlo.
Lo que cuesta es superarlo. No es lo mismo que vencerlo.
En elecciones el peronismo fue vencido por dos radicales. Alfonsín (1983) y De la Rúa (1999). Y fue desalojado por dos golpes militares, que fracasaron en 1955 y en 1976. Pero en setenta años de civilidad y de facto nunca, como fenómeno, logró ser superado.
Jefatura VacanteHasta aquí, para Consultora Oximoron, el peronismo sólo tuvo tres jefes. Tres -digamos- conductores.
Primero su fundador, por supuesto, Perón. El político que les lleva un campo de ventaja a los contemporáneos, antecesores y sucesores.
Segundo, el hoy menoscabado Menem, que mantiene pendiente el reconocimiento histórico.
Y el último jefe fue el más cercano. Kirchner.
Hubo también dos destacadas poleas de transmisión. No alcanzaron la dimensión de jefaturas verdaderas.
Cafiero, la polea entre Perón y Menem.
Y Duhalde, la polea entre Menem y Kirchner.
En la actualidad, al registrarse su quinto agotamiento, el peronismo carece de jefe. Contiene la conducción vacante. Un manejo que ni siquiera es colegiado. Un acuerdo tácito. Filosóficamente alejado del liderazgo conceptual. Le alcanza, no obstante, para mantenerse aferrado al presupuesto.
Descripto así, sin admirativa crueldad, cuesta admitir que el peronismo agotado se disponga, a través de Scioli, una positiva celebridad, a administrar el declive del poder por otros cuatro años.
El dato impresiona por la magnitud inofensiva del oponente. La intrascendencia de la contestación que sin embargo logra instalarle el clavo del desprestigio. Pero queda estampado en el mero intento de superación.
Las justificaciones abundan. Lamentos borincanos de impotencia y resignación.
Ideología reversible y dinámicaPara Oximoron, desde hace 70 años el peronismo es la ideología del poder.
Conquistar el poder, y conservarlo, se impone como el atributo principal. Con la característica inquietante que desvela a los estudiosos que pretenden racionalizarlo, con suerte relativa. Es precisamente el poder que aquí determina la ideología. Dependiente, siempre, de la circunstancia. A la que el peronismo inalterablemente se adapta. Con impostura liberal (Menem) o imaginativamente revolucionaria (Kirchner).
Aquí la ideología es reversible y dinámica. La re-significación conceptual es permanente.
Deriva en la herramienta indispensable para privatizar (Menem). O para estatizar (Kirchner). Incluso con los mismos sujetos. Un ejercicio perverso que logra envolver al oponente desconcertado, en un sistema mixto de oficialismo y simultánea oposición.
El conflicto, en definitiva, se encuentra siempre en el interior del peronismo. Hasta convertirse en sinónimo del sistema político.
Al que queda afuera, estampado entre fracasos, se le reserva el recurso de ladrar a la luna. Situarse en el rol masivamente marginal del antiperonismo. Culpar al peronismo de todas las desgracias. Idea que cierra el circuito.
Resulta imposible interpretar al peronismo sin el antiperonismo que cae siempre en la trampa que lo legitima.
Le construye la leyenda, el mito de la resistencia, a través de los muertos que siempre protegen y cubren.
Alarido de la modaLa cuestión del antiperonismo disfruta del último alarido de la moda intelectual. Culturalmente la onda antiperonista contiene tanta fuerza que el pensamiento peronista ya ni fluye. Se estanca, se refugia en la memoria. Ya no hay materia para ningún Jauretche, ni alucinante entusiasmo para ningún Cooke, o apenas un Hernández Arregui. No queda tiempo ni ganas, incluso, de releerlos.
Desde el peronismo hoy no se piensa. Se cobra, se gobierna.
Se hace cargo, a veces bastante mal, con una profesionalidad módica, de medianía apabullante. Mientras tanto, la patología del antiperonismo brilla por su propia impotencia. Ladra a la luna con luminoso rencor.
Lo popular populista
Tampoco nunca debiera minimizarse, ni descartarse, la inclinación hacia la justicia social. A veces sólo retórica, o apenas presente en el plano teórico.
O su condición de movimiento ontológicamente popular.
Es acaso el adjetivo (popular) más complejo de la utopía política.
Admite el desprecio inmediato. La valoración técnica de "popular" deriva en el mote despectivo. Populismo.
Plantar las diferencias entre lo "popular" y lo "populista" se convierte en un ejercicio vano. En un tiempo, cuando el marxismo aun mantenía cierta relevancia, cuando hasta se lo respetaba, la palabra "popular" le pertenecía.
Nadie, ningún "momio", iba a atreverse a endilgarle un carácter populista a la Unidad Popular, del romántico suicida chileno Salvador Allende.
Ni tampoco nunca nadie iba a calificar de populista al régimen de La Habana, el castrismo familiar, el fenómeno vividor del continente.
En cambio al peronismo -que ni siquiera en los 70 fue de izquierda- se le reserva para siempre la valoración técnica que mantiene el sentido de la condena. Por más que Ernesto Laclau, en su extravagante causa perdida, intentó otra interpretación del populismo. Un rescate forzado para el populismo que imposibilita cualquier idea que intente aproximarse a lo popular.
El placer inmediato¿Basta entonces con decir que se es peronista para serlo?
Acierta el reducidor. "Es más simple que hacerte radical, o comunista, que da más trabajo, tenés que saber. En cambio decís que sos peronista y ya nomás lo sos".
Identidad asegurada.
Ser peronista, hoy, es entonces una decisión. Para entregarse al placer inmediato. Lo sugiere el pintor más emblemático:
"El peronismo no te propone como el marxismo una revolución a la larga. Te brinda enseguida lo que te puede dar".
Gobernabilidad, sin ir más lejos. Para intranquilidad espiritual de los antiperonistas que agravian sin poderlo superar.