El Papa es brújula para el diálogo interreligioso
Por Luis Sergio Grynwald Ex Presidente de AMIA. Cuando yo era muy pibe, me escapaba a jugar a la pelota en el patio de la parroquia, lindero con mi casa, en el barrio de Villa Lynch.
Nota extraída del diario Clarín
Mi mamá me traía de una oreja con el fin de que no me ensuciara la ropa y apareciese a la nochecita hecho una calamidad y todo embarrado. Un día me pegué un porrazo padre y señor nuestro y el curita llegó a mi casa tocando la puerta para entregarme todo ensangrentado y quizás con un diente menos. La penitencia fue magnífica.
Crecí mezclado con todas las religiones que conviven en nuestra Argentina. Un día, ya en el Hipólito Vieytes, me peleé con un compañero que se atrevió a decirme rusito de modo muy despectivo.
Iba a la misma división que Jorge Fontevecchia. En aquellos años mozos no pensé que los asuntos ecuménicos iban a marcar mi vida.
Desde mi militancia en la Comunidad Judía (primero como Tesorero en la época del atentado a la AMIA) hasta mi Presidencia ente 2005-2008, una de mis preocupaciones fue el entendimiento y la cercanía entre las distintas religiones, el acercamiento con las comunidades para una convivencia pacífica dentro de nuestra sociedad.
En esas filas, me lo encontré a su ahora Santidad Francisco.
No vi muchas veces a Bergoglio, pero siempre me impactó el tiempo, la tranquilidad y la delicadeza con que manejaba las cosas.
En el 2005, siendo yo Presidente de la AMIA firmamos un documento llamado "En contra del fundamentalismo y el terrorismo". Fue rubricado por el Centro Islámico, la AMIA, la DAIA, el Arzobispado de Buenos Aires, el rabino Daniel Goldman, el presbítero Guillermo Marcó y Omar Abboud.
Un hecho histórico en el cual Bergoglio fue un precursor y marcó una nueva manera de relacionamiento entre los credos post-atentado a la AMIA (1994) y la Embajada de Israel (1992), ambos crímenes terroristas que azotaron a la Argentina y que se mantienen impunes por completo.
Pero hoy, se abren tiempos de esperanza. Se inicia una posibilidad de paz. Quizás, también, el nuevo Pontífice nos siga ayudando a perseguir la justicia.
Mi mamá me traía de una oreja con el fin de que no me ensuciara la ropa y apareciese a la nochecita hecho una calamidad y todo embarrado. Un día me pegué un porrazo padre y señor nuestro y el curita llegó a mi casa tocando la puerta para entregarme todo ensangrentado y quizás con un diente menos. La penitencia fue magnífica.
Crecí mezclado con todas las religiones que conviven en nuestra Argentina. Un día, ya en el Hipólito Vieytes, me peleé con un compañero que se atrevió a decirme rusito de modo muy despectivo.
Iba a la misma división que Jorge Fontevecchia. En aquellos años mozos no pensé que los asuntos ecuménicos iban a marcar mi vida.
Desde mi militancia en la Comunidad Judía (primero como Tesorero en la época del atentado a la AMIA) hasta mi Presidencia ente 2005-2008, una de mis preocupaciones fue el entendimiento y la cercanía entre las distintas religiones, el acercamiento con las comunidades para una convivencia pacífica dentro de nuestra sociedad.
En esas filas, me lo encontré a su ahora Santidad Francisco.
No vi muchas veces a Bergoglio, pero siempre me impactó el tiempo, la tranquilidad y la delicadeza con que manejaba las cosas.
En el 2005, siendo yo Presidente de la AMIA firmamos un documento llamado "En contra del fundamentalismo y el terrorismo". Fue rubricado por el Centro Islámico, la AMIA, la DAIA, el Arzobispado de Buenos Aires, el rabino Daniel Goldman, el presbítero Guillermo Marcó y Omar Abboud.
Un hecho histórico en el cual Bergoglio fue un precursor y marcó una nueva manera de relacionamiento entre los credos post-atentado a la AMIA (1994) y la Embajada de Israel (1992), ambos crímenes terroristas que azotaron a la Argentina y que se mantienen impunes por completo.
Pero hoy, se abren tiempos de esperanza. Se inicia una posibilidad de paz. Quizás, también, el nuevo Pontífice nos siga ayudando a perseguir la justicia.