DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

El paco: dormir con el enemigo

* Por Osvaldo Pepe. Empecé a consumir en séptimo grado. Primero marihuana, después cocaína.

El desgarrador testimonio es de un chico que hoy tiene 19 años y fue obtenido por una periodista de Clarín que pasó 24 horas en Casa Flores, el primer "centro de día" para adictos contra el paco (ver: El drama del paco: una pelea hora a hora contra la adicción) que supervisa el Gobierno porteño.

La visibilidad del paco en la escena pública no provino de la acción del Estado, sino más propiamente de su ausencia. En 2003, un grupo de mujeres de Ciudad Oculta, el mega asentamiento de Villa Lugano, marcharon a Casa de Gobierno para entregarle un petitorio al presidente Kirchner, cansadas de ver enfermar y morir a sus hijos en las redes de esa sustancia letal, resto químico del proceso de elaboración de la cocaína. El paco es hijo del estallido de 2001, cuyas consecuencias no fueron sólo económicas, sino que dañaron para siempre el tejido social de la Argentina: gestado en las entrañas de la marginalidad más profunda, se fue extendiendo gradualmente hacia jóvenes y adultos de clase media empobrecida.

En 2009, los llamados curas villeros advirtieron que el consumo de droga estaba despenalizado de hecho en los grandes asentamientos urbanos, en los pliegues olvidados de la sociedad. Distintos niveles del Estado, en la Nación y en la Ciudad, trabajan hoy contra el paco. Pero de a ratos parece una batalla en la que se duerme con el enemigo. Rodrigo Zarazaga, cura villero, sacerdote jesuita, quien hizo un intenso trabajo social en villas de San Miguel, contó en un reciente reportaje de Clarín que él mismo, por una investigación sobre el clientelismo en el GBA, viajó en micros en los que se movilizaba gente para un acto. El "premio" que daba el puntero político por asistir era, créase o no, una bolsita de paco.