El overol ciudadano
*Por María Herminia Grande. Todo quedó congelado como el corazón de la gran mayoría de los argentinos a las 18.10 del miércoles último cuando Candela apareció de la peor manera: ¡asesinada! Niñita que jamás hubo imaginado en vida despertar tanta solidaridad primero y tanta conmoción luego.
Hubo un país que habló, contrarrestando el silencio de los que en esta ocasión coincidieron en callar. Sucede que Candela no es una excepción que llevará ese triste privilegio —el de la excepcionalidad— a los anales de los hechos trágicos. Candela tiene plural. En este caso no fue una red pedófila o las de trata de personas, o la del narcotráfico. Candela fue una persona más, de las que desaparecen por día fuera de su voluntad.
Argentina está poblada de muchas caras, y como en el teatro, tragedia y comedia se entremezclan. Argentina es la alegría de un gol algún domingo, pero también es la tristeza de muertos entre hinchadas. Argentina es ciencia y excelencia, pero también es el suicidio del doctor Favaloro. Argentina es, las más de un millón de netbooks entregadas por el gobierno a alumnos, pero también es el país que cobija el triste mundo de los ni/ni (jóvenes que ni estudian ni trabajan). Argentina es la que muestra en sus programas de mayor audiencia las anatomías más hermosas, pero también la que genera en ellos infinidad de personajes que venden sus servicios sexuales sin violar la ley que prohíbe publicitarlos en el rubro 59.
Argentina es la que produce alimentos para trescientos millones de personas, pero aún mueren por desnutrición entre 5 y 9 menores de seis años por día. Argentina tiene argentinos que piden enérgicamente terminar con la delincuencia, pero "alguien" compra repuestos en los desarmaderos. Argentina tiende a amar más la muerte que la vida (en general recuerda a sus próceres el día de su defunción). Argentina está más pendiente de la liviandad mediática que de la profundidad programática, por eso ama y odia, acepta y rechaza casi con los mismos motivos. Argentina es la que luego del contundente 50,21 por ciento de votos a Cristina Kirchner nadie la votó. Argentina tiene un peligro latente cual es el de no reconocer y disfrutar sus logros sin "peros", y el de no reconocer y aceptar sus yerros sin "peros".
Argentina es nuestra patria, la que pueblan maestras como Ana María Cazzoli que desde hace más de treinta años llegó para quedarse en el barrio Ludueña de Rosario a pedido del padre Edgardo Montaldo. La que todos los días se levanta para que sus alumnos descubran que hay una vida que no es la droga. Que hay una sociedad que no los criminaliza por vivir en una villa. A Ana María que también tiene plural, y que también y por suerte no es la excepción, aún hoy se le llenan los ojos de lágrimas porque sus alumnos que viven en casas de chapas, traen en sus ropas la humedad que esas chapas traspiran. Y es quien tiene claro lo que se necesita. Se necesita que la política aparezca en rol protagónico, sin titubeos, sin timideces, pisando fuerte.
La política tiene la obligación de organizar lo desorganizado, de reconstruir lo destruido, de rescatar los valores fundantes, de ser inflexible con la ilegalidad y ser generosos en la convocatoria para la construcción de una nueva sociedad. Argentina debe cambiar una preposición en su lenguaje político cotidiano, no es contra el otro, es con el otro. Esta mala elección en la proposición traba, imposibilita, disocia, aleja, enemista. Muchas cosas nos lastimaron en nuestra historia, aún otras tantas nos lastiman hoy: la pobreza, el desempleo, el trabajo en negro, la violencia del no ser que es socia activa de todo proyecto que nunca resulta beneficioso para el protagonista y para la sociedad.
Argentina tiene todos los ingredientes para vivir el bullicio imperfecto y vocinglero de los overoles ciudadanos en movimiento, la política no puede perderse esta oportunidad.