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El nuevo sindicalismo

El nuevo sindicalismo es positivo en cuanto amplía la representación de los trabajadores, pero es negativo si ejerce la acción directa, interrumpe servicios esenciales o apela a la violencia.

Pese a que reconoce remotos antecedentes, el llamado "nuevo sindicalismo" es un fenómeno en constante expansión y está concitando un interés cada vez mayor entre políticos, investigadores, legisladores y, obviamente, en el propio ámbito sindical. Es una tendencia que tiene mucho que ver con la crisis y hasta la dispersión de las identidades políticas y partidarias tradicionales, lo que a su vez provoca un florecimiento de nuevas expresiones gremiales y de nuevas formas de acción directa.

Hasta hace poco, existía una estructura organizada y verticalista cuyo vértice era la Confederación General del Trabajo y a la que le seguían, en una línea descendente, los sindicatos –en especial los de gran tamaño y mayor número de afiliados– y después las comisiones internas y cuerpos de delegados, que en general actuaban orgánicamente. Era el modelo ideado por Juan Domingo Perón, que no admitía el pluralismo sindical y en el cual los trabajadores eran la columna vertebral del movimiento peronista, cuyo poder se asentaba en una relación directa del líder con las masas populares y una subordinación del poder sindical al político.

Recién con la Ley de Asociaciones Profesionales, sancionada por el gobierno de Arturo Frondizi y que reconocía al sindicato único por rama o actividad, y con la ley aprobada 10 años después por el gobierno militar de Juan Carlos Onganía, que entregaba a los sindicatos el control de las obras sociales, estos adquirieron una autonomía de vuelo y un poder económico que hasta entonces no tenían. Pero, además, obtuvieron una influencia cada vez mayor en la política nacional.

Es esta estructura sindical la que ahora ha entrado en crisis, aunque esta quiebra tiene antecedentes en el "sindicalismo de base" de las décadas de 1960 y 1970, uno de cuyos centros de irradiación fue la ciudad de Córdoba, donde se formaron gremios combativos como el Sitrac y el Sitram, que agrupaban a los trabajadores de Fiat, o cuando una lista de izquierda ganó las elecciones del Smata, que representaba a los mecánicos, mayoritariamente de la empresa Renault.

Fue ésa una época de mayor gravitación de los cuerpos de delegados y comisiones internas, que es lo que está sucediendo ahora.

El nuevo sindicalismo tiene sus pro y sus contras, ya que por un lado amplía la representación de los trabajadores y por el otro reaviva, con sus comportamientos anárquicos, los conflictos sociales, perjudicando muchas veces a los ciudadanos comunes con sus paros sorpresivos y el cese de la prestación de servicios esenciales como el transporte o los cortes prolongados de la circulación de vehículos y personas.

A ello hay que agregar otros ingredientes, también muy preocupantes, como son el de la violencia y los enfrentamientos armados entre militantes sindicales, a veces asociados con barras bravas.