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El narcotráfico, ignorado

Llama la atención que en sus extensas exposiciones públicas, la Presidente jamás se refiera al creciente tráfico de drogas.

El narcotráfico presenta en la Argentina dos caras tan nítidas como inquietantes: una muestra que su desarrollo ha superado en los últimos meses los cálculos más pesimistas y que nada hay que haga pensar que se detendrá; la otra, que se trata de un asunto que no figura en absoluto en la amplísima gama de temas que la Presidenta toca en sus frecuentes y extensas exposiciones públicas.

Dado que normalmente todo mandatario se dirige a la ciudadanía por cuestiones de envergadura, determinantes para el funcionamiento del Estado y la calidad de vida de la gente, habrá que concluir que para Cristina Fernández de Kirchner el narcotráfico es un tema que no entra en esa categoría.

Pese a su obsesión por tomar los micrófonos públicos para explayarse y aconsejar sobre temas tan diversos como las distintas facetas de la economía y la política, la situación del resto del mundo, la ciencia y la tecnología y últimamente la energía, es extraño que la Presidenta omita en sus discursos una cuestión como el narcotráfico, salvo de manera ocasional, como cuando anteayer se refirió a un decomiso en la ruta 8 para justificar el polémico Proyecto X.

¿Lo ignora porque no lo advierte o no lo valora en su cabal dimensión? ¿O porque no tiene nada de bueno para decir al respecto? La cantidad de hechos reflejados en los medios ha sido de una magnitud tal en los últimos días que hasta el consumidor de medios menos fino, cosa que la Presidenta por cierto no es, debe de haber tomado nota de que algo grave está pasando en la Argentina.

De qué otra manera podría calificarse una situación que solamente en los últimos veinte días deparó los siguientes sucesos: el hallazgo de 840 kilos de cocaína en un camión en la ciudad bonaerense de Pergamino; el asesinato de un narcotraficante colombiano en Marcelo T. de Alvear y Talcahuano, en horas de la tarde, perpetrado por un hombre que detuvo su moto, bajó de ella y vació en el cuerpo de su víctima el cargador de su pistola 9 milímetros; la comprobación, 72 horas después, y según los investigadores del caso, de que el asesinado estaba vinculado con narcotraficantes argentinos que se encargaban de proveer apoyo logístico para embarques de cocaína que salían para Europa; el secuestro, en el aeropuerto de Ezeiza, de nueve kilogramos de cocaína lista para ser enviada a Italia y Holanda; el decomiso, en el puerto portugués de Lisboa, de 160 kilogramos de cocaína que habían salido de la Argentina disimulados en contenedores que transportaban carbón vegetal, tal como los 435 kilogramos de esa misma sustancia que la AFIP logró interceptar en el puerto de Buenos Aires en marzo último; cuatro toneladas de marihuana descubiertas por Gendarmería en Misiones; la detención, en Retiro, de un dominicano que transportaba 18.000 pastillas de éxtasis; la detención de un ciudadano lituano con 12 kilogramos de cocaína en Mendoza, cuando estaba por tomar un avión de LAN, y el secuestro de 73 armas de fuego y 1800 dosis de paco en La Matanza.

Lamentablemente, esta seguidilla de hechos no constituye algo aislado: son eslabones de una larga cadena que ha cobrado fuerza en los últimos años, y ya se sabe que sólo se conoce un ínfimo porcentaje de lo que en realidad ocurre. Tan abrumadora es la cantidad de noticias sobre la actividad del narcotráfico en el país que sale a la luz, que parecen lejanos en el tiempo episodios muy recientes y de extrema gravedad. Valga recordar, por citar sólo unos pocos casos, las amenazas -códigos mafiosos incluidos- a un juez de Jujuy; el vuelo de los hermanos Juliá a España con casi mil kilogramos de cocaína; el descubrimiento de una cocina de drogas en el barrio de Pompeya, y el velero deportivo de bandera estadounidense que quedó inmovilizado en Olivos con 444 kilogramos de cocaína en su interior.

El Gobierno parece tan abrumado por la situación que ni siquiera atinó a responder, afecto como es a cambiar golpe por golpe cuando es criticado, a la afirmación del director Antinarcóticos de la Policía de Colombia, Luis Pérez Albarán, quien dijo: "Los narcos ven en la Argentina un lugar tranquilo para refugiarse". El funcionario colombiano, quien vino a nuestro país para participar de un curso de capacitación de la Escuela Regional de la Comunidad Americana de Inteligencia Antidrogas, también opinó que la Argentina es un lugar de tránsito del narcotráfico, aunque aclaró que es un refugio de los delincuentes, debido a que no existen aquí los controles exhaustivos que se aplican en otros países.

Más allá de su costado macro -el de las grandes cocinas de producción y sofisticados sistemas de transporte y distribución-, el narcotráfico tiene una cara más expuesta y cruel: niños y adolescentes prematuramente muertos en vida por la devastadora acción del paco y barrios enteros prácticamente tomados por bandas de narcotraficantes. Y no hay que alejarse demasiado de la Casa Rosada para palparlo y verlo.

Como ocurre con la inseguridad, tema que tampoco figura en los discursos de la Presidenta ni en la agenda del pool de medios oficiales como no sea para dirimir internas políticas, el narcotráfico arrasa con vidas y amenaza a generaciones futuras. Y van ocurriendo en la Argentina cosas que antes eran propiedad de países dominados por las mafias narco. Si el Gobierno ha tomado nota, lo disimula muy bien. Y está claro que tampoco ha servido el no reconocimiento público de la magnitud del problema y no decirle a la sociedad qué se hará para combatirlo.