El mundo a la deriva
*Por Robert Samuelson. Hubo algo apropiado en el temerario llamado a un referéndum del primer ministro griego, George Papandreou, sobre el último paquete de rescate para su país. Los líderes mundiales reunidos en Cannes para la cumbre del G-20 enfrentan duras realidades.
La economía global está tambaleándose y ningún país ha asumido el liderazgo para organizar la recuperación. Hay una pérdida de control, un vacío de poder. La trastornadora decisión de Papandreou -ahora aparentemente anulada- simboliza esta erosión mayor de un propósito colectivo. La economía del mundo está a la deriva.
Un mundo de economías cada vez más interconectadas requiere una mayor cooperación. Pero en todas partes hay una creciente fragmentación de poder.
Estamos pasando de una primera etapa de la Globalización a una segunda. En la primera etapa, los países se beneficiaron de un comercio en expansión y de transferencias tecnológicas mundiales. De 1980 a 2010, el volumen del comercio global creció cuatro veces. Innumerables millones de personas salieron de la pobreza; surgieron nuevas clases medias en Asia y América Latina. En la segunda etapa de la Globalización, las interconexiones económicas entre países están produciendo inestabilidad y rivalidades nacionalistas.
Hubo una época en que Estados Unidos asumió automáticamente el papel de líder. Comenzando en 1948, el Plan Marshall proporcionó a Europa 850.000 millones de dólares -necesitados desesperadamente para comprar alimentos, materias primas y maquinaria- para recuperarse de la Segunda Guerra Mundial. En los años 80, Estados Unidos asumió el liderazgo para distender la crisis de la deuda de América Latina; a fines de los años 90, hizo otro tanto con la crisis financiera de Asia. La arquitectura de la economía global de posguerra fue, en gran medida, un producto del liderazgo norteamericano.
Pero bajo el presidente Obama -probablemente nadie podría haber hecho otra cosa- la capacidad y el deseo de Estados Unidos de liderar han flaqueado. La crisis financiera 2007-9, por haber comenzado en Estados Unidos, desacreditó las ideas y la capacidad norteamericanas. La economía débil, la gran deuda gubernamental y las constantes querellas partidarias socavan el poder financiero de la nación y la voluntad política de ayudar a otros. Estados Unidos no ha ayudado mucho a Europa con sus problemas de deuda.
LIDERAZGO VACANTE
Europa representa un quinto de la producción económica del mundo, alrededor de la misma cantidad de Estados Unidos. Podría haber llenado el vacío de liderazgo; por supuesto, no lo ha hecho. En lugar de eso, Europa ha agravado la inestabilidad global, luchando con su propio crecimiento anémico y su endeudamiento. Incluso antes de que Papandreou torpedeara temporalmente el último paquete para la deuda -cuya intención era ayudar a Grecia y proteger a España e Italia de un incumplimiento de pagos- había dudas sobre si esa ayuda sería suficientemente grande.
Para proteger a Italia y España, el fondo de rescate de Europa (el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera) necesita entre 2,5 y 3 mil millones de euros (entre 3,5 y 4,2 mil millones de dólares), escribió recientemente Willem Buiter, jefe economista de Citigroup, en el Financial Times. La cifra más alta es casi siete veces el tamaño actual del FEEF. ¿De dónde saldrá todo ese dinero? Probablemente, no de Europa. Hasta Alemania no es suficientemente rica para asumir toda esa deuda extra.
China es una respuesta obvia, junto con otras naciones asiáticas y productoras de petróleo con enormes reservas en moneda extranjera. (En el último conteo, las reservas de China sumaron 3,2 mil millones de dólares, las de Rusia, 516.000 millones de dólares y las de Arabia Saudí, 484.000 millones de dólares). Esas naciones tienen un claro interés en ayudar a Europa y evitar una crisis en gran escala de la deuda y los bancos. Europa es un importante mercado para sus productos.
Pero China se ha resistido a adoptar un papel mayor, al que muchos europeos también se oponen. "Es consternante", dijo recientemente Martine Aubry, dirigente del Partido Socialista de Francia, sobre un modesto esfuerzo para obtener dinero chino para ayuda con la deuda. "Los europeos, al recurrir a China, están mostrando su debilidad. ¿Cómo podrá Europa pedir a China que deje de subvaluar su moneda?" Otros preguntan: Si China otorga créditos a Europa, cómo puede Europa criticar las políticas de los derechos humanos de China? Buenas preguntas.
COOPERACION
Un mundo de economías cada vez más interconectadas requiere una mayor cooperación. Pero en todas partes hay una creciente fragmentación de poder y propósito. Por supuesto, ningún país ni grupo de países puede diseñar una recuperación global; la economía no es aún una disciplina tan precisa y poderosa (y quizás nunca lo sea). Pero los líderes pueden enfatizar políticas que alienten la recuperación y rechazar otras que la retarden. Un liderazgo demostrado infunde una confianza que acelera la expansión económica. El Plan Marshall creó confianza.
Tras la quiebra de Lehman Brothers en 2008, la cooperación pareció florecer. Los países vieron que les beneficiaba adoptar paquetes de "estímulo" de incrementos de gastos y recortes fiscales, para impedir un colapso económico más profundo. Desde entonces, la marea se ha revertido.
Las economías débiles han hecho que los países se protejan más. En 2012, la economía norteamericana crecerá sólo un 1,8 por ciento y la zona del euro (los 17 países que utilizan el euro) un 0,3 por ciento, predice la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo. El alto desempleo tienta a líderes impopulares a realizar gestos arriesgados que, independientemente de las consecuencias internacionales, apunten a mejorar su posición interna. Sistemas políticos y valores diferentes frustran la cooperación. Véase China, más arriba.
El peligro es una lenta caída en guerras de monedas y proteccionismo. Estados Unidos y Europa están realizando recortes por la gran deuda. China y muchos países en desarrollo persiguen un crecimiento impulsado por las exportaciones. Ésa parece ser una fórmula para crecientes conflictos y estancamiento económico.