El misterio de los huevos equilibristas
Mucha gente cree que el cambio estacionario incide para que cualquiera pueda erguir un huevo sobre su base. ¿Huevada astronómica o realidad?
Todos los años en EE.UU., y en una fecha cercana a la presente por el cambio estacional invierno-primavera en el hemisferio norte, se produce un fenómeno masivo relacionado a una especie de "ceremonia tribal" en el que cientos de personas intentan equilibrar huevos sobre una superficie plana. El éxito de la experiencia suele ser atribuido a la posición del Sol o a las fuerzas gravitatorias que, en coincidencia con el equinoccio de marzo, ejercerían una influencia de tal magnitud que permitirían equilibrar huevos sin mayor dificultad.
Importando huevadas
La historia de este ritual nos remite a China y a una nota periodística en Life del 19 de marzo de 1945. Annalee Jacoby, corresponsal de esa revista en Chungking, relataba su curiosa experiencia en esa población el día de Li Chun o comienzo de la primavera y que ese año fue el 4 de febrero (vigésimo segundo día del duodécimo mes lunar chino).
"Los huevos en Chungking se ponen de punta. Son parados por su extremo sobre el césped, sobre las paredes, sobre las pistas de baile y sobre las mesas en que cenan los diplomáticos. Ya no hay duda de esto. La mayoría de la población los ha parado", comentaba Jacoby al comienzo de su nota con cierta exageración. El texto estaba reforzado con una amplia foto que ilustraba el equilibrio de 35 huevos sobre el césped durante una conferencia de prensa [Life, 19/03/1945, pp. 36-37].
A partir de ese artículo, que se multiplicó rápidamente en EE.UU., con el tiempo los norteamericanos hicieron suya la leyenda estableciendo el 20 o 21 de marzo (equinoccio vernal) como día clave para demostrar el prodigio de los huevos equilibristas.
Fiebre huevina
La no coincidencia de fechas con el Li Chun chino, poco les importó a los norteamericanos y dieron rienda suelta al equilibrio de huevos. La principal promotora de las grandes huevadas fue Donna Henes, alias "Mama Donna", una mujer de Cleveland (Ohio) auto denominada chamán urbana quien, entre otras cosas, lleva cuatro décadas organizando ceremonias masivas donde la gente se congrega para equilibrar huevos en la vía pública.
A comienzos de la década del '80 tuvo gran repercusión periodística su sexto ceremonial anual que realizó en el parque Ralph J. Bunche, en Manhattan, justo enfrente del edificio de las Naciones Unidas. En aquella oportunidad distribuyó 360 huevos (por la circunferencia de la Tierra) y encendió 52 bengalas (por las semanas del año) en nombre de la paz. A las 11.39 hs del 20 de marzo de 1983, instante preciso del equinoccio vernal en EE.UU., Hennes y una multitud de acólitos pusieron manos a la obra para equilibrar los huevos. La magia exitosa de ese día no se repitió cuando William McKibben, periodista de The New Yorker, intentó parar huevos unos días después [The New Yorker, 04-04-1983].
De manera similar y año tras año, el ritual continuó en diferentes ciudades y con el infaltable eco periodístico.
Equilibrando los huevos y la balanza
Mi primer contacto con esta historia se lo debo a uno de mis autores preferidos, Martin Gardner. Como asiduo lector de sus libros y columnas, en 1996 llega a mis manos su excelente artículo "El gran misterio del huevo en equilibrio" [Gardner, M. (1996) The great egg-balancing mystery. Skeptical Inquirer, 20 (3), May/June, p.8; luego reproducido en el capítulo 5 de su libro ¿Tenían ombligo Adán y Eva?, Ed. Debate, Madrid, 2001, pp. 67-77].
Por mi afición a la ciencia recreativa y el ilusionismo, era lógico que me despertara interés cualquier artículo de Gardner. Pero fue éste en especial porque en aquel tiempo yo me encontraba muy abocado a toda curiosidad relacionada con este producto avícola y, especialmente, a su uso en cuestiones esotéricas y curanderismo.
Tras un análisis detallado y cronológico de esta ceremonia importada por los norteamericanos, Gardner concluía: "Que un huevo se quede en equilibrio o no depende de muchas condiciones, además de la firmeza de las manos. Los principales factores son la rugosidad del extremo del huevo y la rugosidad de la superficie sobre la que se coloca el huevo. Una superficie de hormigón, por ejemplo, es tan irregular que no resulta difícil encontrar un punto en el que se pueda equilibrar cualquier huevo. Además, debido a las ligeras irregularidades de la propia cáscara del huevo, a veces se puede poner vertical incluso sobre una mesa lisa." [p. 71-72]
Y efectivamente es como él decía. La gente que suele asistir a esos encuentros coloca los huevos sobre alfombras o superficies irregulares que, a veces, facilitan el equilibrio. Además, estimulados por una creencia absurda, se esfuerzan más en sus intentos por lograr que el huevo se pare. Pero, lo interesante es que con paciencia y dedicación cualquier huevo y en cualquier época del año puede erguirse sobre su base sin mayor dificultad. Es sólo cuestión de intentarlo y se verá el resultado. Pero claro, por lo general a nadie se le ocurre que tenga mucho sentido ponerse a equilibrar huevos y, por no haber pasado por la experiencia, quizás se sorprenda si otro lo logra.
Como buen amigo del ensayo-error, puse en práctica esa explicación y con excelentes resultados. Al menos en dos oportunidades lo he presentado públicamente como un complemento en los desafíos de ciencia recreativa que solíamos hacer en radio con Chiche Gelblung.
Un disparate astronómico
A quien tampoco le pasó por alto el tema es a Philip Plait, astrónomo, activo divulgador científico y crítico de la pseudociencia. En cierta oportunidad escuchó a un locutor explicando que el motivo por el cual un huevo se mantenía en equilibrio durante el equinoccio de primavera, se debía a que la gravedad del Sol "se alinea con la tierra". Rogando que los periodistas de los canales se informen un poco más, Plait expresó lo siguiente: "Esto es simplemente tonto y para comprobarlo le recomiendo dibujar una línea entre el centro de la tierra y el Sol y verá que en todo momento ¡algún punto de la tierra está sobre esa línea! Si esta tesis de equilibrio solar tuviera alguna validez, entonces ciertamente niega la tesis del equinoccio de primavera."
Pero Plait no se quedó sólo en la prédica sino que pasó a las demostraciones. Estimulado después de estas barbaridades que desequilibraron su humor, le pareció entretenido valerse de este modelo de "mala astronomía" (nombre con el que bautizó su blog y libro) para divulgar su materia e ilustrarla con un ejercicio práctico.
El entusiasmo de Plait fue creciendo al igual que sus buenos resultados. Según cuenta en su libro, en una oportunidad recibió un mail de Lisa Vincent, profesora de una escuela de Mancelona, en Michigan (EE.UU.). La misiva electrónica daba cuenta del éxito que obtuvieron los alumnos de su curso equilibrando huevos e, incluso, sobre los extremos más finos. Luego le remitieron fotos y Plait retomó la experimentación hasta alcanzar el mismo logro. La experiencia de los jóvenes se había llevado a cabo el 16 de octubre de 1999, o sea cinco meses antes del equinoccio vernal [Plait, P. (2002) Bad Astronomy. Ed. John Wiley & Sons, Inc., N.Y., p. 19]
La foto de esos jovencitos posando orgullosos frente a su logro, debiera alentar a muchos educadores a revisar su sistema de enseñanza y aprovechar el mínimo disparate para estimular el pensamiento crítico en sus alumnos. La mejor aliada para eso es la ciencia y en su forma recreativa aún mejor. No en vano Plait cierra su capítulo con las siguientes palabras que también las hago mías: "Es muy fácil aceptar simplemente lo que te dicen. Pero esto es extraordinariamente peligroso. Si asumes que algo es correcto sin pensar críticamente, es posible que termines votando por el político equivocado, o aceptando una doctrina que tiene una mala premisa, o comprando un auto usado que podría matarte. La ciencia es una manera de distinguir el dato bueno del malo. La práctica de la ciencia es maravillosa. Te hace pensar acerca de las cosas, y pensar es una de las mejores cosas que puedes hacer." [p. 20]