El minué del próximo gabinete
*Por Julio Blanck. Un pasatiempo favorito en los cenáculos kirchneristas es la especulación sobre el próximo equipo de ministros. La Jefatura de Gabinete y el Ministerio del Interior, por su peso político, están entre los casilleros más codiciados.
También el ministerio de propaganda, conocido por su nombre formal de Secretaría de Comunicación Pública, punto de peaje y distribución de la logística que alimenta "el relato". Y sobre todo el Ministerio de Economía, por su gravitación natural y por su significado particular en este ciclo: desde allí Amado Boudou terminó de construir su veloz carrera al estrellato.
Otro ministro de Economía, Roberto Lavagna, había sido garante y potenciador de Néstor Kirchner, permitiéndole un fuerte golpe de efecto en la campaña de 2003 cuando anunció que mantendría en el cargo al timonel económico de la recuperación después de la crisis.
Tras el éxito de los primeros años con Kirchner, Lavagna terminó como candidato a presidente en 2007 enfrentando a Cristina. Una parábola similar a la de Domingo Cavallo, que había salvado a Menem con la convertibilidad para convertirse más tarde en un feroz opositor por derecha y candidato, al fin funcional al peronismo, en 1999.
Boudou, todavía ministro y muy pronto vicepresidente, tiene un trío de aspirantes a la sucesión (Ver: A poco de las elecciones, crece la interna por el sillón de Boudou). Pero deben remitirse a ejecutar los movimientos clásicos del minué palaciego. Es que ninguno, más allá de tener el favor del propio ministro, del sector industrial o de los banqueros amigos del poder, representa algo más que su propia individualidad dentro del tinglado oficialista.
La construcción política basada en la tensión y equlibrio entre quienes expresan matices y sectores diferenciados dentro de la paleta de la fuerza que gobierna, quedó demolida por el unicato de Cristina. Está claro que ahora todo se remite a la decisión de ella .
El minué de los aspirantes se ejecuta igual, porque los casilleros están abiertos y la ambición no cesa. Pero una sola persona decide quiénes bailan y con qué música. Esa es su fortaleza, también puede ser su condena.