El Mercosur debe lograr más valor regional
En una columna de opinión, el titular de la UIA asegura que "es normal que surjan tensiones comerciales con Brasil" y que hay que "evitar dramatizarlas".
Es normal que surjan, de tanto en tanto, tensiones comerciales con Brasil, nuestro principal socio comercial. Las diferencias son propias de toda relación íntima, intensa y estratégica como la que tenemos con el país vecino. Sin embargo, hay que entenderlas en su justa medida y evitar dramatizarlas.
El diálogo intergubernamental – tal el que ocurriera la semana pasada – es un camino adecuado para saldarlas. Sin embargo, es tiempo de ir por un objetivo mayor: más institucionalización.
El Mercosur, que cumple 20 años este año, debe generar más mecanismos que eviten que las diferencias del día a día escalen hasta los niveles políticos más altos , sea presidencial o ministerial.
Está claro que el mundo nos ofrece una oportunidad histórica. Países como China e India están sumando a mil millones de personas a la clase media mundial.
Nuevas multitudes comen mejor y demandan nuestras materias primas.
Pero hay que tener cuidado con las tentaciones peligrosas. Los recursos naturales son armas válidas en el nuevo contexto, pero no suficientes.
En tanto que región, insertarnos en el nuevo mundo implica trazar líneas estratégicas claras y estables para que nuestras economías se basen en la agregación de valor y nuestras sociedades generen las condiciones para incluir a todos. La totalidad de los esfuerzos deben concentrarse en esta tarea estratégica.
En ese contexto, nuestra inserción en el nuevo esquema de comercio mundial es un dato clave.
Pero también lo es nuestra potencialidad como mercado interno regional.
Sólo Brasil y Argentina representan un mercado de 250 millones de personas que, con las políticas correctas y coordinadas, está en condiciones de duplicar su producto en la próxima década, hasta alcanzar los 5 billones de dólares, y dar un salto clave hacia el desarrollo.
Al fomentar mecanismos de solución de conflictos coyunturales, evitaremos sin duda quedar presos en dilemas de poca monta y podremos poner nuestras ideas y nuestro potencial productivo al servicio de la elaboración de un plan conjunto de desarrollo.
La consigna es abrirnos a la construcción de más complementariedad entre nuestras economías, de más cadenas de valor que crucen las fronteras. En ese camino, los conflictos menores tenderán a desaparecer.
En este tiempo histórico, Argentina y América latina tienen que abordar juntas el tren hacia el desarrollo.
Ensimismarnos en conflictos estériles significa quedarse en el andén . Los proyectos nacionales pueden y deben tener una dimensión regional.
Las integraciones regionales, cuentan las experiencias internacionales, pueden asumir distintas formas. Argentina puede ser para Brasil lo que Canadá es para Estados Unidos. Esa es la agenda en la que se viene trabajando en el Mercosur, y es la que no debemos descuidar.
Por todo esto conviene enfatizar que institucionalizar el Mercosur es el primer valor agregado que como región podemos aportar.