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El inmenso drama de España

*Por Salvador Treber. En todos lados la gente –en especial, los jóvenes– se lanza a la calle, y hasta en una población decidieron plantar marihuana para financiarse.

El Reino de España, legalmente constituido como una monarquía parlamentaria, ocupa la mayor parte (84,5 por ciento) de la península ibérica que comparte con Portugal (15,5 por ciento) y tiene una superficie de 504.750 kilómetros cuadrados con una población total aproximada de 44,5 millones de habitantes. Su organización político-institucional se sustenta en 50 provincias que componen 17 comunidades autónomas, con una variedad de idiomas locales.

La historia del país pone de manifiesto que gozó de un período de esplendor derivado especialmente del virtual saqueo de las minas de metales preciosos que encontró en México, Perú y Bolivia, zonas comprendidas dentro de todas las conquistadas.

Por contraste, este súbito y poco esforzado enriquecimiento fue causal de un claro retraso, generado por la permanencia de una poco actualizada estructura productiva.

Contra lo que sucedía en Inglaterra y Francia, España se caracterizó por la extensión temporal del vigente régimen semifeudal.

En aquellos países, en cambio, ya se presagiaba el advenimiento del esquema adecuado para acceder, luego de la "primera revolución industrial", a la instauración del sistema capitalista.

Evolución desde el siglo XVII. Pese a los rigores de la guerra que sostuvo con Francia, luego se convirtió en su aliado para encarar sendas aventuras bélicas, las cuales inicialmente contribuyeron para alcanzar, entre fines del siglo XVI y primera parte del siguiente, su máximo éxito.

Este período fue acompañado por talentosos exponentes en el campo de la literatura y demás ramas artísticas, con preferencia en pintura y escultura. Las llamadas Guerras de Sucesión, a mediados del siglo XVII, marcaron un penoso quiebre de todos estos aspectos, para dar inicio a una larga e irreversible decadencia.

En este contexto, Inglaterra, potencia en alza y ya "reina de los mares", le arrebató cinco kilómetros cuadrados de su territorio, ubicados en una pequeña meseta de 400 metros de altura sobre el nivel del mar, en el extremo occidental de la bahía de Algeciras, donde hoy viven alrededor de 25 mil habitantes.

Los relatos mitológicos señalan que en ese lugar se ubicó una de las columnas de Hércules (la segunda, en la costa africana). Universalmente es identificado como "peñón de Gibraltar", el cual viene operando como base naval inglesa por ser la virtual "puerta del mar Mediterráneo" hacia el océano Atlántico.

Resulta sintomático que el permanente reclamo por semejante despojo, motivo de reiterada reivindicación, sigue siendo desatendido por la potencia ocupante, pese a que en 2001 ambas partes suscribieron un protocolo que auguraba poder arribar a un régimen de soberanía compartida, previo a la devolución plena.

Pero se interrumpieron las tratativas por las renuencias a que apela el Reino Unido.
También por medio de una guerra perdida contra Estados Unidos, este país le quitó Filipinas, Cuba y Puerto Rico, con lo que culminó la profunda decadencia de España, que se extendió por todo el siglo XIX y buena parte del XX.

En 1931, luego de abdicar el rey Alfonso XIII, se instauró la república, que fue ratificada en las elecciones de 1936 a través del triunfo del llamado Frente Popular.

Poco duró este clima, pues el general Francisco Franco, con el respaldo de Alemania e Italia, con Adolfo Hitler y Benito Mussolini a su frente, lo apoyaron y, en abril de 1937, usaron su territorio como campo de experimentación y concretaron el primer bombardeo aéreo masivo a una población no armada, con lo que consumaron el horrendo crimen de Guernica, que luego habría de inmortalizar el genio de Pablo Picasso.

El conflicto se prolongó hasta 1939 y sumó tres sangrientos años de contienda en los que el gobierno y los defensores del régimen republicano fueron vencidos.

El actual monarca había sido nombrado heredero del trono por Franco, pero en 1975, ya fallecido el "Generalísimo", fue ungido como tal y reiterado por la Constitución en 1979.
Los tiempos modernos. La situación reinante era en ese momento muy precaria. El país exhibía un marcado atraso relativo y bajísimo nivel de vida, que se tornaban más evidentes aun al realizar comparaciones respecto de los principales países de Europa.

Es obvio que la incorporación a la Unión Europea se convirtió en una verdadera inyección impulsora de progreso. Luego de suscribir el Tratado de Maastricht, los poderosos asociados precedentes concedieron al país ibérico un elevado aporte no reintegrable de 40 mil millones dólares para impulsar su modernización, permitiéndole actualizar y hacer competitivos 23 proyectos específicos, lo cual mejoró en alto grado las condiciones generales de la sociedad.

Así, en alrededor de tres décadas, de una economía eminentemente agraria, cuya mayor fuente de divisas era la recepción masiva de turistas (equivalentes en número a su población), España pasó a desarrollar a escala las industrias siderúrgica, química, automotriz, editorial, de maquinarias diversas y de la indumentaria.

El proceso fue exitoso y rápido y le permitió alcanzar el nivel de un producto per cápita de 22.500 dólares, que, aunque obviamente inferior al de los líderes del área, expuso un crecimiento acumulado que logró duplicarse en ese lapso.

Lo que se desmorona. La en apariencia floreciente situación se interrumpió de manera brusca a partir de septiembre de 2008 y constituye un muy violento "rebote" de lo sucedido en el resto de Europa occidental, Estados Unidos y Japón.

Si bien la deuda pública no es tan crecida –68,5 por ciento del producto interno bruto (PIB)–, el déficit presupuestario actual se eleva al 8,51 por ciento y la desocupación al 23,2 por ciento de la población activa –nada menos que 5,3 millones–, y se anuncia que seguirá subiendo.

La franja más golpeada es la de los que tienen entre 16 y 24 años, pues la mitad no encuentra trabajo.

La flamante administración agravó la presión tributaria e introdujo fuertes cortes al gasto, al eliminar drásticamente personal y jubilaciones para intentar bajar el desequilibrio a 4,4 por ciento en 2012.

En todos lados la gente –en especial, los jóvenes– se lanza a la calle, y hasta en una población decidieron plantar marihuana para financiarse.

La desesperación puede provocar estallidos y España retorna a vivir otro momento clave de su accidentada historia.