El identikit de los políticos mentirosos
*Por Umberto Eco. Si quisiéramos leer acerca de la legitimidad, o falta de ella, de mentir en política , tenemos literatura que data de Platón en adelante.
Digamos que los principales bandos opuestos son los moderados, para quienes mentir en política es indispensable – piense tan sólo en cómo la diplomacia sirve para amortiguar el manejo de los conflictos internacionales – y los rigurosos (como San Agustín, quien enseñaba que la ausencia de un compromiso universal con la verdad llevaría a la disolución de todos los pactos sociales). Los rigurosos opinan que una persona no debería mentir nunca, ni siquiera si uno estuviera ocultando a un hombre inocente y un asesino le preguntara dónde se oculta.
Pero incluso los moderados reconocen que hay límites en las mentiras políticas que puede soportar una sociedad.
La teórica política alemana Hannah Arendt, a quien podemos considerar como una moderada, comentaba este tema en 1971. En "Mentir en la política: Reflexiones sobre los documentos del Pentágono", un ensayo publicado en The New York Review of Books , demostró cómo el gobierno estadounidense había mentido notoriamente acerca de diversos elementos de la Guerra de Vietnam y argumentaba que este calibre de mentiras sistemáticas constituye un insulto a la realidad que, cuando llega a ser tan extendida, lleva a un estilo patológico de política.
¿Qué pasa, entonces, cuando un político miente sistemáticamente, sin temor alguno de que sus mentiras puedan finalmente contradecirse entre sí? Para comentar sobre la política de su tiempo, Jonathan Swift publicó un panfleto en 1712, titulado "El arte de la mentira política". O, más bien, muchos creen que Swift la escribió; esto se sigue debatiendo ampliamente. Independientemente de la autoría real del panfleto, ofrece algunos puntos que son de utilidad para reflexionar, incluso hoy en día.
"Hay un punto esencial en el que el embustero político difiere de otros de la misma tendencia", argumenta el escritor. Añade que un mentiroso político "debe tener una corta memoria" para no recordar cómo se contradice a sí mismo y, dependiendo de su público, jurar lealtad a ambos bandos de un debate encarnizado.
El escritor invoca a un "cierto gran hombre" famoso por su habilidad como embustero, con un "fondo inextinguible de mentiras políticas, que distribuye abundantemente cada minuto que habla y, con una generosidad sin paralelo, olvida, y en consecuencia contradice, durante la siguiente media hora.
Nunca ha considerado si una propuesta es verdadera o falsa, sólo si es conveniente afirmarla o negarla ". Así pues, agrega Swift, no tiene sentido que el público trate de descifrar la verdadera posición de tal político .
Este tipo de político trae a la mente al vendedor de autos que le dice que tal modelo puede correr a 160 kilómetros por hora sin que usted lo note. Pero advierte que su esposa, su suegra y los niños están a su lado y dice inmediatamente que, por otra parte, es un auto dócil que puede circular a 110 kilómetros por hora todo el día, sin ningún problema.
Es el mismo vendedor que finalmente, añade: "Y si lo compra hoy, le regalaré las alfombras para el piso".