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El honesto gladiador

*Por Marcos Aguinis. Pese a conseguir reconocimientos por su primer libro (Uno y el universo), cuando en 1948 ofreció su novela El túnel , fue rechazado por todas las editoriales de Buenos Aires.

De ese modo, Sabato quedó incluido en la lista de los grandes escritores que son despreciados al principio. Tuvo que resignarse a que le publicaran la corta obra en una revista: Sur . Pero Sur no era una revista cualquiera, sino la fundada y dirigida por Victoria Ocampo. Pudo llegar a ella gracias a la recomendación de Pedro Henríquez Ureña, que había conocido en la Universidad Nacional de La Plata y a quien siempre admiró sin reservas como maestro e inspirador. Pronto, El t únel llegó a manos de Albert Camus, que le prodigó una crítica entusiasta e hizo editar por Gallimard. A partir de ese momento, se le abrió a Sabato el camino para convertirse en un escritor emblemático del siglo XX.

Inquieto y franco, atravesó diversas ideologías. No iba a quedar fosilizado por la moda. Dijo: "Las modas son legítimas en cosas menores, como el vestido; por el contrario, en el pensamiento y el arte, son abominables". Cuando muy joven, militó sin gran alegría en el movimiento de la Reforma Universitaria. Pero invirtió luego su énfasis en el comunismo; fue elegido secretario general de la Federación Juvenil Comunista en 1933. En un curso sobre marxismo, conoció a Matilde Kusminsky, que sería su esposa. Pronto empezó a sospechar de los abusos del régimen soviético y el partido decidió enviarlo por dos años a las Escuelas Leninistas de Moscú, para someterlo a una reeducación. Pero el efecto fue negativo. "Era un lugar en donde uno se curaba o terminaba en un gulag o en un hospital psiquiátrico", sentenció indignado.

Unos años después, se doctoró en física y fue becado, gracias al apoyo de Bernardo Houssay, para investigar en el Laboratorio Curie de París. Su aún inconsciente vocación literaria lo acercó a los surrealistas. Por la mañana trabajaba con electrómetros y probetas. Pero "anochecía en los bares?En el Dome y en Deux Magots, alcoholizados con aquellos heraldos del caos y la desmesura; pasábamos horas elaborando cadáveres exquisitos".

Cuando regresó a la Argentina, agobiado por una crisis existencial, decidió abandonar la ciencia y dedicarse sólo a la literatura y la pintura. Se aisló con su devota mujer en un rancho sin luz ni agua, perdido en la provincia de Córdoba. Les nacieron dos hijos. Jorge iba a ser ministro de Educación de Alfonsín y Mario, un destacado director cinematográfico.

Su carrera literaria pegó un salto consagratorio al publicar la extensa novela Sobre héroes y tumbas . Enseguida se convirtió en una obra de lectura imprescindible. Casi todos los comentarios la exaltaban, aunque hubo quienes pretendieron reducir sus méritos y se empeñaban en demostrar que era un collage de cuatro novelas ensambladas de forma poco convincente. Un conmovedor capítulo es el titulado "Informe sobre ciegos", que, efectivamente, se podía leer como pieza separada. Otra porción del libro se refiere al destino del cadáver del general Lavalle. Algunas porciones fueron musicalizadas por Eduardo Falú con el título de "Romance de la muerte de Juan Lavalle", cantar de gesta. Sobre héroes y tumbas fue traducida a muchos idiomas y en todas obtuvo éxito y firmes elogios. La carrera de Sabato como novelista estaba consumada.

Sin embargo, en 1974 publicó Ab addón el Exterminador, que le deparó rudos comentarios en la Argentina. Algunos consideraron que su manantial de inspiración se había agotado y que esa obra revelaba un esfuerzo por construir algo, aunque fuese pobre y desprovisto de magia. No obstante, pocos años después, en París se le otorgó el premio a la mejor novela extranjera y en Italia, el Premio Medici. Era obvio que la hostilidad de los críticos argentinos se llamaría a silencio.

En el campo narrativo, Sabato sólo publicó esas tres novelas. Otras quedaron en escorzo; también intentó incursionar en el teatro. Pero era un hombre muy exigente y no se permitía aparecer con obras que no le parecían bien logradas. Su mayor producción viboreó en el género del ensayo. Todas sus páginas son excelentes, sea por el estilo claro, vehemente, irónico o trágico, sea por la lucidez de sus reflexiones. Ahí se expresa una insaciable búsqueda de la verdad y el sentido último de la existencia.

Aunque no deseó puestos directivos ni cargos públicos, su clarividencia era demasiado fuerte como para dejarla pasar. De ahí que lo hubiesen designado interventor de la revista Mundo Argentino cuando se estableció la Revolución Libertadora, y director de Relaciones Culturales de la Cancillería durante el gobierno de Frondizi. En ninguno de esos cargos duró mucho tiempo.

Su más trascendente tarea pública tuvo lugar más adelante, al recuperarse la democracia, como presidente de la Conadep. Con una valentía que pocos asumen -porque por entonces aún las Fuerzas Armadas eran poderosas y podían recuperar el poder con espíritu vindicativo-, Sabato encabezó una pequeña legión de destacadas personalidades (también llenas de humanidad y coraje) para investigar los crímenes ocurridos durante la dictadura. Consignaron casi 9000 desaparecidos, aunque la cifra podía ser mayor, y 340 centros de detención y tortura. El producto de la agobiante y seria investigación quedó reunida en la obra Nunca más , que sirvió de modelo en otros países y contribuyó al juicio ecuánime de las juntas militares. No estaba impulsada por el odio ni el espíritu de revancha, sino por la simple justicia.

El cuerpo enjuto y el amargado rostro de este escritor reflejaban las torturas interiores. Decía lo que consideraba correcto. Fue comunista y luego anticomunista; fue un precoz y acérrimo enemigo del peronismo, pero el primero en reconocerle algunos méritos. Sus comentarios sobre libros y pinturas eran siempre honestos y hasta sorprendentes. Todo ello contribuyó a que tuviese muchos calumniadores y gran cantidad de admiradores. Es cierto que compartió un almuerzo con el general Videla a poco de producirse el golpe de Estado. Es cierto que elogió el asalto a las Malvinas perpetrado por el general Galtieri. Pero también es cierto que expresó un claro rechazo a toda forma de violencia. Recorrió con intensidad cada momento de su vida y su circunstancia. Fue honesto hasta el final. Cuando percibió que la mente aflojaba su visión del mundo y de las cosas, prefirió encerrarse hasta la clausura de su tránsito terrenal. Muchos no saben si admirarlo por sus novelas o por sus ensayos, o por sus declaraciones o por su conducta. Yo lo admiro por todo a la vez.