El hombre por sobre la santidad
*Por Osvaldo Pepe. Juan Pablo II volvió a convocar multitudes , ayer en el Vaticano, en la ceremonia de su beatificación, rito previo a la condición de Santidad según establece la liturgia de la Iglesia Católica.
Como en aquellos días de abril de hace seis años, durante aquella desconsolada vigilia doliente que preanunciaba su muerte y en los mismos funerales del adiós, las muchedumbres le rindieron emocionado tributo . Como lo hicieron en cada peregrinación en la que llevó su voz y su misión itinerante hasta lejanos rincones del planeta, muchos olvidados , qué curioso, de la mano de Dios .
Es que, más allá de las comprobaciones que los dogmas de la fe cristiana demandan para su santidad, como haberse verificado dos milagros de su autoría, millones y millones en todo el mundo, incluso entre los no creyentes, vieron en este polaco de temple y voluntad de acero, no un santo sino un hombre de coraje y convicciones . El más terreno de todos los representantes de Dios en el planeta.
Los argentinos supimos de él en los días sufrientes de la guerra de Malvinas, cuando a su paso por Buenos Aires una multitud bramó, entre desesperación y ruegos infinitos, la palabra "paz" . Un sinónimo de la extendida voluntad nacional que no renegada por eso de los derechos soberanos argentinos, pero en cambio deploraba la matanza a que estaban siendo sometidos jóvenes compatriotas por la mayor maquinaria bélica del planeta y repudiaba también la irresponsable aventura la dictadura autóctona , feroz y sangrienta.
Juan Pablo II supo sintonizar con la era mediática y fue en esas arenas donde multiplicó su prédica pastoral que lo llevó a ser protagonista de uno de los hechos clave del siglo XX. Al quebrar férreos dogmas comunistas mediante la batalla por la fe y la espiritualidad aceleró el desplome de la Guerra Fría.
Una vez que logró ese objetivo, cuestionó con energía al "capitalismo salvaje" y aspectos negativos de la globalización. Quebró esquemas de siglos de la Iglesia al pedir público y reiterado perdón por el Holocausto y por el empecinamiento del Vaticano ante las verdades de la ciencia simbolizadas en Galileo Galilei. Humano al fin, el gran pastor global dejó pendientes temas como la libre sexualidad y los anticonceptivos, entre otros. Si santificarlo es misión de la Iglesia, también debería serlo abordar estas cuestiones que involucran a millones de quienes tanto lo aman y extrañan.