"El hombre con seis sentidos"
De esta forma se presentaba y así lo demostraba. Un caso poco común digno de estudio.
Josef Kraus, nacido en Praga en 1892, se convirtió en un célebre "telépata teatral" conocido como "Frederick Marion", emulando la capacidad de "lectura de la mente sin contacto" de su compatriota checo Eugene de Rubini.
La clásica presentación de Marion consistía en solicitar un pequeño objeto a alguna persona del público y, luego de sostenerlo un instante en sus manos, lo devolvía a su dueño para que lo ocultara en algún sitio mientras él se encontraba fuera de la sala custodiado por otra persona. Su recomendación era que todos se concentren en el lugar donde fue escondido el elemento e imaginen los movimientos que él debería hacer para encontrarlo. Cuando ingresaba, con una mano sobre la frente y otra extendida hacia adelante, recorría el salón caminando rápidamente y, en cuestión de menos de un minuto, ubicaba el objeto.
A diferencia de Rubini, Marion afirmaba que su éxito se debía a la telepatía y en su publicidad se anunciaba como "El Fenómeno Telepático" y "El Hombre con Seis Sentidos". Como veremos, el segundo apelativo podría considerarse más cercano a una real definición no académica de su extraordinaria condición sensorial.
Más allá de su equivocada creencia, la buena disposición de Marion para someterse a una serie tests sirvió para confirmar conclusiones previas.
Pruebas con Marion
Los experimentos con Marion sin contacto físico (directo o indirecto), fueron realizados entre enero y julio de 1934 durante su primera visita artística a Inglaterra. Los tests fueron dirigidos por Samuel G. Soal (1889-1975), matemático y parapsicólogo británico quien, en años posteriores, fue seriamente acusado de fraude en sus investigaciones de percepción extrasensorial [Hansel, C. E. M. (1989) The Search for Psychic Power: ESP and Parapsycholgy Revisited. Ed. Prometheus Books, N.Y., pp. 100-116].
Pese a este mal antecedente de Soal, su trabajo con Marion es digno de mención por la originalidad del diseño en los ensayos y los resultados obtenidos que, sin duda, fueron una gran contribución para ampliar el conocimiento sobre los alcances y límites de esta práctica del mentalismo.
Las experiencias se realizaron en los salones del Consejo de Investigación Psíquica de la Universidad de Londres. El procedimiento básico consistía en utilizar seis latas rectangulares con sus respectivas tapas y numeradas del 1 al 6. Mientras Marion se encontraba fuera del recinto acompañado por uno de los concurrentes, Soal arrojaba un dado y de acuerdo al número en suerte, se colocaba un pequeño pañuelo sin perfume dentro de la correspondiente lata.
Una vez ocultado el pañuelo, Marion ingresaba a la habitación y todos los concurrentes (media docena) debían 'impulsarlo mentalmente' desde sus asientos a dirigirse a la lata que correspondía.
Era condición para los asistentes mantener absoluto silencio y evitar cualquier tipo de seña que indique el lugar donde se encontraba el objetivo. En cuanto a Marion, no podía tocar las latas hasta que decidiera cuál de ellas contenía el pañuelo. Si fracasaba con la primera lata que abría, se le daba la oportunidad de un segundo intento con las restantes y se concluía la experiencia. En esas condiciones se llevaron a cabo 91 ensayos, de los cuales 38 fueron exitosos en el primer intento y superando ampliamente los 15 esperados por pura coincidencia.
Se repitieron los ensayos, pero sin que ninguno de los presentes en la sala conociera la lata que tenía oculto el pañuelo. El resultado fue negativo no superando el azar.
Ocultamiento de los "transmisores"
Luego orquestaron pruebas más complejas con el fin de determinar el rol que cumplía el auditorio en el éxito de Marion. En una primera serie, Soal acompañaba a Marion fuera del salón mientras los demás se encargaban de ocultar el pañuelo dentro de la lata. Cuando ambos ingresaban, en una cierta cantidad de ensayos los asistentes permanecieron con sus cabezas y hombros tapados con gruesas mantas y los oídos tapados con los dedos, mientras que en otras se ocultaron detrás de una cortina blanca opaca en un rincón de la sala y observaban a Marion desde unas pequeñas mirillas que le habían practicado para tal fin. Los resultados fueron un fracaso y, según el comentario de Soal: "Esos tests demostraron que para que Marion tuviese éxito le era esencial ver alguna parte del cuerpo de una persona que conociera el escondite".
En una segunda serie cambiaron las condiciones y permitieron que uno de los asistentes que conocía el escondite, acompañara a Marion a una distancia aproximada de un metro y, en algunos ensayos, con la cabeza, cuello y hombros cubiertos con un lienzo delgado y encima una capucha negra cuyo entretejido permitía la visión pero ocultaba completamente el rostro. En todas esas pruebas Marion "obtuvo un éxito brillante" y "demostraron que Marion no obtenía enteramente sus indicios de los cambios en la expresión del rostro", interpretó Soal.
La "caja-robot"
Fue el nombre que le dieron al curioso artefacto que construyeron para el "transmisor" en las siguientes pruebas. Se trataba de una caja liviana de madera terciada, de 1,27 m de alto, abierta en su base y un agujero circular en la parte superior que permitía pasar la cabeza de la persona. Este habitáculo le cubría todo el cuerpo dejando sólo los pies a la vista. Para cubrir la cabeza se diseñó una capucha rectangular de cartón, con una abertura ovalada en una de sus caras y cubierta por una malla de tela que permitía la visión.
De los seis ensayos que se llevaron a cabo con un "transmisor" oculto en esta caja y acompañando a Marion a un metro de distancia, en cinco fue exitoso en el primer intento. La inferencia fue que el mentalista obtenía los principales indicios de los movimientos del andar del "transmisor".
Garita sobre ruedas
Con este aparatoso móvil, cuyos detalles verán en el próximo video, se realizaron tres series de pruebas y con resultados diferentes.
1) Marion obtuvo mucho éxito cuando el cuerpo del sujeto transmisor estuvo expuesto sin la colación de los cinco paneles frontales.
2) No superó lo esperado por azar cuando todos los paneles estaban cerrados.
3) Fue exitoso, superando el cálculo de probabilidades, durante 25 ensayos en que el panel superior no fue utilizado para ocultar la cabeza del transmisor, si bien estaba cubierta con el accesorio rectangular de cartón.
La deducción de la tercera serie fue que Marion se guiaba por los indicios que le proporcionaron los movimientos involuntarios de cabeza que efectuó el transmisor.
La totalidad de las demostraciones pseudotelepáticas de Marion, llevó a Soal a concluir que "posee sagacidad para interpretar pequeños indicios proporcionados inconscientemente por ciertos miembros del público" [Soal, S. G. (1937) Preliminary Studies of a Vaudeville Telepathist. University of London Council for Psychical Investigation, Bull. III, Londres; Soal, S. G. (1956) A case of pseudo-ESP. En Extrasensory perception: A CIBA Foundation symposium, J. & A. Churchill Ltd., London; versión en castellano: Percepción Extrasensoria - Simposio, EUDEBA, Bs. As, 1961, pp.170-182].
Marion nunca aceptó las conclusiones de Soal y siguió insistiendo en que su trabajo no era mero entretenimiento, sino que era de valor para la ciencia como ejemplos de telepatía, clarividencia o precognición [Marion, F. (1950) In My Mind's Eye. E. P. Dutton & Co., Inc., N.Y.]. Sólo un par de colegas de Soal, R. H. Thouless y B. P. Wiesner, quedaron ingenuamente convencidos de que Marion "tenía realmente buenas aptitudes ESP", después de llevar a cabo algunas nuevas pruebas totalmente carentes de rigor científico en 1945 [Thouless, R. H. (1962) Experimental Psychical Research. Penguin Books; versión en castellano: Parapsicología. Ed. Hormé, S.A.E., Bs. As., 1974, "El caso de Marion", cap. 7, pp. 86-93]. Pero bueno, de ilusiones también se vive.
El aporte de Marion demostró definitivamente que la "lectura muscular" o "lectura de la mente por contacto" es sólo una de las herramientas válidas para tal fin, y un conjunto de recursos sensorios adicionales (pistas visuales y auditivas) pueden completar un fenómeno de pseudotelepatía. Todas estas observaciones de comunicación no-verbal con ilusionistas, y también con animales, fueron claves para la investigación científica futura y su rol en lo que fuera definido como efecto del experimentador.