DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

El hijo de los cuarenta II

Este es un simple relato sin pretenciones sobre la visita de un " hijo de los cuarenta".

De aquella tarde inolvidable cuando mi querida amiga cayó a almorzar con su querubín y lo que aconteció.

Reconocimiento de campo

El monstruito tomó posesión de la casa dándose a una devastadora inspección. De una de las piezas salió corriendo el gato y de otra se asomó mi hijo con ojos desorbitados; declaró irse al club, pero estaba tan alterado que casi saltó por la ventana.

Mi tierno concubino se encerró en la cocina, echó candado y desde adentro comunicó -dándose aires de marido ejemplar que él se haría cargo de la comida. Mi hija, muy por el contrario decidió darnos una lección de cómo se trata a una criatura. La pobre, en su inexperiencia aún cree que los niños son como seres humanos. Al rato la bestia había destruido esta tierna convicción saliendo del baño revoleando un calzón sucio y preguntando con cara de otario: "¿qué es esto?" Con igual celo logró penetrar en el bunker de la cocina e inspeccionó la heladera. Sentada en el comedor, y mientras la madre me hablaba necedades, alcancé a escuchar el siguiente diálogo en la cocina:

- No tenés manteca... No tenés dulce... No tenés nada rico.

- Acá somos todos grandes.

- ¿A los grandes no les gustan las cosas ricas?

- No. Los grandes tomamos lavandina y comemos jabón.

La respuesta sonaba malévola. Entre las muchas virtudes que adornan al señor, no está la menor simpatía por los niños.

La bestia pequeñita desapareció y volvió a los cinco minutos con la boca llena de espuma y un jabón a medio masticar en su mano.

-¿Esto te gusta, abuela?

Mi hija, entre reproches, aconsejó un lavaje de estómago. Yo corrí a esconder la lavandina. La madre sonreía dulcemente: el niño al parecer había comido cosas infinitamente más peligrosas que éstas y sin embargo lo teníamos ahí vivito y coleando.

A esta altura ya todos sospechábamos que estábamos embarcados en una misión de alto riesgo: sobrevivir a un hijo de los cuarenta y aun nos faltaba el almuerzo propiamente dicho. ¡Están invitados en la próxima!