Sociedad
El Gordo Valor en cuarentena: cómo vive el encierro en su casa el ladrón más famoso de Argentina
“La gente se siente presa porque no sabe lo que es la cárcel” asegura. Hace casi dos años que está en libertad. Protagonizó una de las fugas más increíbles de la historia criminal argentina.
El Gordo Valor es el ladrón más famoso de Argentina. En una entrevista con el brillante Rodolfo Palacios revela cómo vive el encierro. Un encierro que odia pero del que sabe, esta vez no se puede escapar.
El 16 de septiembre de 1994 protagonizó una de las fugas más increíbles de la historia criminal argentina. Saltó de un muro de la cárcel de Devoto junto a otros compañeros, con sábanas anudadas y una metralleta. Estuvo prófugo y no pasó más de dos noches en un mismo lugar.
Tampoco soportó quedarse en su casa, situada en Villa Rosa, partido de PIlar, cuando salió libre en 2009. Los ruegos de su esposa Nancy, y las profecías de su bruja María (le decía que si salía de su casa iba a termina preso otra vez) nunca pudieron con sus ansias de andar en la calle. Antes de irse, le dijo a su mujer que iba a regresar para comer los fideos caseros que ella preparaba. Pero cayó cuando intentaba robar en un country.
Pero esta vez, el coronavirus pareciera ser el tope definitivo a la compulsión del ex líder de la superbanda que robaba bancos y blindados. Ahora no sale ni a hacer compras.
-Esto no es joda. Está la vida de por medio. Hay que ser cuidadoso y solidario. Y quedarse en casa. La gente se siente presa, pero no sabe que no hay nada peor que la cárcel.
Eso dice Luis Alberto Valor, alias el Gordo Valor, el delincuente más famoso de la Argentina. El hombre que a punta de fusil robó en los años ochenta y noventa 24 bancos y 19 blindados. Pasó 33 años de su vida preso. Ahora tiene 65 y está en libertad desde el 5 de julio de 2018.
En su época de apogeo criminal, cuando invertía en grandes negocios y en su casa había escondites con gruesos fajos de billetes de 100 dólares, él planeaba abrir una cadena de bares que llevara su nombre. Registró la marca y tenía un representante que planeaba vender muñequitos suyos y remeras con su imagen. En la actualidad espera que se pueda filmar una película de su historia llamada Bandido.
Ahora cumple cuarentena como cualquier ciudadano. Salir sin permiso sería caer en manos de la Policía otra vez. Hay un axioma delincuencial que dice que los ladrones no saben esperar. Todo, en el robo, es ir hacia adelante: es como un aquí y ahora furioso. Para los ladrones no existe la burocracia. No hay un solo ladrón que alguna vez haya esperado en una fila ser atendido en un Banco: se meten y lo roban. Ni siquiera tienen cuenta bancaria. Muchos ellos, en épocas violentas, ante una enfermedad o herida tampoco aguardan ser llamados entre los pacientes de un hospital: irrumpen y se hacen atender.
Pero eso ya pasó.
-Valor, ¿cómo vive estos días de encierro?
-Imagínese que pasé más de 30 años encerrado. Esto más que encierro, es un lujo. Estar con mi compañera Nancy, con las perras, disfrutando del jardín, viendo tele.
-¿Qué mira?
-Los noticieros. Igual lo que pongas va a aparecer lo del virus este. Estoy preocupado, ruego a Dios que no muera nadie más. Me fugué, hice motines, robé, pero les ruego a todos que se queden en sus casas.
-¿Cómo es su rutina?
-Me levanto temprano, como siempre. Con la Nancy tomamos unos mates. Escuchamos la radio o música. Nos encanta el rock nacional, el de antes, sobre todo. Jugamos a las cartas, miramos fotos viejas, llamamos a los amigos y a la familia. Y miramos muchas películas.
-¿Cuáles vio?
-Volví a ver El Ángel. Había ido al estreno y esta vez me gustó más. Es una época que viví. También miro películas viejas, argentinas, italianas, de cualquier país. Me gustan las de acción. A la Nancy las románticas. Miramos de todo.
-¿No está tentado de salir? Su esposa siempre dice que la pasaba en la calle.
-No, esta vez no. Tuve fugas increíbles. En las que arriesgué la vida. Y Nancy sabe que soy cola inquieta. Pero acá está en riesgo no sólo mi salud, sino la salud de la gente. Hace poco tuve una neumonía jodida y casi no cuento el cuento. Lo insólito es que muchas personas me han pedido consejos para pasar lo mejor posible la cuarententa.
-¿Y usted qué les dice?
-Que no hay que desesperarse. Ni estar todo el día mirando noticias. Los presos miramos los noticieros y creemos que afuera está todo mal. Tampoco hay que pensar mucho. Ni creer que tenemos todo el tiempo del mundo. El tiempo siempre corre igual. Lo ideal es que se armen actividades. Que no estén quietos o tirados en la cama.
-¿Qué piensa de la situación de los detenidos en las cárceles?
-Me tiene muy preocupado. Es desesperante lo que están viviendo. Les pido que tengan calma, que comprendan que la situación está difícil y que no se manden ninguna macana. La violencia no sirve para nada. Lo aprendí tarde.
El 16 de septiembre de 1994 protagonizó una de las fugas más increíbles de la historia criminal argentina. Saltó de un muro de la cárcel de Devoto junto a otros compañeros, con sábanas anudadas y una metralleta. Estuvo prófugo y no pasó más de dos noches en un mismo lugar.
Tampoco soportó quedarse en su casa, situada en Villa Rosa, partido de PIlar, cuando salió libre en 2009. Los ruegos de su esposa Nancy, y las profecías de su bruja María (le decía que si salía de su casa iba a termina preso otra vez) nunca pudieron con sus ansias de andar en la calle. Antes de irse, le dijo a su mujer que iba a regresar para comer los fideos caseros que ella preparaba. Pero cayó cuando intentaba robar en un country.
Pero esta vez, el coronavirus pareciera ser el tope definitivo a la compulsión del ex líder de la superbanda que robaba bancos y blindados. Ahora no sale ni a hacer compras.
-Esto no es joda. Está la vida de por medio. Hay que ser cuidadoso y solidario. Y quedarse en casa. La gente se siente presa, pero no sabe que no hay nada peor que la cárcel.
Eso dice Luis Alberto Valor, alias el Gordo Valor, el delincuente más famoso de la Argentina. El hombre que a punta de fusil robó en los años ochenta y noventa 24 bancos y 19 blindados. Pasó 33 años de su vida preso. Ahora tiene 65 y está en libertad desde el 5 de julio de 2018.
En su época de apogeo criminal, cuando invertía en grandes negocios y en su casa había escondites con gruesos fajos de billetes de 100 dólares, él planeaba abrir una cadena de bares que llevara su nombre. Registró la marca y tenía un representante que planeaba vender muñequitos suyos y remeras con su imagen. En la actualidad espera que se pueda filmar una película de su historia llamada Bandido.
Ahora cumple cuarentena como cualquier ciudadano. Salir sin permiso sería caer en manos de la Policía otra vez. Hay un axioma delincuencial que dice que los ladrones no saben esperar. Todo, en el robo, es ir hacia adelante: es como un aquí y ahora furioso. Para los ladrones no existe la burocracia. No hay un solo ladrón que alguna vez haya esperado en una fila ser atendido en un Banco: se meten y lo roban. Ni siquiera tienen cuenta bancaria. Muchos ellos, en épocas violentas, ante una enfermedad o herida tampoco aguardan ser llamados entre los pacientes de un hospital: irrumpen y se hacen atender.
Pero eso ya pasó.
-Valor, ¿cómo vive estos días de encierro?
-Imagínese que pasé más de 30 años encerrado. Esto más que encierro, es un lujo. Estar con mi compañera Nancy, con las perras, disfrutando del jardín, viendo tele.
-¿Qué mira?
-Los noticieros. Igual lo que pongas va a aparecer lo del virus este. Estoy preocupado, ruego a Dios que no muera nadie más. Me fugué, hice motines, robé, pero les ruego a todos que se queden en sus casas.
-¿Cómo es su rutina?
-Me levanto temprano, como siempre. Con la Nancy tomamos unos mates. Escuchamos la radio o música. Nos encanta el rock nacional, el de antes, sobre todo. Jugamos a las cartas, miramos fotos viejas, llamamos a los amigos y a la familia. Y miramos muchas películas.
-¿Cuáles vio?
-Volví a ver El Ángel. Había ido al estreno y esta vez me gustó más. Es una época que viví. También miro películas viejas, argentinas, italianas, de cualquier país. Me gustan las de acción. A la Nancy las románticas. Miramos de todo.
-¿No está tentado de salir? Su esposa siempre dice que la pasaba en la calle.
-No, esta vez no. Tuve fugas increíbles. En las que arriesgué la vida. Y Nancy sabe que soy cola inquieta. Pero acá está en riesgo no sólo mi salud, sino la salud de la gente. Hace poco tuve una neumonía jodida y casi no cuento el cuento. Lo insólito es que muchas personas me han pedido consejos para pasar lo mejor posible la cuarententa.
-¿Y usted qué les dice?
-Que no hay que desesperarse. Ni estar todo el día mirando noticias. Los presos miramos los noticieros y creemos que afuera está todo mal. Tampoco hay que pensar mucho. Ni creer que tenemos todo el tiempo del mundo. El tiempo siempre corre igual. Lo ideal es que se armen actividades. Que no estén quietos o tirados en la cama.
-¿Qué piensa de la situación de los detenidos en las cárceles?
-Me tiene muy preocupado. Es desesperante lo que están viviendo. Les pido que tengan calma, que comprendan que la situación está difícil y que no se manden ninguna macana. La violencia no sirve para nada. Lo aprendí tarde.
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