El Gobierno que odia las preguntas
Los periodistas no somos escritores, aunque algunos ejerzan el doble oficio. Sin embargo, para desarrollar nuestra tarea estamos obligados
al uso de las tres herramientas que mencionó el escritor mexicano Carlos Fuentes, muerto la semana pasada, al recibir en 1987 el Premio Cervantes: el lenguaje, la crítica y la imaginación . Las tres facultades abrevan en una actitud tan antigua como el habla de los humanos. La de preguntar , la de investigar , la de opinar con sentido crítico.
Todas ellas arropan la vocación periodística, pero también se corresponden con la condición de ciudadano . Sin capacidad de interpelar en público al poder , el pensamiento social se esclerosa, el secreto se consagra como religión de Estado y las democracias se vuelven esclavas de la palabra oficial.
No es casual que el Gobierno que no hace de reuniones de Gabinete , y que dirige a sus funcionarios a control remoto, es el mismo que no da ni tolera las conferencias de prensa.
No resiste la pregunta, odia la crítica y su imaginación sólo parece fecunda a la hora de repartir carteles entre barrabravas o medias a chicos descalzos y pobres de Angola. En todos los casos con la misma leyenda: "Clarín miente", claro .
Fue en ese reciente viaje de la comitiva presidencial a Angola donde el canciller Timerman quedó desnudo , con una patética mueca irónica, ante las preguntas de Jorge Lanata sobre la violación a los derechos humanos en ese país africano, gobernado desde hace 32 años por un ex líder anticolonialista, con el 50% de la población condenada a vivir con menos de dos dólares por día.
Cristina prefirió definirlo como "una excelente plataforma para los empresarios argentinos" . Esas preguntas hubiesen sido imposibles en Buenos Aires, donde el poder no dialoga, sólo escucha su propio monólogo.
En el caso Ciccone lo demostró Boudou, el niño bien ex UCeDé, hoy vicepresidente, cuando llamó a conferencia de prensa, embistió con éxito contra el ex procurador, jueces y fiscales.
Habló a su gusto, se levantó y se fue.
Hay malas noticias para ese modo de ejercer el poder. Los periodistas queremos preguntar y seguiremos procurando hacerlo. Las democracias se devalúan por la falta de preguntas. Es el silencio, no el disenso, el que las enferma.
Todas ellas arropan la vocación periodística, pero también se corresponden con la condición de ciudadano . Sin capacidad de interpelar en público al poder , el pensamiento social se esclerosa, el secreto se consagra como religión de Estado y las democracias se vuelven esclavas de la palabra oficial.
No es casual que el Gobierno que no hace de reuniones de Gabinete , y que dirige a sus funcionarios a control remoto, es el mismo que no da ni tolera las conferencias de prensa.
No resiste la pregunta, odia la crítica y su imaginación sólo parece fecunda a la hora de repartir carteles entre barrabravas o medias a chicos descalzos y pobres de Angola. En todos los casos con la misma leyenda: "Clarín miente", claro .
Fue en ese reciente viaje de la comitiva presidencial a Angola donde el canciller Timerman quedó desnudo , con una patética mueca irónica, ante las preguntas de Jorge Lanata sobre la violación a los derechos humanos en ese país africano, gobernado desde hace 32 años por un ex líder anticolonialista, con el 50% de la población condenada a vivir con menos de dos dólares por día.
Cristina prefirió definirlo como "una excelente plataforma para los empresarios argentinos" . Esas preguntas hubiesen sido imposibles en Buenos Aires, donde el poder no dialoga, sólo escucha su propio monólogo.
En el caso Ciccone lo demostró Boudou, el niño bien ex UCeDé, hoy vicepresidente, cuando llamó a conferencia de prensa, embistió con éxito contra el ex procurador, jueces y fiscales.
Habló a su gusto, se levantó y se fue.
Hay malas noticias para ese modo de ejercer el poder. Los periodistas queremos preguntar y seguiremos procurando hacerlo. Las democracias se devalúan por la falta de preguntas. Es el silencio, no el disenso, el que las enferma.