El giro al centro de la Presidente
*Por Fernando Laborda. Tal vez la euforia dio paso a la sensatez. Nadie puede predecir por cuánto tiempo. Pero lo cierto es que Cristina Kirchner pareció advertir que la mayor parte de la sociedad argentina apuesta por la moderación y rechaza los "eternismos".
Al inaugurar el martes pasado el período de sesiones ordinarias del Congreso, la Presidente procuró con algunas frases endulzar los oídos de la clase media y de ciertos segmentos más conservadores de la población. Dijo que quería ser compañera de los sindicalistas pero no cómplice; condenó los cortes de rutas y calles; se pronunció elípticamente en contra de los proyectos para extender la posibilidad del aborto, y habló de la falsa dicotomía entre mano dura y garantismo. También dejó descolocada a la diputada Diana Conti, que había insinuado la idea de "una Cristina eterna", y poco después disciplinó a quienes, como el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, habían iniciado una campaña en contra de la presencia de Mario Vargas Llosa en la inauguración de la Feria del Libro porteña.
Allegados al gobernador Daniel Scioli festejaron los gestos de la Presidente. Según ellos, las últimas actitudes de Cristina Kirchner demuestran que no está cooptada por un sector radicalizado del oficialismo y que ella entiende que la sociedad argentina no es centrífuga, sino centrípeta.
Tras los ataques que figuras asociadas a la ministra Nilda Garré, como León Arslanian y Horacio Verbitsky, lanzaron contra la política de seguridad de Scioli, en la gobernación bonaerense se esmeraron por subrayar las coincidencias entre el mandatario provincial y la Presidenta a la hora de desideologizar la cuestión de la seguridad.
El tiempo dirá si el giro al centro de la jefa del Estado es algo más que un simple movimiento táctico. Pero resulta claro que la seducción de los vastos sectores medios desencantados requerirá más que frases bonitas.
Con excepción del tardío reconocimiento de que hacen falta más policías en las calles, el mensaje presidencial careció de precisiones en materia de políticas de seguridad. Y una de las mayores preocupaciones de la población, la inflación, estuvo ausente en el discurso. Se trata de una actitud coherente con el hecho de que el Gobierno se resiste a reconocer la inflación como un problema. Lo peor que les puede pasar a quienes buscan esconder el problema es que sus propios aliados se lo recuerden. Fue Hugo Moyano quien habló del índice del supermercado. Los Kirchner siempre detestaron lo incontrolable. La Presidente advirtió, con los primeros datos de la negociación salarial, que el sindicalismo que creía controlar ya no le responde.