El futuro del liderazgo kirchnerista
Hasta hace poco tiempo, el Gobierno nacional asistía a un deterioro en los términos del intercambio político, que lo ubicaba en la curva descendente de su liderazgo, momento en el que necesitaba invertir más para conseguir lo mismo.
La mayoría de los liderazgos políticos tienen períodos de ascendencia y decadencia. El kirchnerismo conoció el clímax y el fondo del mar.
Hasta hace poco tiempo, el Gobierno nacional asistía a un deterioro en los términos del intercambio político, que lo ubicaba en la curva descendente de su liderazgo, momento en el que necesitaba invertir más para conseguir lo mismo. Cada vez más políticas públicas y más publicidad para obtener igual o menor apoyo político y de la opinión pública que en años anteriores. Y en política, los números son tiranos.
La muerte de Néstor Kirchner, el principal eje de la política argentina de los últimos años, pateó el tablero. El nivel de imagen de la presidenta Cristina Fernández aumentó de manera sustancial y su intención de voto le permitiría, hoy, ganar en primera vuelta en 2011, según encuestas previas a los últimos conflictos sociales, que ahora estarían afectando la mejora de su imagen.
Para nuestro análisis, supondremos que el Gobierno triunfaría en la elección del año próximo con la reelección de Cristina Fernández.
Ante este escenario, podrían ocurrir dos procesos diferentes:
1. El Gobierno obtiene mayoría en ambas cámaras del Congreso. Los distritos que elijen senadores lo favorecen (Buenos Aires, Santa Cruz, San Juan, La Rioja, Formosa, Misiones y Jujuy, con excepción de San Luis), lo que arrastraría la elección para la Cámara de Diputados. Esto le permitirá reforzar su imagen, gobernar mediante leyes y retomar el camino de antaño, reencauzando el proceso de liderazgo hacia una etapa ascendente, en este caso confirmada por las urnas. En contraposición, sería un escenario muy desfavorable si ganara un opositor, quien seguramente tendrá un Senado –y quizá un Congreso– opositor a su gestión.
2. El Gobierno no obtiene mayoría en la Cámara de Diputados. Esta posible situación lo llevaría a continuar con el desgaste de liderazgo que ya posee. La pregunta es cuánto más podrá continuar de esa forma.
Quizá en el medio de la luna de miel que sobrevendrá por ganar la elección presidencial, en el primer año de gestión podría obtener apoyo para determinadas iniciativas. Mucho tendrá que ver la cohesión de los bloques opositores, para no repetir lo vivido este año. En tal caso, las elecciones legislativas de medio término de 2013 serían determinantes para el futuro, no sólo del "modelo" sino también de la gestión. Entiendo que esto implica pensar aún más lejos de lo que se habla hoy, pero es una situación tan imprevisible como posible.
Puntos conflictivos. Ambos escenarios plantean puntos conflictivos. Países vecinos que optaron por no tener sistemas electorales con reelección, como Uruguay o Chile, han demostrado que pueden continuarse los modelos políticos sin el deterioro que caracteriza a los mandatos continuados. Si el Gobierno ya muestra signos de desgaste, que éste dure otros cuatro años podría plantear profundas fisuras que son propias de la permanencia en el poder.
Pero, en el actual contexto, no puede visualizarse una figura opositora capaz de erigirse con posibilidades de recambio del liderazgo. Aun más, las circunstancias coyunturales –alianza del Gobierno con la CGT, por caso– y del mediano plazo (mayorías legislativas) lo enfrentarían a un escenario poco amigable.
La reforma política-electoral aprobada a fines de 2009, con el objetivo de reducir la fragmentación del sistema de partidos, será un elemento influyente en la elección de 2011 y los años subsiguientes. Primero, debido a que serán pocos partidos los que compitan luego de aprobar el examen de primarias abiertas, y segundo, porque esto se reflejará en la gestión 2011-2015, en la que las "voces opositoras" quedarán reducidas a los legitimados en las primarias, marcando el retorno a un sistema de partidos de unos pocos jugadores.
En definitiva, la mesa está servida según los gustos oficialistas.