El estallido de una guerra anunciada
*Por Julio Blanck. La Presidente apunta a desprenderse de Moyano como aliado. El jefe de la CGT, en cambio, quiere ser socio del tiempo que viene.
El conflicto se profundizó desde la muerte de Kirchner, que supo manejar esta relación. Alfonsín, en tanto, busca darle impulso a su oferta electoral.
El dato viene de alguien que conoce al minuto lo que ocurre en Tribunales: un abogado vinculado a Hugo Moyano anduvo preguntando a partir de qué momento los candidatos disfrutan de la protección de los fueros parlamentarios .
La averiguación le otorga más consistencia a la hipótesis según la cual Moyano terminará anotándose como primer candidato a diputado en la Provincia. Esa candidatura puede ser el lugar natural para quien además de conducir la CGT preside el peronismo boanerense. Pero no ocultaría la eventual búsqueda de fueros para guarecerse de investigaciones judiciales en marcha.
A contrapelo de la costumbre, aquí los términos podrían invertirse y la política quedar rezagada detrás del avance de los expedientes. En ambientes políticos y aun sindicales se da como probable que durante el mes de junio el juez Norberto Oyarbide mueva algunas causas que involucran a las jerarquías gremiales . Moyano podría ser uno de los alcanzados por medidas que disponga el hábil magistrado, experto en el arte de correr de un platillo a otro de la balanza judicial para depositar en ellas cargas políticas equivalentes. Y los fueros, si es que de verdad Moyano los persigue, recién estarían disponibles a mediados de agosto .
Fuentes de la Justicia explican que según los artículos 60 y 61 del Código Electoral, puede considerarse que los fueros están vigentes desde el momento en que se oficializan las candidaturas.
Esto no sucederá antes del 14 de agosto, fecha de las internas abiertas y obligatorias que consagrarán a los candidatos para octubre. Este dato, desalentador para sus fines, se llevó aquel abogado que husmeó en los tribunales.
Ya en vida de Néstor Kirchner, Moyano rumiaba su bronca porque sospechaba que detrás de cada movimiento de Oyarbide operaba la mano kirchnerista para acorralarlo, limar su poder y, en extremo, meterlo preso . Moyano podía exagerar con sus recelos, pero esas sospechas nunca parecieron disparates .
Hay una lógica de poder que Moyano y los Kirchner comparten: cuando se construye un sistema totalmente vertical y se busca la máxima concentración del poder, pueden tolerarse las alianzas transitorias pero nunca se aceptan socios para compartir esa cumbre conquistada.
Néstor supo llevar con flexibilidad la alianza fundamental que había forjado con Moyano. Las tensiones nunca llegaron a la explosión y los dos se beneficiaron siendo aliados. Ahora hay dos problemas: Cristina es menos flexible que Kirchner; podría decirse –aun a riesgo de simplificar demasiado– que es más ideológica y menos política. Y Moyano quiere ser socio de lo que viene, por eso busca hacerse fundador de la reelección de Cristina y a la vez reclama un vicepresidente y un gobernador bonaerense. La combinación entre menor flexibilidad y mayor ambición solamente puede dar como resultado una fórmula explosiva .
Para colmo, los modos de expresar esa discordia básica que encarnan hoy Cristina y Moyano, enardecen y aumentan la propia discordia. El contrapunto de los últimos días fue dramático, pero también patético. Véase el encadenamiento reciente: Pablo Moyano, el sanguíneo hijo de Hugo que maneja el día a día del sindicato de camioneros, amenazó con "parar el país" si no les daban un plus salarial en las empresas de combustibles. Enseguida, el trabajo a reglamento del gremio golpeó el abastecimiento de nafta en amplias zonas del país.
La Presidenta reclamó con dureza a los gremios que limitaran los conflictos , en lugar de apoyarla tanto para la reelección.
Desde la CGT contestaron con una declaración de apoyo a Sergio Massa como candidato a gobernador de Buenos Aires en desmedro de Daniel Scioli. El Gobierno lo leyó como una puñalada para desestabilizar el juego político en la Provincia , donde la brutal maquinaria de presión kirchnerista tiene a Scioli bajo control.
La Presidenta cerró entonces el círculo con el más duro ataque escuchado en estos años desde el poder contra los sindicatos. Los acusó de extorsionadores, corporativistas, casi de golpistas . Solamente le faltó la palabrita que alguna vez estuvo de moda: "destituyentes".
El viernes por la mañana, el día después del durísimo discurso de Cristina, hubo reunión en la CGT. La cúpula sindical hizo catarsis: se escucharon palabras muy gruesas contra la Presidenta , hubo bravatas y promesas de guerra santa y muy pocos dirigentes del núcleo duro del moyanismo aconsejaron analizar todo con más ponderación y menos calentura.
Moyano tuvo la última palabra, como corresponde al jefe. Ordenó una semana de silencio de radio.
"No vamos a decir nada, ni en contra ni a favor de la Presidenta" , explicó un vocero sindical. Será, según ellos, la expresión de que "está todo mal" en la relación con Cristina. Para afuera quizá se note poco, vale apuntar. Y hay que ver si el voto de silencio es tan duradero como se proponen.
En el kirchnerismo, los políticos ya están advertidos. Corrieron con la velocidad del rayo las palabras atribuidas a Pablo Moyano después del primero de los dos retos públicos de Cristina: "Vienen por mi viejo y nos vamos a defender" .
Ese "vienen por mi viejo" tiene, más allá del político, el fuerte componente judicial antes mencionado. Además del caso de la mafia de los remedios truchos, que tiene al bancario Juan José Zanola y a su esposa en la cárcel desde hace más de un año , está la investigación en Suiza por lavado de dinero, que ya produjo un pedido de informes a la Justicia argentina. Y una causa por presunto enriquecimiento ilícito. Están alcanzados por las investigaciones Moyano, su esposa Liliana Zulet y sus hijos.
La matriz familiar parece repetirse.
"Con esta gente es muy difícil hablar" , se lamenta uno de los moyanistas moderados. Hace mención a las dificultades de comunicación que tenían con el Gobierno, antes aún de la escalada brutal de estos últimos días. Con la muerte de Néstor Kirchner, Moyano perdió también el interlocutor para sus desvelos judiciales. El camionero quizás sienta que delante suyo se abre un territorio en tinieblas . Difícil saber de dónde vendrá el próximo golpe.
Algunos ayudan a sembrarle la desgracia. Graciela Ocaña, la incansable jefa del PAMI con Kirchner y ministra de Salud con Cristina hasta que la derrumbó la presión de Moyano, le está pidiendo al juez Oyarbide que no demore más la respuesta a Suiza . Los abogados sindicales no descansan: recorren juzgados federales buscando un magistrado amigo que reciba una denuncia de vieja data contra Ocaña y le abra una investigación, cuestión de tenerla a raya.
Mientras tanto la guerra declarada entre Cristina y Moyano tomó por sorpresa a la mayor parte de la oposición , como de costumbre.
Preocupado, Ricardo Alfonsín opinó ante sus íntimos que Cristina podía sumar puntos entre los sectores medios con sus diatribas contra Moyano y los métodos prepotentes del sindicalismo. Esas clases medias son, justamente, el nicho que Alfonsín se propone buscar para darle impulso a su oferta electoral.
El candidato radical anda a los saltos. El jueves a la noche, después de varios desencuentros entre sus emisarios, en una comunicación directa acortó distancia con el socialista Hermes Binner, a quien considera su aliado natural. El gobernador de Santa Fe acepta, en principio, el acuerdo entre Alfonsín y el peronista federal Francisco De Narváez como un fenómeno encapsulado en la provincia de Buenos Aires , que no afectaría un acuerdo nacional.
Para el paladar socialista, De Narváez tiene dos defectos: es peronista y se ubica a la derecha del espectro político. Para las necesidades de Alfonsín, De Narváez tiene una gran virtud: aporta un caudal de votos en la provincia de Buenos Aires que ningún opositor puede igualar.
A los radicales que corcovean por este acuerdo Alfonsín les ha dicho que "no estamos eligiendo si llevamos de candidato a De Narváez o a Margarita Stolbizer; tenemos que elegir si el próximo gobernador vuelve a ser Scioli o puede ser De Narváez".
Avanzada la gestión con De Narváez, Alfonsín mira hacia otras referencias del peronismo disidente: dirigentes con peso territorial y economistas de nota. Pero todo está muy verde. Esas figuras no parecen dispuestas a reducirse a una sucesión de frentes provinciales: hablan de un acuerdo global que los incluya junto a radicales y socialistas.
Los socialistas ponen el acuerdo programático por delante del armado electoral. "Para qué vamos a dar examen si todavía no estudiamos las bolillas", argumenta Binner, que todavía debe salir airoso de la dura interna en Santa fe, dentro de una semana.
Hay radicales que reclaman pureza ideológica, como si la Alianza construida con un sector peronista no hubiese hecho presidente a Fernando de la Rúa, de quien difícilmente se pueda decir que era más progresista que De Narváez. O como si hace cuatro años no hubiesen ido a la elección presidencial bajo el paraguas del peronista Roberto Lavagna.
Es la diferencia entre tener vocación de poder o querer agregarle un puñado de intendentes y legisladores al aparato ya existente.
También en el talante y la ambición de los candidatos se juega el destino de una elección.