El Estado tiene muchas fisuras
*Por Aldo Isuani. Hábil para recolectar impuestos y realizar transferencias monetarias, el Estado argentino muestra demasiados déficits para implementar políticas que mejorarían la vida de la gente. Es el desafío mayor para quienes sucedan a este Gobierno
A quienes piensan que asistimos a una etapa de recuperación del Estado luego de los cambios ocurridos a fines del siglo pasado, debo decirles que desafortunadamente esto no es así y continuamos bajo la sombra de un Estado que sigue siendo básicamente incapaz .
¿Pero a qué nos referimos cuando hablamos de un Estado capaz o incapaz? Básicamente a tres elementos. En primer lugar a las capacidades técnicas, o sea a la aptitud con la que el Estado se desempeña en diversos ámbitos . Al respecto, en el caso argentino debe reconocerse un elevado nivel de aptitud en recolectar impuestos y realizar transferencias monetarias . La AFIP y la ANSES son las instituciones encargadas de ambas tareas que realizan muy aceptablemente.
En otras áreas, la mayoría por cierto, el Estado no posee estas capacidades : prevenir y reprimir delitos complejos, garantizar servicios públicos adecuados (especialmente en el caso del transporte), hacer cumplir las normas de tránsito y así evitar una tasa obscena de mortalidad por accidentes, defender a los consumidores de abusos de distinta naturaleza, evitar los enfrentamientos entre patotas sindicales o barras bravas futbolísticas, controlar la calidad de los medicamentos en particular y de los servicios médicos en general, poner límites a la contaminación de fuentes hídricas, etc. etc. etc.
Pero además de estas capacidades técnicas, existen otras que pueden ser definidas como "sincrónicas" y que refieren a la aptitud del Estado para adaptarse a los cambios ocurridos en la sociedad en la que está inserto. Al respecto, es muy claro que la estructura de la sociedad argentina ha experimentado profundas transformaciones en la dos últimas décadas: apareció el desempleo en gran escala, se agigantó la porción de trabajadores sin cobertura legal y de la seguridad social, cayó la proporción de trabajadores ocupados en la industria y el agro, se incrementó la desigualdad en la distribución del ingreso, se multiplicó el desempleo juvenil, cambió significativamente la composición de las familias apareciendo una gran cantidad de hogares monoparentales a cargo de mujeres, entre otros cambios importantes.
Pero a pesar de estos enormes cambios, el Estado no se modificó sustancialmente para adaptarse a ellos.
Se desprendió primero de empresas públicas para subsidiar recientemente el consumo de servicios públicos de sectores medio y altos, pero, por otra parte, no posee políticas significativas para enfrentar el desempleo y marginalidad juvenil o la vulnerabilidad de los hogares liderados por mujeres, especialmente en sectores de bajos ingresos; el sistema tributario sigue edificado básicamente sobre impuestos indirectos; el sistema público de salud continúa ejecutando una porción minoritaria del gasto que se realiza en acciones médicas aunque atiende a la mitad de la población, el sistema previsional sigue sin revisión aunque la realidad de un aportante por beneficiario habla a las claras de su inviabilidad futura.
Estos son sólo algunos ejemplos que ilustran la incapacidad para el cambio de las estructuras estatales .
Ahora bien, tanto las capacidades técnicas como las sincrónicas dependen de un tercer tipo que son las capacidades políticas . El Estado en definitiva no es otra cosa que un ámbito institucional ocupado por las fuerzas políticas que ganan su acceso por vía democrática o autoritaria. Por ende, el desarrollo de las capacidades técnicas y sincrónicas son función de la convicción y poder de las fuerzas políticas que acceden al Estado y modelan sus políticas.
En otros términos, la mejora de las capacidades técnicas requiere que las fuerzas políticas que intervienen en el Estado tengan como proyecto mejorarlas. Por ejemplo, hacer valer las leyes de tránsito o garantizar las vidas de los ciudadanos. Y también son estas fuerzas políticas las que deberían tener las competencias intelectuales para entender los cambios sociales operados en la sociedad para adecuar la estructura del Estado a ellos.
Los gobiernos de los últimos tiempos no han demostrado ni voluntad ni capacidad política para poner al Estado en la longitud de onda de los cambios sociales acaecidos , ni han desarrollado, salvo en áreas excepcionales, las capacidades técnicas del mismo. Si en el futuro la ciudadanía elige otros actores para conducir el Estado, este es el nada pequeño desafío que tienen por delante.