El escándalo, sin cuarentena
* Por Ricardo Kirchbaum. El Gobierno ha decidido tender un cordón sanitario para aislar a Sergio Schoklender de la Fundación de las Madres.
La Presidente ha pedido que Hebe de Bonafini sea protegida. Aníbal Fernández la habría arropado jurídicamente y Felisa Miceli, la ex ministra de Economía, sigue poniendo en orden las cuentasde la Fundación para entregarlas a la Justicia. Miceli, como se recordará, está en los umbrales del juicio oral por el hallazgo en el baño del ministerio de una bolsa con más de treinta mil dólares .
La causa de su renuncia no fue el hallazgo en sí mismo, sino la divulgación del hecho en una nota de Jorge Lanata en el periódico Perfil. La estrategia oficial se completa con responsabilizar a las provincias o municipios por la falta de controles.
Sin embargo, es tal la magnitud de la presunta estafa y del daño a valores simbólicos , como lo son las Madres, que el Gobierno no ha podido poner en cuarentena al escándalo como quisiera.
La estrategia de culpar sólo a Schoklender se derrumba por las convulsiones que en el propio kirchnerismo ha provocado el caso .
Estela de Carlotto, otra de las figuras centrales de la constelación oficialista, fue la que se atrevió a involucrar a Hebe en el caso , al decir que la presidenta de las Madres no podía ignorar las actividades de Schoklender y los suyos. Esto es que sus acciones no eran autónomas . Carlotto no quiere sufrir por errores ajenos. E intenta diferenciarse.
Es cierto que la Justicia debe determinar el grado del delito y sus ramificaciones. Pero no es menos cierto que intentar aplicar aquí la táctica del hijo réprobo,tratando de diluir responsabilidades políticas y de las otras , no parece ser el mejor camino para aplacar el escándalo.
La defensa de los derechos humanos no puede ser de ninguna manera una pantalla para ocultar delitos y obstruir investigaciones . Equiparar la investigación de lo que ha ocurrido con el dinero público en la Fundación con un ataque a las Madres es una torpe maniobra defensiva.