El error de entregar Irak a Irán
Estados Unidos y los desastrosos fracasos geopolíticos de colección.
Internacionales, especial
para JorgeAsísDigital
Estados Unidos tiene exclusiva responsabilidad en el resurgimiento de la jihad (guerra santa) en Irak. Si decirlo es una obviedad, negarlo o atenuarlo es una muestra de mera obsecuencia con el poderoso que no sabe liderar.
Aquí debe tratarse el desconocimiento inexplicable de George Bush junior, el republicano brutal que -a partir de sus tergiversaciones intencionadas- arrastró a occidente hacia la invasión equivocada de 2003. Y sumarlo a las alarmantes vacilaciones del demócrata Barack Obama, El Keniano. En 2011, desesperado hasta la ceguera, abandonó el territorio. Sin dejar nada resuelto, más allá de algunas improvisaciones institucionales que contrastaban con la cultura del lugar.
Ambos, Bush y Obama, reaccionaban lógicamente ante los requerimientos de su sociedad. A través de la venganza, en el arrebato estratégico de Bush. Consecuencia del atentado a las Torres Gemelas que les deparó miles de muertos, y un tajo indeleble a la sensibilidad del orgullo. Superpotencia herida.
El error de entregar Irak a Irán. Obama, en cambio, debía asumir el desastroso fracaso de colección de su antecesor. La fatiga social de una ciudadanía hastiada por recibir decenas de ataúdes semanales. De soldados (a veces indocumentados) que volvían envueltos en banderas.
Consecuencia de la guerra absurda que para colmo ni entendían. Les provocó cinco mil muertos propios.
Sendas diplomacias, la de Bush con Colin Powell, y la de Obama con Hillary Clinton y después con John Kerry, supieron esmerarse académicamente en los desatinos. Hasta entregar los escombros de Irak, el país invadido y destrozado, en bandeja de plástico, a Irán.
Improvisaciones compartidas
Pero Estados Unidos dista de reconocer sus errores. Reclamarlo es tan sospechoso como ingenuo. Y vano. La culpa es, por lo tanto, de la tendencia a la dispersión de los iraquíes, y a sus divisiones inagotables. Debieron haber aprovechado (los iraquíes) la claridad meridiana de las enseñanzas institucionales de los colonizadores sin ganas, que ansiaban partir, como fuera.
El error de entregar Irak a IránAl dejar Irak al mando de los chiitas, Obama y (hoy) John Kerry, su secretario de Estado, nada tienen que envidiarle, en la materia, a las improvisaciones bartoleras de la presidente argentina, La Doctora, y de su canciller Héctor Timerman. Porque la elevación práctica de Irán que produjo la falta de diplomacia de Estados Unidos fue infinitamente más grave que el intento de rubricar un tratado intrascendente. A los efectos de esclarecer, en ambos casos, situaciones falsas. Forzadas. Impugnables.
El fracaso de la intervención ilegítima en Irak derivó en una carnicería de elemental brutalidad. Al dejar precipitadamente afuera del poder a la confesión sunnita, el pobre Obama no sólo sentó las bases del próximo polvorín en Irak. Iba involuntariamente a agravar, también, las tensiones de Siria. Es donde el sunnita padece humillaciones trágicas desde hace medio siglo.
En Siria domina la minoritaria secta alawita, que se encuentra prácticamente adherida al chiismo. Explica el apoyo inalterable de Irán, que es Persa, a Siria, que es árabe. Unificados en la creencia chiita, que alude a una problemática compleja que el Departamento de Estado prefirió minimizar. O reducirla a la marginalidad de los intelectuales. A los analistas que sirven más para contar la clave de los desastres que para evitarlos.
Lo grave es que la misma explicación religiosa sirve hoy, ante la perplejidad del desinformado básico, para tratar el casi inexplicable acercamiento de Irán hacia los Estados Unidos que nunca se equivocan. Logra que Hasan Rohuanni, presidente persa, se permita la osadía de ofrecerle a los americanos actuar en cooperación para combatir el avance sunnita del EIIL. Estado Islámico de Irak y del Levante.
El EIIL
El EIIL es una franja que se desprendió de la sumatoria superada de franquicias que componen la decadencia de Al Qaeda.
El error de entregar Irak a Irán. Ejecutado Osama Bin Laden en un suburbio de Pakistán, la organización persistió, en adelante, sin atisbos de liderazgo. Al comando de Al Qaeda quedó el médico egipcio Ayman Al Zawahiri, un estratega que inicialmente conducía la Jihad Islámica y estuvo por Buenos Aires en 1981, y tal vez también en 1982, sin que la distraída inteligencia argentina haya registrado su paso.
Pero desde que las tropas de elite americanas asesinaron a Osama el médico egipcio tuvo demasiadas dificultades para mantener unidas a sus cuantiosas franquicias. Pretendía acotar a la lucha en el interior de Siria, contra el implacable Bashar Al Assad, El Oftalmólogo (cliquear) que optó por la resistencia y con fría indiferencia ante la contabilidad de muertos. A los efectos de no entregarse cobardemente como Ben Alí, en Túnez, o como Moubarak, en Egipto. Y para no terminar asesinado como Kaddafi, en Libia.
Sin embargo el doctor Ayman Al Zawahiri no pudo imponer al Frente Al Nusra, su franquicia en Siria. E intentó desautorizar a Abu Bakr al Bagdadi. Pero Zawahiri quedó reducido a los plácidos atributos de un socialdemócrata si se lo compara con Abu Bakr, el hombre fuerte del EIIL. Es quien proyecta crear un califato fundamentalista en la región. Exactamente en el norte, entre Siria e Irak, dos estados artificiales diseñados como consecuencia del pacto Sykes-Picot, de 1916. Entre los franceses e ingleses victoriosos de la gran guerra. Mark Sykes y Francois Georges-Picot se distribuyeron para Inglaterra y Francia los riquísimos restos del imperio otomano. Con una frivolidad que anticipaba las luchas que culturalmente preferían no entender.
Avance hacia Bagdad
El error de entregar Irak a IránLa cuestión que el EIIL, al mando de Abu Bakr al Bagdadi, avanza hacia Bagdad y deja en el camino un tendal de cadáveres. Se hizo del poder en la estratégica Mosul, capital de la norteña provincia de Nínive, segunda ciudad en importancia de Irak. La conmovedora sumisión a Alá no logra evitar el despojo voraz de 135 millones de dólares. Los aguardaban en las cajas blindadas de los bancos de Mosul. También se hicieron cargo de la doble simbología de Tikrit, en la provincia de Salah Din. En Tikrit transcurre el primer símbolo, más cercano, porque en Tikrit nació el conductor Sadam Hussein, inicialmente cortejado y armado por los occidentales con el dinero del reino de Arabia Saudita. Para convertirse en un tiranuelo regularmente cruel del partido BAAS que fue derrocado por error y humillantemente asesinado con una ejemplaridad universal. Como si fuera el Bin Laden que el propio Sadam combatía. Pero sobre todo interesa el segundo símbolo. Es Salah Din, la provincia que debe su nombre al castellanizado Saladino, máximo héroe del islamismo. El mítico vencedor de Las Cruzadas, Siglo XII (leer, a propósito, "Las Cruzadas vistas por los árabes", del novelista libanés Amin Maaluf).
Final con drones
El ayatolá Ali Hussein Sistani, máxima autoridad islámica del chiismo de Irak, llama también al sacrificio de la jihad contra el insurgente sunnita, que no vacila en fusilar soldados de utilería, amontonados vivos en el interior de una fosa miserable. Un problema, ante todo, para tomar con prioritaria atención en Europa, sobre todo con una minoría de musulmanes con rigurosas dificultades de integración.
Mientras tanto Rohuanni, el presidente chiita del persa estado de Irán, le ofrece a Obama, su ex enemigo, la cooperación para encarar el mismo combate.
El error de entregar Irak a Irán. Pero se presume que Obama no va a entrar en el juego. De ningún modo El Keniano va a comprometerse con otra aventurada invasión. Derivaría en un cuarto fracaso, para coleccionar. Aunque Obama probablemente considere la idea de enviarles drones. Son los aviones de ciencia ficción, piloteados a distancia desde el laboratorio de una ciudad pacífica. Los drones por suerte no necesitan siquiera del exterminio de un indocumentado. Procedente, por ejemplo, de Honduras, o de El Salvador, un héroe decidido a morir por la instalación próspera de su familia en Estados Unidos, para volver, acaso, en un ataúd envuelto en una bandera.
Osiris Alonso D'Amomio
para JorgeAsisDigital.com