El error de diagnóstico
Por Tomás Bulat. El discurso de la Presidente en la reunión anual de la Unión Industrial Argentina, en términos económicos ha sido uno de los más interesantes para saber qué puede venir en el segundo mandato de CFK, que como era previsible empezó el 24 de octubre y no el 10 de diciembre.
Coincido con Horacio Verbitsky el rescatar esos párrafos del discurso presidencial, sólo que yo los veo con preocupación. Hay dos frases que quiero analizar en lo que considero un diagnóstico equivocado de los problemas económicos de hoy y, por lo tanto, las medidas que le sigan pueden ser también erradas.
La primera frase tiene que ver con que el gobierno tiene metas de crecimiento y no metas de inflación. Este es obviamente un debate que lleva más de 50 años en la economía mundial y sobre todo en los 70 se discutió si había una correlación positiva entre inflación y crecimiento. Es decir si un poco más de inflación traía más crecimiento y, por el contrario, bajar la inflación significaba recesión.
Esto está en parte basado en la curva de Phillips y el posterior debate de expectativas adaptativas y racionales que se generó hace más de 30 años. Más allá de las teorías, el mundo confirmó luego de los altos niveles de precios de los 70 y de los 80, que la inflación en el mediano plazo mata el crecimiento. Que en el corto plazo lo empuja, pero después lo frena, básicamente porque desalienta la inversión y entonces se llega a la estanflación, que es inflación con estancamiento. Es decir el peor de los mundos.
Tener metas de crecimiento a mediano plazo tiene como requisito fundamental tener metas de inflación en el corto plazo. Tener baja inflación reduce la incertidumbre y permite tomar decisiones de inversión y consumo a largo plazo. Esto ya está resuelto en el mundo, todo país que ha crecido mucho en los últimos años lo ha hecho con inflaciones bajas. Es un hecho, no una opinión.
Pero la frase más preocupante es aquella que reivindica la estabilidad del tipo de cambio como el factor de certidumbre en la economía argentina. Cuando se cree en el dólar quieto es cuando se acumulan todos los problemas que después estallan.
Los dos períodos de mayor certidumbre cambiaria en Argentina fueron la tablita de Martínez de Hoz y la convertibilidad. Ambas certidumbres y rigideces terminaron acumulando un desequilibrio de la economía real que terminaron con explosiones cambiarias con recesión y desempleo.
Estos retrasos cambiarios no tienen impactos negativos al principio sobre buena parte de la población, de hecho han generado boom de consumo en un inicio. El problema es que la certidumbre cambiaria con aumento de precios local, termina haciendo a la Argentina cara en dólares y eso no es sostenible.
El manejo responsable de la macroeconomía tiene dos objetivos complementarios que son baja inflación y crecimiento constante. El tipo de cambio deberá depender de la competitividad relativa de nuestra economía con la de nuestros socios comerciales. Por lo tanto a veces subirá y otras veces bajará, pero esas oscilaciones deben tener el menor impacto inflacionario posible y eso se logra solo si la inflación es solo de un dígito anual y mejor aún si es más cercana al 5% anual.
El otro día vi un resumen de CQC preguntando por el valor del dólar tanto en Brasil como en Argentina. Por supuesto los brasileños no sabían el valor del dólar. Piensen que en agosto llegó a valer 1,53 por dólar, luego subió hasta casi 1,90, luego bajó a 1,70 y ahora está en 1,86. Es decir que en solo 3 meses tuvo una variación del 20% y asimétrica, no constante. El dólar en Argentina, durante los mismos meses pasó de valer 4,23 a 4,28. Es decir casi fijo.
Si la pregunta hubiera sido sobre la inflación, quizás el brasileño sabría cuánto es, le habría contestado que 5% o 7%. Esto se debe a que no ha variado mucho en los últimos 12 años. Sin embargo si nos preguntan a los argentinos, contestamos 10, 25, o 35% o no sabemos, porque varía mucho año a año.
Es decir que los brasileños, los peruanos, los chilenos, los colombianos, saben que su moneda vale porque no pierde valor al pasar los años, porque su inflación es baja. En Buenos Aires hace 4 años tomabas un taxi y si pagabas con un billete de 100 te mataban. Hoy, y más después de este último aumento, pagas con 100 y no sabes si te alcanza. Esa pérdida de valor del peso genera incertidumbre y por eso se mira el dólar.
La tablita duró del 78 al 81 porque la inflación interna era altísima. La convertibilidad duró 10 años porque la inflación era baja. Pero los tipos de cambio fijos terminan siempre mal, más rápido mientras más inflación. Cuando el dólar está barato y el gobierno lo quiere mantener barato, todos sabemos cómo termina. Discutimos cuándo y de cuánto, pero no qué va a pasar.
Argentina, como el resto de los países del mundo, necesita certeza de inflación baja e incertidumbre cambiaria. Para lograr esto, políticas fiscales más moderadas y monetarias más estrictas son necesarias, además de bajar las expectativas inflacionarias y poner techo a las paritarias. De no hacerse eso, de querer dejar quieto el dólar, solo se acumulan los problemas y son más bruscas las resoluciones.