escribe Carolina Mantegari
especial, para JorgeAsísDigital
Presidente Delegado, Alberto Fernández, El Poeta Impopular, despacha desde la Residencia de Olivos.
El pretexto del coronavirus también le facilitó el traslado.
El COVID fue útil para escalar posiciones en las encuestas.
Para demostrar los atributos de estadista protector.
Trasladó, desde Casa de Gobierno, el ejercicio administrativo del poder.
La Rosada relegada. Para ceremonias protocolares que no transcurren.
Lo acompaña un grupo escueto de colaboradores.
Es el entorno etnocéntrico de Olivos.
Lo componen porteños y un provinciano del exclusivo primer cordón.
Encanto del misterio
La idea del entorno, en el peronismo, mantiene el encanto del misterio.
Grupo selecto de personas que se unifican para blindar al líder. Rodearlo.
Deriva en recurso también para absolverlo de los errores que el propio líder comete.
Siempre se responsabiliza, del error, al entorno.
“Está mal rodeado”, suele decirse.
Con el resentimiento de los que quieren integrarse al privilegio exclusivo.
“Estar cerca del Presidente es mejor que ser ministro del Presidente”.
Sintetiza Pepe, reconocido Facilitador Inmobiliario.
Pero es improbable que, quien llegue a la presidencia, sea un débil.
Que se deje entornar por personas que no quiera, confíe o valore.
Alberto escoge a los que quiere tener cerca.
Aunque la importancia de estar cerca del presidente es relativa.
Pudo comprobarse con el presidente Carlos Menem, El Emir.
“En cuanto te pusiste los cortos, para el tenis o el fútbol, el Turco te pierde el respeto y no te va a nombrar nunca”, advertía el refinado conocedor.
El entorno es invariablemente criticado por los que no pueden acceder.
Se sienten discriminados. Ajenos al circuito de la estricta confianza.
La mayor parte de los multiplicados ministros son convocados a Olivos por un tema puntual.
Salvo El Wado, Ministro del Interior, que asume la representación de La Doctora.
Por la pandemia providencial, con fichas prestadas, Alberto acertó varios plenos y amasó una fortuna personal.
Pero la dueña del Casino es La Doctora.
El entorno, con cierto dolor, debe aceptarlo.
Secretarios
El Premier Santiago Cafiero, El Nietito, es el personaje del dramaturgo ruso Leonid Andreiev.
“El que recibe las bofetadas” (hubo un film con el olvidado Narciso Ibáñez Menta).
Silenciosas las bofetadas, frecuentes pero confidenciales. Descalificado por la posición geográfica.
Se envidian las exclamaciones que El Nietito consigue ante las “orgasmeadas”.
Damas, militantes o no, atraídas por el aspecto físico.
Pero la pinta aquí no coincide con el mérito de la eficiencia.
El extendido lugar común indica que Santiago es el Premier porque Alberto es su propio Premier. El Jefe de Gabinete de sí mismo.
El Nietito pasa a ser considerado un secretario de lujo.
En condiciones de encuadrar a los subalternos que no forman parte del entorno.
Los que entran y salen y no tienen la misma valoración.
Por su sentido práctico, el útil del entorno es Julio Vitobello.
Compañero de la secta del peronismo de la capital. Secretario General de la Presidencia.
Vitobello maneja la elasticidad de la agenda como resuelve los problemas espirituales de coyuntura.
El tercero es Pepe Biondi, El Vocero sin Voz.
Apaciguado desde que resolvió las diferencias con Meritello, encargado de los medios públicos que no simula su cercanía con Victor Santamaría.
Es el titular del Peronismo de Consorcio. Propietario de medios de comunicación.
De los que pelean por la pauta y pugnan, como otros espacios de la militancia, para que Clarín no se lleve la parte del león.
Pero El Vocero sin Voz hace lo que le ordena Alberto. En tema medios es el gran discípulo de Néstor Kirchner. El Furia enseñaba.
“A los propia tropa hay que tenerla bien, pero lo que vale es mantener siempre conforme a Clarín”.
Pero que La Doctora no se entere por esta crónica.
Zapatitos
El colaborador fundamental del entorno es Gustavo Béliz, Zapatitos.
Estratégico cultor del honestismo. Desde los albores de Nueva Dirigencia.
Junto a la señora Patricia Bullrich, La Rambo Paqueta.
Fue el joven maravilla de Menem.
También, después, un asentado cuarentón de Kirchner.
Hasta que El Furia debió elegir entre Zapatitos o Stiusso, Don J, El Espía.
Eligió, razonablemente, a Stiusso.
La fábula indica que Béliz, por la supuesta peligrosidad de Stiusso debió emigrar.
Mientras que, para Stiusso, en la fábula, Zapatitos fue apenas un motivo de indiferencia.
Quien supo rescatarlo del olvido fue Eduardo Valdés, El Puf.
Justamente cuando La Doctora y Carlos Zannini, El Cenador, se pelearon con Stiusso.
Y Oscar Parrili, El Incomparable Godfrey, se encargó de echarlo. Entonces fue el Espía el que debió emigrar.
Valdés lo llevó a Zapatitos a la Residencia, para entrevistarlo con La Doctora.
En el esquema Beliz es ahora más importante que Valdés, quien por su peso específico entra y sale cuando quiere.
A Zapatitos se le atribuye el error de haber impulsado un diplomático inconveniente para el Vaticano. Nada grave.
Los ministros desconfían amablemente de Béliz.
Por tratar sinuosos temas de sus competencias con el presidente. Opinar. Dar consejos.
En especial de política exterior, para incomodidad del Canciller Felipe Solá, El Baluarte del Felipismo.
Esmerilan cotidianamente a Felipe. Lo mantienen ocupado con el fatigoso dilema de los argentinos varados en el exterior.
En países donde Felipe -pobre- ni siquiera tiene embajadores. Retenidos aquí por el temor a la epidemia.
Mientras Felipe se desgasta entre consulados y aeropuertos, suele enterarse por los portales que Alberto, con Béliz al lado, habla por teléfono con la señora Ángela Merkel.
O con Winston Churchill, Emmanuel Macron, Sebastián Piñera, Kissinger o Ribbentrop.
Los perversos se las ingenian para divulgar después por los medios la extraña ausencia del canciller.
Como si Felipe, reconocido calentón, estuviera dibujado.
Las operaciones contra Solá son atribuidas al amigo chileno Marcos Enrique Ominami, El Meo. Pero no es cierto. Desde el entorno también le tiran dardos.
Meo es el célebre orientador de la Estudiantina de Puebla que reproduce litigios extraordinarios con Chile, Brasil y Uruguay (donde tampoco llegaron los embajadores).
La lista del Entorno de Olivos se cierra con una dama.
La hacedora de decretos que cuenta con mayor experiencia política que los entornadores tratados, presidente incluido.
La señora Vilma Ibarra, La Guaraña, instrumentadora jurídica de perfil bajo y silencio digno.
Final con mesa ratona
Para cerrar, debe diferenciarse el entorno de la llamada «mesa chica».
En la mesa chica participan los que comparten las decisiones con el Presidente.
Pero los presidentes importantes del peronismo dispusieron de una mesa ratona. Con lugar para uno. Menem o Kirchner.
El peronoide Alberto se desgasta entre consultas complementarias.
Pero sólo una contiene validez real. Con la dueña, claro, del Casino.
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