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El efecto sorpresa en las elecciones más tarifadas de la historia

Larreta/Massa/Bullrich. Opciones para la sociedad más necesitada de soluciones que de beligerancia.


Se dijo: “Si Bullrich le gana a Larreta, el próximo presidente es Massa”.

Se dijo también: “Si en octubre las puntas son Larreta y Massa, el perfil del país cambia en 48 horas”.
Cierto analista súper informado nos replica el razonamiento por antiguo.
Porque la preferencia por Larreta y Massa -en desmedro de Bullrich- dejó de ser la posición dominante del “círculo rojo”.
En su teoría se consolida la idea del gobierno situado aún más a la derecha.

«Ante la insuficiencia estructural y territorial de Milei, lo que crece es el eje Mauricio-Bullrich».

La señora Patricia Bullrich mantuvo reuniones confidenciales con financistas relativamente escrupulosos y empresarios sagaces que suelen distribuir espiritualidades.
De pronto se extiende la versión, con fuerte base informativa, del “efecto sorpresa”.
Los lobistas involuntarios plantean la equiparación del enfrentamiento de Larreta y Bullrich con aquel enfrentamiento de 1988 entre Menem y Cafiero.
Bullrich, en la analogía, sería el Menem en versión 2023.
Es el origen del efecto sorpresa que Bullrich ocultaría con astucia. Pero que identificados operadores divulgan.
Entonces no hay que dejarse arrastrar por la virulencia del discurso.
El comportamiento de la postulante cambiaría radicalmente después de ganar las PASO. Las elecciones tóxicas más tarifadas de la historia.
Consta que se registraron nutritivos sobreprecios. Para conquistar adhesiones como para provocar la grandeza de los renunciamientos. O para costosas permanencias.
Los retrocesos -nobles actos épicos de extraordinario patriotismo- fueron festejados en el Bazar Persa con reservada algarabía.
¿Ampliaremos?


La irrupción de la verdadera Bullrich brotará “después de vencer al aparato de Larreta”. Como aquel Menem, el de Cafiero.
Para demostrar que es una estadista pragmática que no come vidrio ni está dispuesta “a ponerse el país de sombrero”.

Bullrich sabe que, para gobernar, invariablemente tiene que negociar.
La interpretación es diseminada por lobistas influyentes en el “círculo” de las decisiones.
Consultores improvisados pero capacitados para jurar por próximos ministerios.
Aunque admiten que la credibilidad conquistada por Bullrich se puso paulatinamente en riesgo por un conjunto de declaraciones insólitas.
Admiten también que, desde la elección en Santa Fe, se renovó una etapa de revaloración de Horacio Rodríguez Larreta.
Coincide justamente con la exhibición de las vulnerabilidades de Bullrich que debilitan el plausible “efecto sorpresa”.
Hoy debe asumirse la paridad en la competencia Larreta/Bullrich, para la sociedad más necesitada de soluciones que de beligerancia.

Mercadería ideológica de centro

La irrupción competitiva de Sergio Massa, convoca simplemente al milagro.
No existe, en la práctica, ninguna razón lógica para apoyar un producto surgido del oficialismo peronista que fracasa.
Pero tampoco existen mayores fundamentos para brindar otra frívola oportunidad a los cambistas del ciclo anterior que fracasaron con énfasis.


Entre los habituales cautivos que votan al oficialismo, y los obstinados que votan por hartazgo a la oposición persiste una cuestión de fe (que admite milagros).
Massa arrastra en el combo, y como obstáculo, una parte sustancial de la fuerza que sostiene el delirio de la pendiente Revolución Imaginaria del kirchnerismo.
Como si se repitiera el decadente escalofrío de los ’70. Pero por suerte sin armas.
Solo con el apasionamiento ardiente por los presupuestos y el gatillo frío de las cajas.

Para consolidar el milagro de ser competitivo, Massa cuenta con sectores resignificados del peronismo tradicional.
El peronismo que explora la tendencia a plantar «las bases vulgares del pendiente capitalismo tolerable».
Con el mandato exclusivo que consta en la estrofa de «la independencia económica, soberanía política y justicia social».
Al amparo del Estado siempre protector, pero nunca estúpido.

En efecto, Massa mantiene, a su izquierda, hostigamientos similares a los que mantiene Larreta, a su derecha.

Mientras se aguarda el “efecto sorpresa” de Bullrich, los categóricos activistas del “cambio o nada” rechazan el acuerdo o el diálogo con “los responsables del desastre del país”.
“Entre la frustración de Mauricio y el desconocimiento de Patricia se ponen juntos el país de sombrero”.
En simultáneo, los reticentes de la izquierda kirchnerista se distancian de Massa y se tientan con Grabois.
Ofrecen, a lo sumo, el silencio ante el inapelable acuerdo con el Fondo Monetario.


Los dos, Larreta y Massa, trafican la mercadería ideológica de centro.
Son proclives al entendimiento natural. Al «no conflicto».
Ambos fueron amigos, y acaso aún lo son. Desde que intentaban «mojar la medialuna» con el popular Palito Ortega como instrumento.
Les resulta políticamente incómodo enfrentarse. Hubieran preferido evitarlo.

Aquí Massa fue aludido como el favorito si la confrontación de octubre es con Bullrich.
El milagro entonces puede aproximarse. Adquiere visos de concreción.
Mientras fracasa el gobierno de su fuerza política y procura el milagro como ministro de economía en plena hecatombe inflacionaria.

«Es un milagro que la sociedad le conceda al peronismo otra oportunidad para reciclarse».

El otro “efecto sorpresa”

La facilidad de los ejercicios conjeturales de adivinación (llamados encuestas) indica que puede imponerse el eje Mauricio-Bullrich.
Que se adhiere a las posturas categóricas del “cambio o nada”.
Habría que habituarse entonces a la cotidianeidad de la beligerancia. A enfrentar, con estoicismo, las tensiones del turismo aventura.
Los arrebatos de Bullrich si procura por cumplir con la agenda prometida serán ineludiblemente resistidos. Asoman turbulencias.

Salvo que haya que aferrarse al efecto sorpresa que esperan de Bullrich los súper informados del círculo rojo.
A los efectos de cumplimentar, en copia nueva, la epopeya de Menem.

Pero probablemente la estrategia más viable para la Argentina resida en la monótona racionalidad del centro.
Al que adhieren los que apoyan en agosto, sin gran entusiasmo, a Larreta.
Y al que espera, en todo caso, en octubre, Massa.
Para otro “efecto sorpresa”. Que cambie el perfil del país en 48 horas.
Dos días después de las elecciones tóxicas más tarifadas de la historia.

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