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El dueño de la pelota

El poder ejercido por Julio Grondona sobre el fútbol tiene un triste correlato con la forma de gobernar del oficialismo.

No es ninguna sorpresa que el presidente de la AFA mantenga un absoluto control sobre todo lo que rodea al fútbol de nuestro país. Desde hace más de 30 años y con la complicidad de sucesivos dirigentes deportivos y políticos ha sabido armar una fortísima estructura capaz de responder a sus deseos e intereses personales. La designación de un árbitro, su exclusión y hasta el tipo de sanción por un incumplimiento y su cuantía se encuentran en la práctica bajo su órbita, cuando estatutariamente no debería existir injerencia alguna de quien preside el comité ejecutivo de la AFA.

Su verborragia habitual desnuda con frecuencia su tóxica concepción del poder y desprecio hacia los principios y las instituciones por las que debería velar. Recientemente, con motivo de los graves incidentes producidos luego del empate de River en el estadio Monumental, que decretó su descenso a la Primera B Nacional, el eternizado dirigente de la AFA sostuvo que no habrá quita de puntos. La breve declaración fue totalmente inoportuna, ya que se expidió en pleno proceso de investigación de los hechos y cuando el fiscal interviniente se encuentra todavía recolectando las pruebas pertinentes. Asimismo contiene un mensaje de desprecio hacia el Tribunal de Disciplina Deportiva, entidad creada en 1934, compuesto por un presidente y doce miembros, que se ocupa justamente de juzgar y, si es el caso, sancionar cualquier transgresión.

Arrogándose facultades propias de ese cuerpo, Grondona ya ha dictaminado sobre la sanción que recaerá sobre el equipo de River por los graves hechos de vandalismo que incluyeron destrozos al estadio, múltiples heridos y hasta una amenaza de muerte por parte de barrabravas al árbitro Pezzotta, que la Justicia también está investigando para determinar responsabilidades con la posibilidad de incluir la figura de asociación ilícita para encarcelar a los culpables.

Pocas dudas caben de que el tribunal encargado de juzgar las violaciones del estatuto y de las resoluciones de la AFA alineará los 299 artículos de Reglamento de Transgresiones y Penas que correspondan, e interpretará a su antojo el espíritu de esas normas para actuar en consecuencia con la instrucción emanada del vitalicio mandamás de la AFA. Poco le interesan al tribunal los alcances del tema judicial, sólo se expedirá sobre la quita o no de puntos. A partir de 2009, la reglamentación de FIFA cambió y ya se dio el caso de partidos suspendidos sin quita de puntos para los equipos, como ocurrió con el encuentro entre Racing-Estudiantes en 2008.

Para completar el absurdo y reforzar el concepto de que todo depende de sus deseos, Grondona agregó que no sancionará a River porque no quiere "que lo maldigan más". El anticipo de Grondona de no quitarle puntos a River generó protestas en otros clubes que han sufrido este tipo de sanción en el pasado, pues entienden, y con razón, que se trata de un pronunciamiento categórico e inmodificable.

Esta dirigencia del fútbol argentino, que nunca se había involucrado tanto con el poder de turno, no sólo tiene hoy en el programa Fútbol para Todos un punto de coincidencia con el gobierno nacional. El personalismo, la demagogia, la falta de respeto hacia la ley y las instituciones encuentran un triste correlato entre ambas conducciones.

El mediocre desempeño del seleccionado en la Copa América no debería apurar sólo la salida del director técnico, sino, más importante aún, la de Julio Grondona, amo y señor del fútbol argentino desde hace más de 30 años.