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El dolor de una mamá

Una tarde le dio un beso y la niña salió de su casa para juntarse con sus amigas. Fue la última vez que la vio con vida. Fue la última vez que la escuchó decir "mamá". Tras nueve días de búsqueda, Candela apareció muerta. Más allá de las responsabilidades, el peor final.

* Por Lorena Lalín

@lorelalin

llalin@diarioveloz.com

Después de nueve días de una búsqueda intensa, ayer llegó la peor de las noticias para Carola: Candela, su hija, apareció muerta en un baldío.

Apenas me enteré no pude más que mirar y tocar a mi hijo (casi como si necesitara confirmar que él estaba ahí, a mi lado, a salvo).

Con el trascurso del día no hacía más que recordar cada imagen de Carola reclamando por su hija, sosteniendo su creencia de que "su" pequeña estaba viva, sus mensajes tranquilizadores de mamá, como esos que uno le da a su hijo cuando éste siente temor.

Y entre esas dolorosas imágenes, de repente me vino la cara de Carolina Píparo, aquella mujer que fue baleada en una salidera con su embarazo casi a término, y recordé rápidamente la noticia de la muerte de su bebé, Isidro, a una semana de su urgido nacimiento.

Nuevamente, sólo sentí necesidad de ver a mi hijo. Y en ese momento solo sentí un vacío. Un vacío de madre que ellas (y otras tantas) no podrán llenar. Y me sentí egoístamente dichosa.

Esos niños se quedaron sin los juegos, sin amigos, sin infancia, sin la posibilidad de ser adultos. Y esas madres se quedaron con una cama desierta, con sueños truncados, sin besos, mimos y abrazos, y con una herida letal en sus corazones. Perdieron lo más preciado que una mujer puede tener: su hijo.

Por la codicia, por el dinero, por el poder, unos malos tipos (para llamarlos de alguna manera) tomaron la vida de Candela y de Isidro (como las de tantos otros) y les pusieron un fin.

¿Quién puede juzgar las decisiones de Carola? ¿Qué derecho tenemos de hablar desde afuera? En este momento no importa si tuvo alguna responsabilidad, si obró como debía o solo actuó como pudo. No hay peor castigo que el que hoy le toca vivir.

No hay peor sentimiento que el dolor de una mamá que perdió a su hijo.