El dólar, la punta del iceberg
*Por Miguel Braun. Los argentinos solemos mirar de reojo el precio del dólar y tomarlo como termómetro de la coyuntura económica.
Cada vez que el dólar aparece en el centro de la escena, nos alarmamos y cambiamos nuestro humor sobre la economía. Esto puede no deberse al dólar en sí, sino a la percepción de que si las tensiones llegan al dólar quiere decir que la economía esta resentida o débil. Creemos que el dólar es la punta del iceberg.
Y en este caso es así. Los problemas de fondo se fundamentan en las grietas que está presentando el modelo y cuyo principal problema es la elevada inflación. Desde la fenomenal devaluación de Duhalde, el tipo de cambio se ha devaluado un 330% mientras que los precios han subido un 450%. La inflación fue erosionando la competitividad, encareciendo la producción local y abaratando lo importado.
La política oficial de incentivar el consumo fue empujando la inflación sin generar, hasta 2007, problemas de magnitud debido a que la crisis del 2001 había dejado colchones demasiado grandes. Pero luego de ese año el superávit fiscal comenzó a ceder hasta desaparecer en 2009. Para evitar correcciones se recurrió a las cajas disponibles, como las AFJPs, YPF o el Banco Central, generando mayor incertidumbre y presión inflacionaria. Meses antes del inicio del segundo mandato de Cristina la gente comenzó a mirar el dólar, tanto porque lo veían barato y esperaban una corrección, como también buscando un refugio. Entre enero y octubre de 2011 la gente fugó (los llevo al exterior o debajo del colchón) cerca de u$s 20.000 millones.
Adicionalmente, consumo creciente, bajas tarifas de servicios públicos e inflación elevada, impulsaron las importaciones produciendo un achicamiento del superávit comercial. (la fuente principal de oferta de dólares, de la que se nutre el Banco Central para engrosar sus reservas, y el gobierno para realizar pagos de deuda). Con una oferta de dólares cayendo y las necesidades creciendo (o manteniéndose), las reservas comenzaron a ceder. En los últimos doce meses cayeron un 7%, mientras que en Brasil y Chile continuaron creciendo.
Ante un escenario de dólar barato y cada vez más escaso, se implementaron medidas que paralizaron el mercado de cambios y prohibieron casi toda operación. Se hizo imposible comprar dólares para ahorro y se dificultó la compra para importaciones. Prohibir el ahorro en dólares obliga a la gente a cubrirse, tanto de la inflación como de la incertidumbre, justamente, con lo que se quiere evitar tener en las manos: pesos. Con esta medida el gobierno dio la señal contraria a la que deseaba, evidenciando un faltante de dólares e incrementando así la incertidumbre.
La demanda se direccionó hacia el mercado paralelo produciendo, con cada racionamiento adicional, un temor mayor. Si el gobierno muestra que no va a dar más dólares, la gente lo ve cada vez más escaso, se produce un efecto manada y se compra a cualquier precio. En los últimos días la diferencia entre el dólar paralelo y el oficial se elevó al 29%. Pero además de las distorsiones en el mercado de dólares, el racionamiento impactó fuerte en la actividad al complicar las importaciones, tanto de insumos indispensables para la producción como de inversión en maquinaria. Lo complicado es que este escenario nos encuentra con una soja en valores muy elevados, de más de u$s 500, correcciones en su precio pueden llevar a un panorama más crítico.
¿Qué podemos esperar? El panorama general no luce demasiado auspicioso. La economía se desaceleraba antes que se imponga el cepo cambiario y esto solo ha acelerado el proceso logrando que se pase de un escenario de desaceleración a uno con probabilidad de recesión, siempre con inflación elevada. En cuanto al dólar, el gobierno no da señales de cambiar su rumbo y, en la medida que no lo haga, las brechas con el dólar paralelo seguirán creciendo.
El kirchnerismo ha gobernado 8 años con abundancia de recursos y holgura macroeconómica y es ahora, cuando comienza a enfrentarse a los problemas, que se pondrán a prueba las habilidades del capitán para evitar tocar la punta del iceberg.
Y en este caso es así. Los problemas de fondo se fundamentan en las grietas que está presentando el modelo y cuyo principal problema es la elevada inflación. Desde la fenomenal devaluación de Duhalde, el tipo de cambio se ha devaluado un 330% mientras que los precios han subido un 450%. La inflación fue erosionando la competitividad, encareciendo la producción local y abaratando lo importado.
La política oficial de incentivar el consumo fue empujando la inflación sin generar, hasta 2007, problemas de magnitud debido a que la crisis del 2001 había dejado colchones demasiado grandes. Pero luego de ese año el superávit fiscal comenzó a ceder hasta desaparecer en 2009. Para evitar correcciones se recurrió a las cajas disponibles, como las AFJPs, YPF o el Banco Central, generando mayor incertidumbre y presión inflacionaria. Meses antes del inicio del segundo mandato de Cristina la gente comenzó a mirar el dólar, tanto porque lo veían barato y esperaban una corrección, como también buscando un refugio. Entre enero y octubre de 2011 la gente fugó (los llevo al exterior o debajo del colchón) cerca de u$s 20.000 millones.
Adicionalmente, consumo creciente, bajas tarifas de servicios públicos e inflación elevada, impulsaron las importaciones produciendo un achicamiento del superávit comercial. (la fuente principal de oferta de dólares, de la que se nutre el Banco Central para engrosar sus reservas, y el gobierno para realizar pagos de deuda). Con una oferta de dólares cayendo y las necesidades creciendo (o manteniéndose), las reservas comenzaron a ceder. En los últimos doce meses cayeron un 7%, mientras que en Brasil y Chile continuaron creciendo.
Ante un escenario de dólar barato y cada vez más escaso, se implementaron medidas que paralizaron el mercado de cambios y prohibieron casi toda operación. Se hizo imposible comprar dólares para ahorro y se dificultó la compra para importaciones. Prohibir el ahorro en dólares obliga a la gente a cubrirse, tanto de la inflación como de la incertidumbre, justamente, con lo que se quiere evitar tener en las manos: pesos. Con esta medida el gobierno dio la señal contraria a la que deseaba, evidenciando un faltante de dólares e incrementando así la incertidumbre.
La demanda se direccionó hacia el mercado paralelo produciendo, con cada racionamiento adicional, un temor mayor. Si el gobierno muestra que no va a dar más dólares, la gente lo ve cada vez más escaso, se produce un efecto manada y se compra a cualquier precio. En los últimos días la diferencia entre el dólar paralelo y el oficial se elevó al 29%. Pero además de las distorsiones en el mercado de dólares, el racionamiento impactó fuerte en la actividad al complicar las importaciones, tanto de insumos indispensables para la producción como de inversión en maquinaria. Lo complicado es que este escenario nos encuentra con una soja en valores muy elevados, de más de u$s 500, correcciones en su precio pueden llevar a un panorama más crítico.
¿Qué podemos esperar? El panorama general no luce demasiado auspicioso. La economía se desaceleraba antes que se imponga el cepo cambiario y esto solo ha acelerado el proceso logrando que se pase de un escenario de desaceleración a uno con probabilidad de recesión, siempre con inflación elevada. En cuanto al dólar, el gobierno no da señales de cambiar su rumbo y, en la medida que no lo haga, las brechas con el dólar paralelo seguirán creciendo.
El kirchnerismo ha gobernado 8 años con abundancia de recursos y holgura macroeconómica y es ahora, cuando comienza a enfrentarse a los problemas, que se pondrán a prueba las habilidades del capitán para evitar tocar la punta del iceberg.