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El dólar es una ¡cuestión de peso!

* Por Tomás Bulat. Mientras más se quiere pesificar más se habla del dólar. Lo cual -a esta altura del partido- es casi obvio.

Pero más allá de la frustrada tarea de oficializar el dólar paralelo que intentó el senador Aníbal Fernández y que el ministro Florencio Randazzo comparó con el robo de estéreos, es bueno que hablemos de cómo debería seguir la historia.

Yo, el davaluador

Nuevamente (y me siento como en los 90) estoy escribiendo a favor de devaluar el peso de una vez por todas. Nuevamente el real alcanzó los 2,04 reales por dólar y el peso chileno llegó a 516 pesos por dólar, es decir que ambos continúan con su tendencia a devaluarse frente al dólar o al menos a estabilizarse en esos valores ya devaluados. Aproximadamente un 25% en el caso del real y un 13% en el caso del peso chileno. En el mismo lapso Argentina devaluó un 8%, fue el país que menos lo hizo.

No obstante, durante igual período, la inflación de Brasil fue del 5,9% y la de Chile del 3,4%, por lo que están muy lejos de compensar la devaluación que tuvieron. En el mismo lapso de tiempo, acorde a los datos publicados por el Congreso de la Nación, la inflación en Argentina fue de casi el 25% anual. Mucho más que la devaluación sucedida.

¿Esto qué significa? Significa que mientras Brasil y Chile son hoy bastante más baratos medidos en dólares, la Argentina es bastante más cara. Y este dólar barato de la Argentina está empezando a afectar la economía nacional y particularmente las economías regionales.
He estado viajando dando charlas por diferentes provincias y cada una tiene sus propias necesidades. Por ejemplo Mendoza, una de las más claramente complicadas, exporta la mayoría de sus productos a Brasil, que no solo ganó competitividad, sino que para colmo ha cerrado sus mercados en represalia al cierre argentino. Así tenemos que a los productores de oliva, de ajo, de ciruelas, de peras, de otras frutas y hasta de vinos no premium, ya no les da la rentabilidad necesaria.

En Tucumán los exportadores de limón pierden más de un dólar por cajón exportado. En San Juan la exportación de uva de mesa se hace sin rentabilidad, y ni hablar del problema de la manzana y las peras de Rio Negro.

Nuevamente como en los 90, los sectores exportadores del interior -que no producen soja- están entrando en serias dificultades para exportar por los altos costos argentinos. Esta situación está empezando lentamente a perjudicar el nivel de empleo en el interior del país lo cual resulta muy preocupante.

Deudas ¿Qué deudas?

El principal fantasma que tenemos muchos argentinos es el recuerdo de los traumas que trajo la salida de la convertibilidad. Aquí hay dos temas que vale la pena recordar y aclarar. El primero es que la recesión en Argentina comenzó en el IV trimestre del 98 y terminó el primer semestre del 2002. Es decir que la economía empezó su recuperación luego de la devaluación.
Pero el problema principal fue que antes de la devaluación, las familias, las empresas y el Estado tenían deudas en dólares y -por lo tanto- la devaluación los hacía entrar en default, como efectivamente sucedió. Hoy no existe esa situación. No solo el nivel de endeudamiento es mucho menor, sino las deudas que tienen las personas son en pesos, por lo cual una devaluación más que perjudicar, las beneficia.

Por supuesto la gran contra sería la inflación, pero si la política monetaria es rígida, con una devaluación, la inflación resultaría elevada unos pocos meses y luego se estabilizaría como pasó en el 2003 y 2004.

El fin del modelo del consumo

Las economías crecen por 4 razones:
1- Por el crecimiento del consumo interno
2- Por el incremento del gasto público
3- Por el aumento de la inversión
4- Por el crecimiento de las exportaciones.
Toda economía crece un poco por todos ellos, pero siempre hay que ponderar alguno, el que sería la principal locomotora del crecimiento. Desde el año 2008, el motor principal ha sido el consumo interno, situación que se reflejó por ejemplo en la venta de electrodomésticos, autos, viajes, etc. Y que ha rendido sus frutos hasta fines de año pasado. Más exactamente el mes de septiembre del 2011 fue el piso de consumo de toda la serie de los últimos años.

Pero este crecimiento fue consumiendo excedentes que teníamos. Ya no hay superávit fiscal, tampoco superávit energético, ni reservas de libre disponibilidad, y como se ve tampoco existe un tipo de cambio competitivo. Es decir que el modelo del consumo dio todo lo que tenía para dar y de se vio reflejado en el 54% de los votos de la Presidente.

El modelo se agotó

Ese modelo no da más. El modelo para crecer ahora es aquel que debe priorizar la reconstrucción de lo que perdimos. Hay que invertir en producir energía y no consumir tanta. En recuperar exportaciones mejorando el tipo de cambio. En recuperar reservas restaurando confianza y un manejo prudente de la inflación, para con ello volver a recuperar el superávit fiscal. Sin embargo, antes de seguir fomentando el consumo, donde no hay más para consumir, y solo sube la inflación, se debería fomentar la inversión y las exportaciones. Esa debería ser la prioridad y para lograrlo es necesario un tipo de cambio competitivo y -reitero- baja inflación.

Terminado hoy el modelo del consumo interno, deberíamos recuperar el de la inversión y el crecimiento. Insistir con aquello que funcionó, pero está ya agotado, solo nos llevará hacia mayores y nuevas frustraciones.