El discurso del Presidente: afectos, estrategias y detalles
El propósito de este artículo no es desmenuzar a nivel de detalle cada una de las declaraciones presidenciales, sino caracterizar el tono y la estructura de su discurso.
El Presidente Alberto Fernández se presentó a la ciudadanía para comunicar sobre el estado de situación y sobre los pasos a seguir en relación a la pandemia del coronavirus.
Al margen del anuncio quizás más relevante referido a la extensión de la cuarentena hasta el 10 de mayo, a través de un discurso de media hora el Presidente proporcionó a la ciudadanía abundante información sobre cifras, datos, decisiones y planes.
El propósito de este artículo no es desmenuzar a nivel de detalle cada una de las declaraciones presidenciales, sino caracterizar el tono y la estructura de su discurso.
El Presidente dejó entrever que —en los términos relativos inherentes al caso— la situación se encuentra razonablemente controlada. Adicionalmente, manifestó que tal nivel de control no fue producto de un azar derivado de la improvisación, sino de la planificación responsable de las autoridades del gobierno que preside.
Tampoco se privó de hacer explícita su definición política fundamental respecto del flagelo del coronavirus en el contexto de la crisis de la economía heredada y asociada.
Una vez más insistió en que hay dificultades, pero no hay dilema entre vida y economía. Señaló que salvar vidas sigue siendo la urgencia mayor. Pero el Gobierno no se desentiende de trabajar sobre la dimensión económica tanto para paliar las presentes adversidades como, a futuro, para pensar en el día después.
El Presidente comenzó su discurso agradeciendo a los ciudadanos el haber estado a la altura de las circunstancias y, por ende, haberse comportado tomando los recaudos oportunamente impartidos. En similar línea, el líder del Ejecutivo confirió en varios pasajes una impronta afectiva a su discurso, especialmente cuando se dirigió cariñosamente a los niños.
En otro orden de análisis, puede sostenerse que el discurso presidencial pivoteó, acaso armoniosamente, en dos niveles: la estrategia y los detalles. Sea que se esté o no de acuerdo con la gestión del Gobierno para afrontar la crisis de la pandemia, lo cierto es que lo transmitido por el presidente deja entrever la existencia de un plan estratégico que incluye metas, cronogramas de acciones y un sistema de control para monitorear su marcha.
De tal modo, el discurso presidencial desmiente esa sentencia acrítica y dicotómica que prescribe que los Jefes de Estado debe hablar generalidades porque si abundan en detalles la gente se aburre; tanto como aquel otro “pseudo axioma tecnocrático” que aconseja centrase en los datos y cifras porque lo demás es apenas discurso vago y generalista. En síntesis: no se trata de la estructura o los detalles sino de la estructura con detalles. Y eso fue uno de los méritos de la presentación de Alberto Fernández.
A modo de conclusión: aquí no se trata de enumerar loas a un discurso presidencial. El autor de estas líneas entiende que, como ante cualquier gobierno, si se adopta el modo crítico podría ensayarse una vasta serie de reservas sobre la situación del país y sobre las dificultades y errores de un Gobierno que antes de terminar de acomodarse a su gestión ordinaria tuvo que afrontar un vendaval extraordinario.
Pero ese no es el punto. Porque lo central de la presentación de las nuevas medidas por parte del presidente Alberto Fernández quizás radique en que permite explicar algo que se viene observando desde 40 días en los estudios de opinión pública. Esto es el superlativo índice de aprobación con que la ciudadanía juzga la gestión del Presidente ante la pandemia del coronavirus.
En alguna corriente del psicoanálisis suele decirse que el terapeuta produce efectos en la medida en que el paciente lo pone en cierto “lugar del saber”. En consonancia, me atrevería a conjeturar que la sociedad argentina ha puesto al presidente Alberto Fernández en el “lugar del protector”. Al menos esa es la foto de hoy. Probablemente, cuando el virus se vaya y la economía muestre descarnadamente las heridas infligidas, vendrán otros desafíos que habrá que saber sortear.
El presidente hizo más de un referencia a los tiempos difíciles que nos está tocando vivir. Me recordó una sabia y certera sentencia Borgiana: “Le tocó vivir tiempos difíciles, como a todos los hombres”.
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