El destino del escritor
*Por Arnaldo Pérez Wat. Los escritos de la prensa no han sido diferentes de los de los libros, cuando su contenido resultaba inherente al orden social, a la realidad y al amor.
Grandes escritores han sido notables periodistas y viceversa. Los escritos de la prensa, en ciertas épocas, no han sido diferentes de los de los libros, principalmente cuando su contenido resultaba inherente al orden social, al conocimiento de la realidad, al amor y, más aun, al amor del pueblo.
José Ortega y Gasset escribió inicialmente gran parte de sus obras en revistas y diarios, aunque se tardó en reconocer su originalidad. Ejemplo: el excelso Martin Heidegger, en 1927, en El ser y el tiempo, expone teorías que ya había concebido el filósofo español. Epígonos de todo el mundo quedaron admirados y las repitieron durante años. En congresos de filosofía de nuestro país, antes y después de la mitad del siglo 20, daba la impresión de que fuese obligación por lo menos citarlo.
Claro que no es lo mismo escribir en Buenos Aires que en Friburgo, como no lo es exponer en Jujuy que en Buenos Aires. La interpretación de la verdad como alétheia (término griego que significa verdad, realidad) que es interpretado por Heidegger como descubrimiento, develación, como quitar el velo, está antes en Meditaciones sobre el Quijote , libro de Ortega y Gasset de 1917.
Análogamente, el concepto de vivir como "ser en el mundo", del filósofo alemán, de 1927, está antes publicado por el pensador español en el diario La Nación de Buenos Aires (diciembre de 1924).
Ortega y Gasset estuvo en la Argentina. Dice que el atardecer porteño le hacía pensar en Immanuel Kant y al tiempo se percató de la causa: es que los canillitas pregonaban " ¡Crítica , La Razón , sexta!". Y, como sabemos, uno de los monumentos del conocimiento filosófico es la Crítica de la razón pura de Kant, filósofo moderno a quien el pensador español estudió, profundizó y enseñó con devoción.
Llegar al Nobel. El destino de un escritor depende de muchos otros factores. Los concursos para premiar la mejor obra, por ejemplo, pueden descubrir nuevos valores, aunque aquí inciden tendencias de todo tipo en la mentalidad del jurado.
El Premio Nobel se instauró en 1901. Durante su primer medio siglo, prácticamente excluyó a los rusos: ninguno de Física ni de Química, uno de Medicina –nada menos que Iván P. Pavlov, conocido hasta en la Luna–, ninguno de Literatura, salvo Iván Bunin, que vivía en el exilio. La Academia dejó de lado a Anton Chejov y a Máximo Gorki. León Tolstoi, autor de La guerra y la paz , Anna Karenina , Resurrección , etcétera, fue postulado nueve veces y siempre rechazado (¡). Se podría argumentar que sus obras son del siglo XIX en su mayoría. Si bien el escritor murió en 1910, escribió hasta el final de su vida y recién en 1911 se publicó El cadáver viviente .
Irving Wallace sostiene que la Rusia monárquica, como la comunista, era enemiga de Suecia, razón por la cual se favoreció a autores escandinavos y alemanes y se boicoteó a los rusos. Otros dicen que durante tres décadas no se daba el Nobel a autores de derecha.
Pero mejor vayamos a la actualidad. Hace semanas, con sentadas multitudinarias, la angustia se hizo presente, con la sensación de que la miseria puede empobrecer los caminos de salida de las naciones europeas. El individuo, ante ese temor que no alcanza a explicarse, cumple con el cotidiano rito de ser otro, de evadirse. Los medios de difusión captan la indecisión de esos millones de seres, pero las empresas tienen como meta sus intereses.
Es allí donde la proa del escritor debe dirigirse a tranquilizar, a advertir que con la indiferencia general que aletarga la voluntad, el país se convertirá en tierra fértil para los advenedizos que pretenden manejar el Estado, también según sus intereses.