El desamparo de Catamarca
Para no detener la producción, el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, decidió que el Estado de su provincia pague las multas que se les imponen a las industrias por usar gas por encima de las restricciones.
El gobernador de Tucumán, José Alperovich, logró que la Nación redujera a sólo el 30% la restricción total para el consumo de gas que se habían impuesto sobre las industrias estacionales tucumanas. El Gobierno de Mendoza consiguió que YPF incremente entre un 15 y un 20% la provisión de nafta a las estaciones de servicio mendocinas por la escasez de combustible manifestada en largas colas de automovilistas.
La ONG mendocina Defensa del Consumidor Protectora denunció la situación ante las autoridades provinciales y solicitó la urgente adopción de medidas tendientes a evitar mayores daños a los consumidores y "el peligro de prácticas abusivas". En San Luis, los funcionarios recorrieron las estaciones de servicio y se reunieron con la Cámara de Expendedores para coordinar acciones en contra del desabastecimiento. El problema energético es asumido en otras provincias del país con una ejecutividad que torna doblemente lamentable e indignante la abulia de la dirigencia catamarqueña.
El panorama local en este crudo invierno es desolador. El sistema de distribución energética está colapsado porque, sin posibilidades desde hace años de extender la red de gas natural y con el gas envasado subsidiado escaso, la mayor parte de la comunidad se vuelca a la calefacción eléctrica. En consecuencia, los cortes del servicio son permanentes y cada vez más largos, mientras se suceden peligrosos focos de incendio. La industria padece una restricción total del gas para producir.
La crisis de las naftas se arrastra desde hace diez días, con colas interminables para cargar, y en forma limitada. Hay también cortes de agua. Las líneas de transporte urbano restringen sus servicios por falta de gasoil subsidiado. La profundidad de la crisis es inocultable. Las circunstancias descriptas se desarrollan ante la indolencia del oficialismo, la oposición y las organizaciones civiles. Como si vivir en el subdesarrollo constituyera algo aceptable y normal. Los catamarqueños están indefensos. Nadie, desde ningún sector, ha manifestado preocupación alguna en esta coyuntura. La población tiene que arreglarse como mejor pueda y, llegado el caso, habrá de resignarse a vivir como en el Medioevo: luz de velas, aljibes, calefacción a leña y tracción a sangre. Y a prepararse en serio: los empleados de EDECAT inician hoy un paro.
¿Quién defiende a Catamarca? La cronicidad de la crisis indica que nadie. A nadie parece importarle lo que acá ocurra y lo que la gente padezca. Ya ha caído hasta el pudor de cobrar un sueldo suculento por vegetar en la poltrona, sin hacer siquiera la mímica de una inquietud. La indolencia, la ineptitud, eventualmente la corrupción, constituyen males endémicos en la dirigencia. Porque no hay que engañarse: lo que se vive es consecuencia de eso, no de las improbables conspiraciones que esgrimen como excusa los incapaces.
Sobran los ejemplos. La semana pasada se informó sobre el atraso de 17 años que tienen los valores de los cánones que deben pagarse por tenencias mineras, una deficiencia que debe resolverse en el Congreso. En 17 años pasaron por allí representantes de todos los colores de una provincia, Catamarca, que inauguró la megaminería en el país. Y ninguno hizo nada, seguramente a la espera de que lo hicieran legisladores de otras provincias de indudable perfil minero como Córdoba, o Misiones, o La Pampa, o Buenos Aires. Acaso, quien sabe, mantener esos valores favoreciera hacer negocios sin restricciones, libres de ataduras legales. Acaso el subdesarrollo devenido de la abulia tenga beneficiarios concretos.