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El desafío de mantener el 24% de Moyano

*PorJulián A. de Diego. Todos los gremios desafían al Gobierno Nacional en las negociaciones de salarios que se están desarrollando en estos momentos.

Ninguno de los gremios se conforma con menos del 30/32% de aumento, y la mayoría explora como objetivo el logro de un determinado monto de salario inicial como fórmula para generar aumentos que superen la inflación real proyectada.

La mayoría sostiene que hay dos momentos. El primero es el actual donde la negociación está sesgada por el cepo del 24% y se la llama en la jerga “etapa pre-electoral”. El segundo round se produciría -según esta versión- una vez que estén definidos los candidatos presidenciales, y en ese momento, podría producirse el reclamo por diferencias, premios, adicionales o refuerzos.
Los camioneros con Hugo Moyano a la cabeza y UOCRA con Gerardo Martínez, dos claros dirigentes “K”, tratan de alinear a los demás gremios, el primero porque lidera claramente la CGT y el segundo porque quisiera ser un candidato de alternativa.

En rigor, cada año la negociación giró en torno de dos parámetros de referencia. Uno es el de la canasta familiar, y el otro el de la inflación proyectada. La primera, calculada con las bases del Indec pero con los valores del mercado ya supera con creces el Salario Mínimo Vital y Móvil que llegó a $1850 en enero de 2011 y que aún no ha sido convocado para su actualización (se lo llevaría en dos o tres etapas a $2.400).

En rigor, se espera dicha convocatoria para mediados de año. La inflación que los economistas más reconocidos estimaban en el 30/35% se ha desacelerado en los últimos 40 días, con lo cual, se puede hacer una proyección razonable en torno del 25% para todo el 2011. El otro componente a tener en cuenta es el valor relativo logrado en los salarios de las distintas actividades.

En efecto, contra una inflación real estimada del 300% los aumentos superaron el 360% para los trabajadores comprendidos en los convenios colectivos. Pero actividades como la de camioneros pueden llegar entre básicos y adicionales a $8000 según las ramas. Minería, petróleo, petroquímicos y bancarios han logrado también valores relativos que se encuentran por encima de la media de los demás convenios colectivos.

Entre los más rezagados tenemos un 40% de los convenios cuya categoría inferior está ubicada entre $2000 y $ 2500, y muchos gremios que lograron acuerdos superadores (con ajustes de más del 30%) en el año 2010, no lograron posicionarse en un salario mínimo de convenio que alcanzara los $3000. En ese valor está hoy la canasta familiar completa. Para este grupo de sindicatos, entre los cuales se encuentran los más representativos la aspiración impone lograr un mínimo de $4000 en forma escalonada, durante la vigencia del próximo acuerdo.

Lo grave de esta pretensión es que la mayoría de estas actividades tienen centrado sus representados en empresas pequeñas y medianas, cuyos costos se encuentran muy ajustados, y que -a pesar de que cuentan con un nivel de actividad razonable- les ha caído en picada la rentabilidad. A su vez, parece poco tolerable, que resulte aceptable para el Gobierno Nacional aumentos del 34/37%, en una economía que se precia de estar creciendo en forma sustentable, y que tienen siempre la amenaza de la hiperinflación.

Este proceso se combina con una creciente agitación social y laboral que el Ministerio de Trabajo, echando mano a todos sus recursos trata de contener. Los dirigentes sindicales confiesan que en muchos casos están desbordados por reclamos provenientes de las empresas más representativos de cada sector, agitados por los delegados cuyo rol protagónico ha crecido en los últimos años, y a menudo condiciona a los dirigentes tradicionales.
Los grupos de izquierda, entre ellos los aliados con el Gobierno Nacional como la CTA de Hugo Yaski se sabe que no está satisfecho con el 24% y aspiran a negociar los convenios bajo su influencia en dos etapas para asegurarse un salto por encima de la inflación. Las empresas medianas y chicas que representan más del 80% del empleo en la Argentina son las que más sufren los efectos de esta agitación, con paros sorpresivos, asambleas y permanentes reclamos de ajustes, anticipos y aumentos salariales. Los grupos más radicalizados esperan al resultado de las paritarias, para formalizar su reclamo con un plus por encima de lo acordado. Por último, tenemos las actividades donde la participación de la mano de obra es de baja significación, que son los más vulnerables para que se genere un aumento por encima de las pautas.
Es muy difícil hacer un pronóstico sobre el curso de los acontecimientos. Sin embargo, el año 2010 se desarrolló en tres cuatrimestres, y es posible que en el 2011 ocurra lo propio. En el primero tenemos el 24%, en el segundo existen expectativas de llegar al 30% y en el tercero se puede alcanzar el 32/33%, comentan los gremios más combativos.
Lo mismo se puede afirmar respecto de la tensión social y los conflictos laborales. El primer cuatrimestre fue relativamente calmo, y salvo alguna estridencia de camioneros, el conflicto en Santa Cruz y los tercerizados de la Unión Ferroviaria, las medidas de fuerza se apagaron entre reclamos tibios y la aplicación enérgica de la conciliación obligatoria por parte de la autoridad de aplicación.

El segundo cuatrimestre está aumentando la tensión con mayor cantidad de cortes, y con medidas de acción directa que están comenzando a generar los sindicatos más representativos. En mi observación actual, todos los reclamos están dirigidos al sector empresario pero también al Gobierno Nacional, que le ha puesto un límite -a mi juicio razonable- con el fin de evitar una escalada hiperinflacionaria. Ambos están a prueba en un marco de tensión creciente, que se observa con el descontento generalizado, aún en los sectores de mejores ingresos y de mejor calidad en las condiciones de trabajo.

El tercer cuatrimestre coincide con la etapa electoral propiamente dicha, y por ende la agitación social se potenciará con el activismo político en forma recíproca. A esa altura de los acontecimientos, es menester que se hayan cerrado en forma medianamente razonable los acuerdos salariales para evitar una conmoción incontrolable.