El delito en tiempos de campaña electoral
*Por Demetrio Iramain. La derecha querrá blindar la cualidad sensible y pensante, solidaria y creativa de los miembros de la comunidad, para volver inviable la construcción de una sociedad infinitamente más humana.
Se sabe: acercándose las elecciones vale todo, y más a medida que vayamos desgranando el cronograma comicial. Violencia política, puja salarial, tercerizados, lockout cerealero, inflación. Lo que sea. A lo que dé. Faltaba el habitual condimento: la ola de inseguridad. Y más picante aún: el debate sobre la baja en la edad habilitante para penalizar conductas delictivas.
La política se vuelve una gran vidriera, donde el vendedor de propuestas de campaña ofrece sus ofertas de fin de temporada. Los conflictos se sobreactúan. Las posiciones se tensan. Histeriqueo al por mayor. Muy especialmente, para la oposición, que no tiene la obligación de gobernar y conducir el Estado, encausando con sus bemoles, contradicciones y complejidades, la ardua vida en sociedad.
También, la seguridad pública. La derecha vende recetas contra el delito con la irresponsabilidad de saber que no tendrá que demostrar en la pura y dura gestión estatal su efectividad concreta. Qué curioso que no reparen en estas bajezas de nuestra democracia quienes reclaman con insistencia "mayor calidad institucional", como le dicen.
"A niños que cometan delitos de adulto, penas de adulto", vuelve a escucharse. "Traicionar la fe religiosa es peor que violar a la propia hija", dice un cura de la Iglesia que vela por los "Derechos Humanos del niño no nacido". Ricardo Casal, ministro del mal humor social. Tras muchos siglos de pensamiento y ciencia el hombre se trepa de nuevo a los árboles, donde pajaritos se preguntan: "¿Y estos qué hacen acá?"
¿Cómo llevar adelante un vasto proyecto político de transformación en una sociedad inducida todo el tiempo a volverse antisocial, hipocondríaca, incitada a la hipocresía, la intolerancia, la apatía política, el abordaje primitivo de sus problemas más complejos? Hacia allí apunta la derecha, situada en un incómodo lugar de defensor de la realidad a ser irremediablemente modificada.
"Quien se limita a contemplar, no tiene hambre, no se acuerda de sí, de sus raíces, ha olvidado su madre, se limita a buscar información. Le pasó lo más terrible: no desea. El deseo es necesidad de cambiar lo contemplado para mezclarse, darse", escribió Juan Gelman refiriéndose a su exilio. ¿A qué exilios del ser ansía llevarnos el discurso de la derecha criminológica que ha copado nuevamente, como un sarpullido, la agenda política y mediática? Quien contempla no actúa, ni activa. No protagoniza los cambios sociales que aún debemos concretar. Sin dudas, el rancio discurso de la mano dura exilia al hombre de su condición humana.
No obstante, la entereza. En el país de las Madres de Plaza de Mayo ella siempre será todavía posible. A la hora que varios de nuestros comunicadores sociales servían raticidas en la taza del té, la madre de Fabián Esquivel, el hombre asesinado en La Plata delante de su hijo de 11 años, reclamaba que "alguien se haga cargo" del tratamiento de los delincuentes y que no los enviaran a la cárcel. "Son personas enfermas que deben estar internadas", dijo Adela Aranda, convidando pan con manteca a pesar de su dolor, que ni Duhalde ni Clarín podrán pudrir con su discurso de matapolillas.
Es que asistimos a un deliberado tratamiento epidérmico de un problema que abarca el corazón de la estructura social: la arbitraria selección de clientela de la justicia penal, al decir del juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni, y que se reparte conforme a la vulnerabilidad social del justiciable. "Lo que podemos hacer es un esfuerzo por adaptar nuestras posibilidades para bajar y reducir esa característica natural de selectividad. Naturalmente que hay grados de selectividad que son absolutamente indignantes y otros que son la selectividad propia del poder político", declaró alguna vez Zaffaroni al Periódico de las Madres, cuando ya era ministro del Máximo Tribunal. Discutir la baja en la edad de imputabilidad en un marco de inicio de campaña seguramente ahondaría esos criterios regresivos.
Comúnmente se atiende más el prejuicio de clase, el rating televisivo y la especulación electoral, que el seco y preciso número de la estadística. Según el especialista en criminalidad juvenil Julián Axat, defensor oficial de menores ante los tribunales de La Plata, sólo el 2% de los delitos cometidos por niños son contra la vida (homicidios o lesiones graves). El resto es minucia, que nunca saldrá en el horario prime time de la TV. El abordaje de oído de la cuestión podría llevar a criminalizar al resto del universo de delitos cometidos por menores inimputables, lo que crearía un "monstruoso sistema penal", al decir de Axat.
Por lo demás morir/matar/condenar es fácil; distinto es la vida. En ese juego andamos quienes componemos el proyecto nacional y popular en marcha. La derecha querrá blindar la cualidad sensible y pensante, solidaria y creativa de los miembros de la comunidad para volver inviable la construcción de una sociedad infinitamente más humana. Todo apunta a que fracasen. Desde 2003, nunca que tensaron la cuerda se partió el traste. Más bien todo lo contrario: cantó un violín.<